Los procesos de apertura democrática se deben fundamentalmente a la voluntad de quien tiene o controla el poder. Tampoco es menos cierto que dicha voluntad debe encontrar un adecuado terereno de juego por parte de quien disiente o se opone a dicho poder. Ambas posiciones deben operar en la dirección de garantizar que la apertura se hace efectiva en el terreno del consenso político.

El dilema en Guinea es sencillamente saber cuál de las voluntades falla y de qué manera.

La posición del gobierrno guineano es clamorosamente nada edificante en la medida en que no garantiza el cumplimiento del Pacto Nacional y asalta ”munu militari” los resultados de las municipales de 1995 (ambas cosas resultado del mas vinvulante esfuerzo de consenso jamas operado hasta la fecha).

Sin embargo, desde el lado de la oposición democrática resulta triste constatar que en cierto modo no se haya asumido la realidad tal y como se presenta. Ante situaciones anómalas planteamientos anómalos. El papel de los partidos vendría vaciado de contenido si, como a fecha de hoy, el escenario diseñado por el gobierno discurre en sentido contrario a una política que propicia foros de consenso, limitandose tan solo a una dinámica (triste) de fagocitación permanente de la disidencia y sus grupos políticos. Se necesita una dosis más de inteligencia, y sobre todo de sentido de Estado: el entendimiento entre iguales es mas que nunca necesario para plantar cara a algo tan peculIar (un régimen invitando a la aprtura por la vía de la violencia previa).

Aquí es donde resulta imperiosa la reflexión. La consecución del poder me parece un objetivo legítimo si se tiene un proyecto para ello; pero resulta poco riguroso plantearse dicho objetivo si, como en la situaciópn actual, se actua en sentido contrario al entendimiento entre iguales para acelerar las posibilidades de cambio. Como si la invitación a la unidad y a la confianza entre iguales (lease entre demócratas; nadie es igual a nadie y los partidos tampoco) parece un discurso de los débiles. Obviamente puede serlo. Pero el fuerte será todavía más fuerte cuando se apoya en cuantos otros débiles con quienes se siente igual o más cómodo. Esta es la clave del sentido de Estado de los hombres públicos ahí donde los haya.

Los sentimientos de distancia son legítimos en lo humano y en la actividad polítca. Pero sólo habrá sentido de Estado si se puede superar la distancia personal pata facilitar el éxito colectivo. Exito politico. Hace falta recuperar el sentido de comunidad, se necesita hacer valer la categoría moral de su autoridad, implicar a todos (toda la oposición democrática) en un gran liderazgo generoso y riguroso capaz de avanzar en la dirección de una auténtica apertura para todos.

No es la primera vez que nuestro pueblo se ve ante el dilema de luchar por su liberación. Los más jóvenes echamos en falta la bondad de los planteamientos y el sentido de proximidad con el que nuestros padres de la independencia dieron hasta su vida por lo que hoy es G.E. Existen factores que hacen distinto el contexto. Claro que lo sé; pero el sentido del entendimiento no tiene contextos si el objetivo tiene carácter colectivo.

No es para mi muy agradable hablar todo esto por internet, dada la transcendencia del tema. Estamos ante un sistema, un regimen ya consolidado del que come un montón de personas hasta las menos imaginables. Estamos frente a un régimen muy sectario, pilotado con criterios propios de una mezquindad ancestral que se enquista en la conservación del poder a cualquier precio donde el pueblo y su oposición son la moneda de cambio frente a Obiang y sus atláteres exteriores. Los métodos utilizados son diversos, pero todos tienen en común que alientan la división entre los políticos de vocación democrática, además de la técnica del mercadeo con nuestras intenciones de cambio.

Aquí me doy cuenta y seguro que con otros tantos que donde ha habido solución en semejantes situaciones siempre se ha consolidado la unidad de quienes comparten vocación de cambio.
No quisiera evocar el ejemplo de Mandela en Sudafrica ni otros tantos ejemplos. ¿Es que es imposible consensuar un liderazgo por parte de la oposición democrática? ¿Es que sólo tenemos capacidad e imaginación para tirarnos los trastos a la cabeza por internet?.

Fuente: Propia

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