Los que actúan como un espejo mágico que sólo refleja las debilidades, haciendo que todo lo demás parezca falaz y superfluo, transformando la idea de víctima y de inocencia... A la gente normal le cuesta mucho identificar a ese tipo de personalidades. ”Cada pueblo tiene el tipo de gobierno que se merece”, dijo un gran intelectual africano. Las ansias por encontrar un mundo de buena gobernabilidad serán tanto más lejos cuanto cada vez seamos débiles ante las exigencias de nuestros derechos. Los derechos de todos los guineoecuatorianos, garantizados en la Ley madre: ”la Constitución”...

Estos días han cumplido centenares de lunas de pseudo-evangelización, de predicación, convenciendo al miserable y sufrido pueblo sobre nuestra activa participación en los males del pasado, causando cómo no el harto y el cansancio, como si nuestro único programa e ideario político fuera la impotencia de revertir los términos. ”Hemos conseguido la reconciliación”. Esto significa aceptar los errores del pasado y olvidarlos, para trazar un nuevo porvenir. Sin embargo, se constata el valor desigual concedido a la vida en los últimos años. Pues nadie, absolutamente nadie, puede elevarse como conciencia democrática y ejemplar ante los demás sobre el fuego y la muerte. Luego sus argumentos no pueden solucionar nada si bien son hogueras para seguir calentando el odio.

Cuando el expresidente senegalés, Addou Diouf se dio cuenta de que estaba a punto de perder la presidencia, y la perdió, frente al legendario opositor Abdoulaye Wade, intentó utilizar la ley del más fuerte, pero sus consejeros más directos le sugirieron que se retractara, porque es uno de los hijos de Senegal que más se ha beneficiado de las ventajas del Estado, y por tanto, ese no era el precio a devolverlo. Aceptó la derrota y felicitó a su adversario.

Aquí, este ejemplo va a misa. Obiang es uno de los que más se ha beneficiado de las ventajas de Guinea Ecuatorial. Estudió en la entonces Guinea Española, fue becario y ocupó importantes cargos en el ejército antes de subir al poder. Se ha hecho ”histórico” y vive absolutamente a cuenta del Estado desde los casi 21 años. A pesar de estas virtudes, se oye rumores como ”no saldré de aquí hasta que se produzca un nuevo tres de agosto”, ”proceso hereditario”.

Ignorar que Obiang protagonizó la más excitante experiencia de poder en este país no es hacer justicia. Sacó a Guinea del aislamiento internacional, introdujo una tibia democracia... Pero tampoco es hacer justicia si no reconocemos que la miseria, los errores de Gobierno, la corrupción y la excesiva permanencia en el poder han arruinado su mandato y originado el cansancio del pueblo. La decisión debe ser honesta. Corresponder a las aspiraciones del pueblo que durante tantos años le supo proteger y apoyar. Para ello, deberíamos reflexionar a cerca de la escasa categoría humana y profesional que hemos demostrado.
La crisis que hoy viven miles de guineanos en plena era de la modernidad, se resolverá únicamente con la decisión y firmeza de que carecen las instituciones que deberían enfrentarla y con instrumentos políticos. No con demagogia. Pero hace falta que se repita. Hace falta prevenir la próxima, porque la lista de alertas es larga.

Sólo con un cambio de política global a Guinea Ecuatorial puede evitarse el irnos de desastre en desastres y de lágrimas a más lágrimas. Y no sólo es cuestión de mucho petróleo, sino de una verdadera política de derechos humanos, de democratización, desarrollo humano y sostenible, de rendición de cuentas al pueblo y prohibición de la impunidad. Guinea no tiene tiempo que perder ni para recuperar todo lo que no se hizo. Debe incorporarse, a través de la libertad y de la educación, al siglo XXI, sin pasar por el que ya hemos perdido.

El poder debe arrepentirse ante el pueblo, admitir que ha cometido errores y poner un bálsamo en el alma a los guineanos. Ellos pueden aceptar que no recibirán enseguida lo que les hemos robado, y hay que tomar medidas concretas. (EDITORIAL-OPINIÒN/ Sábado 19 de Agosto 2000).


Fuente: LD

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