Mientras las palabras vacuas se disipaban sin eco por las playas de la diminuta isla de Annobón, el hedor de la muerte se instalaba en la isla grande y en la parte continental del pequeño territorio de Guinea Ecuatorial.

Habían pasado más de veinte años desde que un actor con alma de ladrón escamoteó al pueblo los logros del 16 Termidor. El cementerio de Malabo, lugar donde fueron enterrados el dictador sanguinario y algunos nefastos de su corte asesina, estaba siempre vigilado para ahuyentar el retorno de Macías, cuya cabeza, dicen, estaba enterrada bajo el púlpito del actor ladrón, sacerdote de una religión inmunda que practica sacrificios humanos mientras otras razas exploran espacios siderales exorcizando los mitos.

Unos días antes, surcando los aires del caos, una aeronave com motores cansados se precipitó en llamas sobre la selva de Baney, pereciendo todos sus ocupantes. Las almas de los pasajeros todavía vagan por los montes, esperando la sepultura. Han jurado vengarse del actor ladrón, el alférez Teodoro, aquel que se encumbró en el poder mientras sus compañeros sesteaban tras el delirio triunfante del 16 Termidor.

En la ciudad convertida en basurero nacional, la debilidad de sus habitantes se ha refugiado en la fe en el milagro que resucite el espíritu redentor del 16 Termidor. Aquel día lejano, unos soldados dejaron de creer en los blindajes de la brujería y se precipitaron contra el tirano Macias que yacía exhausto bajo los cacaotales, a la orilla del mítico Kie.

Malabo ya pertenecía al reino de los muertos y el hedor irrespirable que pululaba no provenía de los muertos en la fosa común caídos desde el cielo de Baney ni de los arrojados en noches lúgubres en la Playa Negra donde muere el contaminado Cónsul, sino del tufo de sus corazones aterrorizados por el Alférez Teodoro. El miedo huele a muerte.

En este 16 Termidor, Malabo descansa someramente tras la partida al hemisferio sur de los jinetes del apocalipsis, que han jurado volver para continuar con la muerte y el caos. En Annobón las hordas locas celebran al fin su conquista, con la muerte como espada, de toda la extensión de los antiguos territorios españoles del Golfo de Guinea.

La visionaria de Ndende nos predice 18 Brumarios con hombres-estado, cristos redentores y ángeles vengadores, que cambien el mundo fantasmal de zombis surgido tras el 16 Termidor, bajo la égida de un Alférez con vocación criminal.

Ha muerto el rey de Arabia,

los militares ocupan Mauritania,

los hombres-bomba aterrorizan Mesopotamia,

mientras el alférez-muerte celebra su locura en la tierra de Anbo,

con cacofonías insípidas y lúgubres algarabías.

Un triste día Termidor en Guinea

que reclama la insurgencia.


Nvo e´Zang Okenve Mituy Ada Mbo Ba

Fuente: propia

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