Guinea Ecuatorial como Estado no está siquiera configurado, es un Estado en formación y pueda que no llegue a serlo del todo. Eso hay que reconocerlo.

Como Estado en formación necesita unas leyes, unos procedimientos administrativos, cientificos, policiales, hospitalarios, judiciales, etc.. lo que se conoce como protocolos, que son unas reglas sobre cómo debe hacerse cada cosa, reglas que deben ser claras, escritas y que no se presten a interpretaciones múltiples.

Estas reglas en realidad reflejan o son el resultado de la cultura tecnológica, jurídica, científica de cada país. Y la cultura no nace de la nada, es historia.

Los paises que se convierten en Estados como resultado de independencias otorgadas, no tienen esa cultura propia sino que heredan la del país que lo tuvo como metrópoli colonial.

Guinea pudo seguir este camino que siguieron todos los que se fueron independizando, asumiendo como propias las normas procidementales de España y con el tiempo ir mejorándolas según vayan determinando los tiempos y las circunstancias. Nunca partir de una tabula rasa.

 Pero Guinea no hizo eso. La revolución de Macias cortó radicalmente con todos los usos o costumbres y procedimientos que demanda todo Estado moderno. El país abandono su camino hacia la estructuración de un Estado moderno y el caos se impuso. Los libros de registro de estado civil se usaron para envolver los buñuelos de las mujeres del mercado. Los diarios y notas administrativas celosamente guardados por la administración colonial desaparecieron. Y los ignorantes que habían hecho su revolución inventaron el Estado caótico.

Los que estamos implicados en la lucha politica por instaurar un Estado de Derecho, libre y democrático, debemos de tener las cosas claras sobre esta idea de la continuidad de los procedimientos propios de un Estado, continuidad desde la herencia, fuera heredada no importa de qué pais, el caso es que hay que tener unos protocolos sobre qué se hace si nace un niño, si hay un accidente, si aparece un brote epidémico, si un avíon extranjero sobrevuela nuestro espacio aéreo, si la contaminación sobrepasa unos niveles, si hay alguna manifestación, etc.

Y así como no se debe reinventar la rueda sino usarla, mejorándola si cabe, así también se deben tener países amigos que nos ayuden, en cooperación, a hacer frente a los desafíos que se vayan presentando. En nuestro caso es lógico pensar que uno de los países que debería ser socio nuestro es España.

Pero hoy por hoy, la actitud de los políticos españoles es contraria a ese papel que debería desarrollar España con nosotros. De hecho España debería ser un socio especial, toda vez que fue el país que nos colonizó y el que debería habernos llevado de la mano mientras asumimos nuestra responsabilidad organizando paulatinamente el Estado.

Guinea tiene un grave problema y España, los políticos españoles de la era de Franco, fueron los responsables del origen de este problema y tenían que haberlo solucionado con el tiempo si tuvieran el alma de Hombres de Estado responsables. Incluso es peor actualmente, porque los políticos españoles que se han asomado al tema de Guinea, lo han hecho con afán de obtener ventajas privativas, olvidándose del pueblo español y del pueblo guineano.

Hoy como ayer, nuestro interés está en acabar con la sangría de la dictadura de Obiang, organizando a continuación un modelo de Estado compatible con los valores de la modernidad. Pero en eso los políticos españoles no se implican. España está ausente en la solución de los problemas de Guinea, estando sus políticos aliados con la dictadura y no por intereses de empresas españolas, que si están en Guinea debiera ser en libre competencia con otras empresas y no como resultado de acciones corruptas espúreas. La corrupción española es uno de los graves problemas de España, que afecta a Guinea al actuar contrario a los intereses del pueblo guineano, como lo hace en España contra los intereses del pueblo español. A ello se une la falta de coraje que ha caracterizado a los políticos españoles desde 1898, y hace que España sea un gran país por su gente, pero un pequeño país por sus políticos.

Ahora hay que buscar quién nos puede ayudar a solucionar el grave problema que nos atenaza desde hace 50 años. Francia podría ser la alternativa, pero ignoramos hoy por hoy el juego que lleva entre manos, si bien podemos afirmar que al menos sus jueces son valientes y decididos.

Obiang tiene planeada una guerra contra Francia por eso y está claro que la oposición, el pueblo guineano, debe estar del lado de Francia, mientras mantenga su firme propósito de cumplir y hacer cumplir la ley. Las maniobras de falsos panafricanistas engrasados con nuestro dinero, atacando a Francia, no debemos apoyarlas. Francia es nuestro único aliado. Lo necesitamos para desembarazarnos de Obiang y su familia y quizás lo necesitemos en el futuro una vez acabada la dictadura, para erigir las instituciones del Estado.

Dicho esto, nada está garantizado. Francia puede cambiar y dejarnos como estábamos, sin aliados para democratizar Guinea. Puede que Guinea intente engrasar y corromper a las instituciones franceses, como acostumbra hacer. Y puede que tenga éxito en sus intentos. Pero nosotros debemos mantener nuestra estrategia firme: luchar frontalmente contra el dictador y su familia y ser amigo de los enemigos de nuestro enemigo.