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SHAKESPEARE EXPLICA LA PRESIDENCIAL NORTEAMERICANA 2016publicado por: Celestino Okenve el 07/11/2016 1:39:29 CET
Llevo casi una
eternidad buscando explicación al hecho de que ciertas personas, con
frecuencia mediocres y malas y casi siempre criminales, alcancen el poder y exhiban
una conducta tan odiosa por salvaje, en una carrera en apariencia fácil. Que
eso haya sucedido en nuestra Guinea podría ser, hasta cierto punto, comprensible, pero ya no se comprende
que haya podido pasar en lugares tan alejados en el tiempo y en el espacio como
la Alemania Nazi, la URSS de Stalin, la Roma de Calígula. Cuando un fenómeno se
repite, si bien con singularidad, cabe buscar los elementos que lo caractericen
como un modelo teórico. Ciertamente la ciencia
política debe dedicar a este fenómeno bastante tiempo y explicación, dados los
altos costes sociales que estos dictadores suelen provocar a la sociedad que
someten. En Guinea Ecuatorial
manda un personaje que nadie hubiera dado un duro en una apuesta, hace 50 años,
de que llegaría a gobernar un país. Sin duda, es un sociópata como todos ellos. ¿Cómo pudo llegar al
poder habiendo muchas personas superiores a él en preparación e inteligencia?.
Tuvo una fuerte determinación desde joven, quizá por los motivos negativos que
expone Stephen Greenblantt sobre Ricardo III, lo que le ayudó a preparar con constancia su
plan. Y tuvo un carácter, su extrema maldad, que le quitó inconvenientes éticos
en su camino. Pero hubo otras causas. Y pensando y pensando, me encontré con este escrito de opinión en el New York Times del dia 8 de octubre, obra de Stephen Greenblatt, que hace la misma reflexión sobre la posible victoria de Donald Trump. Greenblatt afirma que las respuestas a mis interrogantes casi vitales ya fueron dadas por el dramaturgo inglés William Shakespeare. Por supuesto, el mero hecho de que Trumpo haya sido nominada por el Partido Republicano como candidato a la Casa Blanca ya nos lleva a pensar en el mismo fenómeno que se repite a lo largo de la Historia. Lean el artículo magistral del profesor Greenblatt. Traducción por redacción guinea-ecuatorial.net http://www.nytimes.com/2016/10/09/opinion/sunday/shakespeare-explains-the-2016-election.html Stephen Greenblatt
8 Oct. 2016 A principios de la década de 1590, Shakespeare se sentó a
escribir una obra de teatro con la que abordaba un problema ¿Cómo es posible
que un gran país acabe siendo gobernado por un sociópata? El problema no era Inglaterra, donde una mujer de una
inteligencia y resistencia excepcionales había estado en el trono durante más
de 30 años, pero había preocupado por mucho tiempo a personas reflexivas. ¿Por
qué, la Biblia se pregunta, pudo el reino de Juda ser gobernado por una
sucesión de reyes desastrosos? ¿Cómo pudo el imperio más grande del mundo, se
preguntaron antiguos historiadores romanos, haber caído en manos de Caligula? Para el caso que presentaba en su obra, Shakespeare escogió
un ejemplo muy cercano: el corto y desgraciado reinado en el siglo XV en
Inglaterra del rey Ricardo III. Ricardo, como lo concibe Shakespeare, estuvo
atormentado interiormente por la inseguridad y la rabia, consecuencias de una
infancia desgraciada, sin amor y con una columna vertebral torcida que hacía
retroceder ante su vista a los que se le acercaban. Atormentado por el odio a
sí mismo y sensible con su propia fealdad –que era comparada en varias
ocasiones a la de un cerdo o jabalí- encontró refugio arropándose con un
sentimiento de dominación, exhibiendo un exceso de confianza, de misoginia, al
tiempo que mostraba una inclinación implacable a la intimidación. A partir de esta sicopatología, y tal como sugiere la obra,
emerge un carácter rudo y extraño, con una determinación obsesiva por parte del
personaje por alcanzar una meta que parecía en principio imposible por lejana,
un objetivo para el que no tenía ninguna experiencia razonable, carente de una
preparación adecuada y absolutamente sin ninguna aptitud. “Ricardo III”, la obra que resultó ser uno de los primeros
grandes éxitos de Shakespeare, explora cómo este monstruo repugnante y perverso
obtuvo realmente el trono inglés. Tal como lo concibe la obra, la villanía de
Ricardo era evidente para todos. No había ningún secreto para su cinismo sin
fondo, su crueldad y alevosía, sin que se vislumbrara nada salvable en él. No
había ninguna razón para creer que podría gobernar el país con eficacia. Su éxito para conseguir la corona dependió de una
combinación fatal de diversas pero al tiempo autodestructivas reacciones de los
que le rodearon. La obra localiza estas respuestas en caracteres teatrales
particulares – lady Anne, el Señor Hasting, el conde de Buckingham y así
sucesivamente- pero también se las arregla para sugerir que estos personajes
dibujan el fracaso colectivo de todo un país. Tomados en su conjunto, deja al
descubierto una nación de facilitadores. En primer lugar, están aquellos que confían en que todo va a
continuar de manera normal, que se mantendrán las promesas, se hará honor a las
alianzas y que se van a respetar las instituciones centrales. Ricardo está tan
grotescamente incapacitado para el puesto supremo que la idea de que vaya a
gobernar lo apartan de sus mentes. Su atención se centra en otras personas
posibles para ocupar el puesto, hasta que es demasiado tarde. No se dan cuenta
con la suficiente rapidez que lo que parecía imposible está sucediendo
realmente en sus propias narices. Han estado usando estructuras mentales que se muestran
de repente frágiles. Segundo, hay quienes no pueden mantener enfocado la idea de que Ricardo es
tan malo como parece ser. Ellos ven perfectamente que ha hecho esto o aquella
cosa espantosa, pero tienen una extraña inclinación por el olvido, como si
fuera un trabajo duro recordar lo horrible que es. Están atraídos
irresistiblemente a normalizar lo que no es normal. Tercero, hay quienes se sienten asustados o impotentes ante la intimidación y la amenaza de la violencia. "Haré un cadáver de aquél que desobedezca", amenaza Ricardo, y la oposición a sus escandalosos mandamientos se desvanece. Ayuda el que sea un hombre inmensamente rico y privilegiado, acostumbrado a tener vía libre, incluso cuando esa vía es una violación de todas las normas morales. Cuarto, hay quienes están persuadidos de que pueden aprovechar el ascenso de Ricardo al poder. Esas personas ven perfectamente lo destructivo que es Ricardo, pero están seguros de que ellos se mantendrán a salvo ante la marea del mal o conseguirán sacar algún provecho de él. Estos aliados y seguidores le ayudan a ascender peldaño a peldaño, colaborando en su trabajo sucio y observando el aumento de los asesinatos con fría indiferencia. Están, como Shakespeare lo imagina, entre los primeros en ser sometidos, una vez que Ricardo los ha usado para obtener su fin. En quinto lugar, y quizá lo más extraño de todo, es que hay quienes sienten un placer enorme con la liberación de la agresión reprimida, diciendo abiertamente lo indecible. "De tus ojos caen piedras de molino cuando de los ojos de los tontos caen lágrimas", dice Ricardo a los asesinos que ha contratado para matar a su hermano. "Os quiero, muchachos." No es necesario mirar alrededor para encontrar personas que encarnan esta categoría de colaboradores. Somos nosotros, la audiencia, encantados una y otra vez por la indignidad de los villanos, por su indiferencia a las normas ordinarias de la decencia humana, por las mentiras que parecen efectivas incluso cuando nadie las crea, por el poder seductor de la fealdad. Algo en nosotros disfruta en cada minuto de este horrible ascenso al poder. Shakespeare muestra brillantemente todos estos tipos humanos de facilitadores
trabajando juntos en la escena culminante de este ascenso. La escena -bastante
anómala en una sociedad que era una monarquía hereditaria pero curiosamente
oportuna para nosotros mismos- es una elección. A diferencia de
"Macbeth" (que introdujo en el idioma inglés la palabra
"asesinato"), "Ricardo III" no representa una toma violenta
del poder. En su lugar, hay una petición de votos populares, que se completa
con una exhibición fraudulenta de la piedad religiosa, la calumnia a los
opositores y una amenaza exagerada a la seguridad nacional. ¿POR QUÉ una elección? Shakespeare evidentemente quería enfatizar el elemento del consentimiento en el ascenso de Ricardo. A este no se le da un consentimiento firme; Sólo un funcionario municipal y algunos de los esbirros cuidadosamente colocados por villano gritan su voto: "¡Dios salve a Ricardo, el rey real de Inglaterra!" Pero los otros agrupados como multitud, ya sea por indiferencia o por miedo
o por la creencia catastróficamente errónea de que no hay una diferencia real
entre Ricardo y las alternativas, están silenciosos, "como estatuas mudas
o como piedras que respiran". No hablando –simplemente sin votar - es
suficiente para llevar al monstruo al poder. Stephen Greenblatt, a professor at Harvard, is the general editor of “The Norton Shakespeare.”
Follow The New York Times Fuente: New York Times ¡Nota importante! El contenido de los artículos publicados no refleja necesariamente la opinión de la redacción de guinea-ecuatorial.net Véase también la declaración sobre el uso de seudónimosTwittear |
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