Humberto Riochí, portavoz del MAIB, 21 octubre 2011

Gadafi ha caído. Ya era hora. Se acabaron las deidades ficticias y las excentricidades abusivas. La obstinación de aferrarse a las asas del poder, y a perpetuidad, tienen estos desenlaces. Si los muertos pudieran ver, él mismo se escandalizaría del encarnizamiento al que fue sometido su cadáver. “Es este el destino inevitable que deben esperar aquellos que se empeñan en gobernar a sus pueblos con puño de hierro”, Barack Obama dixit ayer al enterarse de la muerte del ex coronel libio.

Después de Libia, la música tiene que ir a otra parte. Ahora toca Obiang, miembro de talla de este club que confunde la velocidad con el tocino, sin reparar que los veredictos del tribunal universal de la historia, aunque tarde, llegan y son inapelables. Y caerá porque la atmósfera en la que se desenvuelve torpemente su dictadura apunta hacia su fase crepuscular. Y será así porque se le achica cada vez más el espacio. Hace unos días, cosa impensable hasta hace poco, en el mismo espacio y al mismo tiempo coincidían, al socaire de las investigaciones contra una cleptocracia con copyright africano, la requisa de coches de su “Hijo Tonto” con el revés con grandes fondos perdidos por él mismo. Fondos colocados indisimuladamente en una puja compradora de votos africanos que, finalmente, no le han servido para embridar la situación de un premio de la UNESCO pensado para inmortalizar su nombre y maquillar una gobernanza irresponsable de 32 años.

Sin embargo, con todos los reveses, el gerontócrata de Akoakam sigue engordando sus desmanes con parches para burlar un revisionismo que presagia terremotos políticos de grado 9,9 en la escala sismológica de Richter. Con las exigencias de una primavera africana llamando a su puerta, en lugar de poner la razón a su servicio, adelanta el corazón sacando malas copias para salvar el expediente, despilfarrando el tiempo en la búsqueda de ganancias y cédulas de legitimidad internacional totalmente imposibles. La enésima entrega de su culebrón dictatorial esta vez la ha presentado como reforma de una Constitución que nunca contó con el beneplácito popular ni con una sanción democrática. Una reforma postiza, interesada e improvisada que pretende someter el próximo mes de noviembre a un “escrutinio controlado”, como solución de emergencia para taponar una hemorragia de décadas. Pero, ni por esas podrá detener ni reorientar un presente que escapa a su control. Como tampoco conseguirá los pingües beneficios del reforzamiento de las posiciones de su hijo, cara a una abdicación que se presume inminente para dar continuidad a la llamada “Operación Mongomo”. Teodorín, el Hijo tonto, ha estado descatalogado desde la placenta de su mamá y Guinea Ecuatorial, que se sepa, no es una monarquía.

Y vienen mal dadas para nuestro hombre. Hace no mucho, un informante de talla, metido en los intersticios de los servicios secretos occidentales, se aventuró a vaticinar que tan pronto se saldaran los problemas de la zona septentrional africana, los “grandes del planeta” tenían previsto seguir con la erradicación de los impresentables en la persona del “Destripador de Akoakam”. Un dato público y publicado en un medio occidental. Sea cierto o no, la de Obiang es aventura amortizada y nada enmendable, que empeora si se tienen en cuenta sus ridículas manías de grandeza de las que se sirve para disimular sus fobias. Se le están acabando los sorbitos de ambrosía y los apoyos de última hora que compra para ganarle tiempo al cronómetro de la historia. Por ejemplo, la soberanía financiera de Guinea Ecuatorial –cosa nunca vista- colocada en manos de la norteamericana Energy Allied International para compensar sus divorcios con otras firmas de prestigio internacional que le daban lustre, no puede soportar tanto desaguisado. No le salen ni saldrán las cuentas. Igual que en Francia, la justicia norteamericana ha decidido no sustituir una sola nota de la partitura compuesta para su desalojo. La prueba: la mansión de Malibú, yate, avión, incluidos el guante de Michael Jackson utilizado en la presentación de “Bad” y otros suvenires de la colección de Petit Dictador están siendo también confiscados en territorio yanqui. Pronto llegaran los vetos de entrada. Al tiempo.

El “yayo” de la gerontocracia dictatorial africana sabe que se está quedando sin combustible y sin surtidores en los que repostar para seguir en su cruzada victimaria contra lo que queda de provecho en un país que confunde con su heredad. Sus soportes existenciales se están deshilachando irremediablemente, pero al mismo tiempo le cuesta sacudirse el yugo de sus “rasputines” y el de su ego personal. Sus discursos cargados de oxímoron - dictador soy, democracias vendo- ya no los compra nadie. La muletilla de su condición de Presidente de turno de la UA en lugar de depararle reconocimientos con colegas occidentales, los ahuyenta. La borrachera de muerte y desolación que ha sembrado, los derroches desorbitados de los recursos públicos, su absolutismo feudal y un largo etcétera de capítulos están siendo utilizados como material para el tapizado de la estampa de su estigmatización y su irremediable agonía.

Pese a andar corto de entendederas, con estas, no sorprende que esté actuando como un pulpo en un garaje, haciendo convocatorias urgentes a sus ganapanes a “prietas las filas” porque, “como en Libia, el enemigo está al acecho para hacerse con nuestros bienes”. Una invitación más al paroxismo del absurdo. Como tampoco extraña que en lugar de cortafuegos con consensos internos, utilice guindas con relumbrón para acallar voces discordantes, asaltando a golpe de intimidaciones y de talonario a las formaciones UP y CPDS. Como el dadivoso Gadafi, cree que el tiempo y todos los actores del mundo mundial se plegarán sine die a sus caprichos mientras incrementa la carnavalesca naturaleza de un Estado en el que la legión de chorizos que ha creado está dejando sin pan a inmensas mayorías.

Pero esto se acaba. Porque el mantra que llamamos comunidad internacional está pendiente de certificar el acta de defunción de una dictadura de 43 años. Todo lo que nos falta en el horizonte es el alumbramiento de una contestación social que pueda ayudar a precipitar la voladura de los plomos y fusibles de una obianguemada sinrazón, trituradora de derechos de toda laya. Macías fue detenido huyendo en las espesuras de bosque; Sadam Husein y Gadafi vivieron como ratas hasta que les llegó la hora. Obiang tiene la oportunidad de elegir entre una renuncia a tiempo o…. Es la hora de los guineo ecuatorianos.


Fuente: bosila

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