Al-Shabab Crosses the Rubicon

En la mañana temprana del día 2 de abril de 2105, unos pistoleros del grupo terrorista somalí al-Shabab atacaron la Universidad de Garissa, en el noreste de Kenia. Después de lanzar varias granadas de mano, los terroristas se trasladaron de puerta en puerta de los dormitorios del campus, separando a los cristianos de los musulmanes. Según se informa, los cristianos fueron fusilados en el acto, y algunas de las víctimas fueron decapitadas. Los rehenes fueron tomados, y las autoridades de Kenia informaron que al menos 147 personas, entre ellas cuatro atacantes, habían muerto. Muchos otros estaban heridos o desaparecidos.

El presidente de Kenia Uhuru Kenyatta condenó rápidamente el ataque, y el gobierno ofreció un botín de 20 millones de chelines ( 215000 dólares) para obtener información sobre el presunto autor intelectual de los hechos, Mohamed Mohamud (conocido como "Dulyadin").

La violencia en Garissa marca el ataque terrorista más sangriento en suelo keniano desde el bombardeo de la embajada de Estados Unidos en Nairobi en 1998 y es el ataque más violento de al-Shabab en el país desde el atentado en 2013 en el centro comercial Westgate. También representa un punto final en la larga evolución de Al Shabab, de ser un movimiento de resistencia populista a convertirse en una organización terrorista internacional en toda regla. La ejecución de los estudiantes tiene un significado especial para al-Shabab: El bombardeo de alto perfil en la graduación de los médicos en Mogadiscio en 2009 fue uno de los errores políticos más vergonzosos del grupo, y se ha abstenido en gran parte de realizar ataques directos a los estudiantes desde entonces. Sin embargo su voluntad de atribuirse este último incidente marca un cambio visible en la estrategia.

Más preocupante aún, el ataque a una escuela laica, la caza de estudiantes cristianos, y el esfuerzo por tomar rehenes, son todos signos de Boko Haram, el grupo terrorista nigeriano tristemente célebre por su secuestro de más de 200 escolares de la ciudad de Chibok en 2014. Suponiendo que la evocación de Boko Haram es deliberada, el asalto de Garissa podría indicar la intención de realinear al-Shabab, vinculado desde hace tiempo a Al Qaeda, con el Estado islámico. (Boko Haram prometió lealtad al Estado islámico en marzo.) De ser así, se debe esperar que al-Shabab va a utilizar cada vez más ostentosamente violentas tácticas en el futuro, ya que trata de competir con otros afiliados del Estado Islámico en notoriedad y relevancia en el jihad global.

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Creado hace más de una década, al-Shabab ha luchado durante toda su existencia para gestionar dos impulsos que compiten entre sí: el deseo de gobernar Somalia y el deseo de llamar la atención y el de dar apoyo a Al Qaeda y otros grupos terroristas internacionales. La aspiración de gobernar ha sido esencialmente como un ángel sentado en el hombro derecho de al-Shabab: Consiguió objetivos como mantener el control del territorio, conviviendo con los clanes de Somalia, y cooperando con los esfuerzos de ayuda humanitaria - todo con el fin de lograr un alto grado de legitimidad política. Al mismo tiempo, siempre ha sido un diablo sentado en el hombro izquierdo de al-Shabab, animándole a tener una insaciable sed por el dinero, por los conocimientos técnicos, y la infamia de su participación en la jihad global. Esto ha obigado a al-Shabab no sólo a aceptar combatientes extranjeros parásitos, sino a estimarles más que a los somalíes.

Las primeras ambiciones de Al-Shabab se limitaron a derrocar a un gobierno somalí impopular, respaldado por Occidente, echando a las fuerzas de paz fuera de Somalia. La dureza del islam que impuso repelió a la mayoría de los somalíes, pero fue ampliamente tolerada porque donde al-Shabab tenía el control, el grupo trajo la ley y el orden en las comunidades con alta incidencia delictiva. Incluso los trabajadores de ayuda occidentales consideran al-Shabab un socio menos corrupto y más capaz que su rival gobierno, que fue tristemente célebre por su robo de los fondos humanitarios y el desarrollo. El gobierno también fue brutal: Desde 2007 hasta 2011 - por cierto que eso dió al-Shabab acicate - el gobierno y las fuerzas de paz de la Unión Africana mataron a miles de civiles inocentes lanzando indiscriminadamente morteros sobre los mercados y barrios residenciales. Esto, a su vez, dio vida y fuerza a la insurgencia de Al-Shabab.

Al-Shabab alternó entre tendencias populistas y terroristas durante este período, pero el populismo a menudo ganó. Aun cuando el grupo cometió actos de violencia, al-Shabab a veces vaciló en atribuirse su autoría. Este fue el caso en la explosión suicida de diciembre de 2009 en la ceremonia de graduación de la escuela de medicina, cuando había una enorme reacción pública contra al-Shabab. Varios pueblos ariaron la bandera negro del grupo, y cientos de estudiantes salieron a las calles de Mogadiscio. Las manifestaciones fueron las primeras protestas conocidas contra al-Shabab y fue una de las pocas veces que el público somalí habló abiertamente en contra del gobierno del grupo.

Pero hacia 2011, al-Shabab estaba perdiendo terreno. Disputas estratégicas e ideológicas entre sus filas estaban llevandolo a un punto crítico. Se vio obligado a abandonar Mogadiscio en julio. El mismo mes, la peor hambruna en décadas azotó Somalia, y al-Shabab - que habían deforestado gran parte del país por su comercio de carbón - fue culpado con razón de los cientos de miles de muertes que siguieron. Cuando la hambruna terminó, al-Shabab había sido universalmente rechazado. Políticamente, estaba muerto.

 La invasión de Kenia a Somalia en octubre de 2011 podría haber proporcionado a al-Shabab la oportunidad de resucitar a sí misma como una fuerza de gobierno. Los analistas incluso temían que la captura por Kenia de Kismayo, una ciudad puerto clave, en septiembre de 2012, y la posterior creación de un gobierno títere, permitirían a al-Shabab reunificar a los somalíes en la causa populista de derrotar a los kenianos "invasores". Pero el emir de al-Shabab, Ahmed Godane, eligió un camino diferente, reduciendo a los miembros del grupo a solo extremistas y anclando firmemente su visión en el terrorismo.

 En junio de 2013, Godane realizó una purga violenta. Los clanes aliados vitales, incluyendo Mukhtar Robow y Hassan Dahir Aweys, huyeron para salvar sus vidas, y varios combatientes extranjeros que se habían opuesto a la utilización de la violencia contra otros musulmanes también fueron asesinados. Esto dejó a al-Shabab -lo que quedaba de ella- sin el estorbo de las preocupaciones administrativas o populistas.

 Tres meses más tarde, se produjo el ataque contra el centro comercial Westgate. Mataron a 67 personas, entre ellos algunos extranjeros, y las imágenes de la matanza conmocionó al mundo. El evento también sorprendió a muchos expertos sobre Somalia, que habían creído que la reacción política probablemente impediría a al-Shabab lanzar con su firma un ataque terrorista en Nairobi, un centro de negocios vitales para la diáspora somalí y una fuente clave de las remesas. Las circunstancias, claramente, habían cambiado.

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Si el ataque a Westgate demostró que Godane -que murió en un ataque aéreo estadounidense en septiembre de 2014- estaba dispuesto a quemar los puentes en Somalia, el ataque a la Universidad de Garissa señala que el nuevo líder de al-Shabab, Ahmad Omar, está dispuesto a construirlos con los poderes emergentes de la jihad global. En los últimos meses, el grupo ha alcanzado varios objetivos en el norte de Kenia. En noviembre de 2014, los atacantes subieron a un autobús y ejecutaron a los que no podían recitar la profesión de fe musulmana. En diciembre, el grupo ejecutó a 36 trabajadores de una cantera, en su mayoría cristianos, en el condado de Mandera. El ataque a Garissa es el mayor asalto hasta la fecha, y parece plagada de simbolismos: es decir, la orientación de los estudiantes de una manera que es inconfundiblemente evocador de Boko Haram.

 La probable trayectoria futura de Al-Shabab es sombría. Para empezar, se puede esperar que se beneficie de la respuesta brutal de las fuerzas del gobierno, como lo ha hecho en el pasado. Tras el ataque a Westgate, por ejemplo, la policía lanzó una ofensiva contra la población somalí de Kenia, encarcelando a miles de personas en redadas ilegales. En la costa de mayoría musulmana de Kenia, los esfuerzos realizados por militares, servicios de inteligencia y agentes de policía fueron aún más severos, dejando a las comunidades locales con miedo de compartir información con las autoridades y a los líderes locales con la queja de que la policía estaba reforzando activamente el mensaje radical de los reclutadores de al-Shabab: que Kenia y sus aliados occidentales sólo están interesados en abusar y marginar a los musulmanes. Y, en efecto, al-Shabab se destaca en sacar provecho de la mala actuación de las indisciplinadas fuerzas de seguridad, así como de la ira y la alienación de las comunidades musulmanas, especialmente de sus jóvenes.

Sin embargo, a medida que se alinea hacia la táctica de Boko Haram y, en última instancia, hacia la la ideología y la orientación del Estado Islámico, es probable que al-Shabab consiga más y más adeptos entre las poblaciones locales, implicandose en robos, secuestros y en otras actividades delictivas.

 Pero puede hacer más aún. A diferencia de Boko Haram, al-Shabab podría ser un poderoso activo internacional del Estado islámico. Mientras que Boko Haram ha desatado la violencia en zonas del norte de Nigeria y a lo largo de la porosa frontera norte del país, todavía no ha dado señales de tener la capacidad de atacar una capital vecina. Al-Shabab, sin embargo, ya ha planeado o ejecutado ataques en Uganda, Etiopía, Djibouti, y, por supuesto, Kenia. (Se sospecha que mantiene células durmientes en lugares tan distantes como Sudáfrica.) Si se abriga con el manto del Estado Islámico, es probable que haya pocos límites a los que al-Shabab podría atreverse a hacer en los próximos meses.