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URGENTE -- La epidemia de cólera en Guinea Ecuatorial amenaza con reducir la población de Bioko. Mas de doscientos muertos según fuentes extraoficiales. El régimen reconoce sólo 30 víctimas publicado por: F, amba amba el 23/03/2005 2:00:19 CET
Madrid.- 23 de marzo de 2005. Tan mortal y hasta ahora fuera de cualquier control sanitario, la epidemia de cólera, declarada a mediados de febrero, se ha convertido en la principal causa de defunciones en la isleña región de Bioko, que alberga la capital de Guinea Ecuatorial, Malabo. Un promedio de entre tres y cinco cadáveres son sepultados diariamente en los cementerios, principalmente el de Malabo, donde se ha llegado a enterrar a 30 cuerpos en un solo día.
Fuentes extraoficiales hablan de hasta más de dos centenares y medio de muertos, mientras las autoridades sólo reconocen 30: mujeres, hombres, jóvenes, niños y ancianos, se extenúan en sus chabolas y en los inoperantes centros sanitarios, ante la impotencia de sus familiares y del personal sanitario, que se queja de la falta de medicina y de los mínimos instrumentos técnicos profesionales para atender a los pacientes, ya de por sí moribundos por la pobreza y la miseria generalizada. “Esta epidemia no tiene piedad y se contagia con toda criminalidad, que da igual acabar con una familia entera, padres e hijos incluidos”, comentan los capitalinos.
Ni el tiempo, ni mucho menos la “raquítica” ayuda de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de ciertos países occidentales, tanto en personal médico como en medicamentos, ha contribuido en nada para reducir el brote de la epidemia, en una isla eternamente azotada por la insalubridad, el afinamiento en las chabolas, falta de agua potable y del alcantarillado subterráneo y, en ultima instancia, por la contaminación medioambiental ocasionada por la explotación indiscriminada y descontrolada del crudo en las costas de Bioko por las petroleras norteamericanas.
La tercera potencia productora del petróleo en África, con cerca de 500.000 barriles por día, está pagando así un alto precio por mediocridad de sus gobernantes en la gestión de la cosa pública. El país no dispone de infraestructuras sanitarias básicas, viviendas adecuadas, luz eléctrica ni agua potable, a pesar de su elevada renta per cápita y del constante crecimiento del Producto Interior Bruto, PIB. Por el contrario, la insaciante elite gobernante está cada vez más obsesionada por la corrupción, el despilfarro de los fondos públicos y el amasamiento de la riqueza nacional en países occidentales, donde albergan importantes negocios, mansiones y cuantiosos millones de divisa.
La epidemia que, por otra parte, ha empezado a causar estragos en la región del Litoral-Bata, tiende ha convertirse de esta forma en una enfermedad endémica, como otras tantas, ante la acuciante carestía de medios de subsistencia en el 80 por ciento de la población, que tiene que ingeniárselas como pueda para acceder a las migajas que “echa” la oligarquía y sus caciques, únicos detentores del bienestar social, económico y político del país.
Los médicos, dentro de su modestia profesional, siguen sin identificar el principal foco de la epidemia, la segunda de esta gravedad que se registra en Guinea Ecuatorial después de 1994, cuando la denominada diarrea “mucosanguinolenta” acabó igualmente con la vida de centenares de ciudadanos en todo el territorio nacional. Sin embargo, la opinión más generalizada, incluso en sectores oficiales, apunta el agua como foco primario.
Pero esto es Guinea Ecuatorial, un país caracterizado por la discreción de datos oficiales, que son considerados como secretos de Estado, y máxime cuando ponen en tela de juicio los intereses de la dictadura. De hecho, desde que se declaró el brote, el Gobierno no ha hecho pública ninguna medida de prevención. La población, sumida en esta ignorancia, víctima de la desvergüenza gubernamental, sigue sucumbiendo ante el incógnito virus diarreico. Esto no ha impedido, sin embargo, que los guineanos, muy proclives a comentarios brujeriles cuando su capacidad de comprensión no da para más, formen sus propias hipótesis sobre el mal que les atormenta.
Los ciudadanos empiezan a rumorear que la epidemia se desencadenó de los “oráculos” brujeriles del presidente Obiang con sus hechiceros, que después de una sesión de vudú vertió la mierda y las malezas utilizadas en la fuente de Banapá, que abastece de agua a la ciudad de Malabo, a través de las destartaladas instalaciones, ya oxigenadas, legadas por los colonos españoles.
Cierto o no, la opinión malabeña no está lejos de la verdad. El déspota centroafricano gobierna el país como un delincuente habitual y recurre a cualquier medio pérfido con tal de mantener a los ciudadanos en la más absoluta desesperación, conocedor de que cualquier pueblo miserable y oprimido es fácil de dominar. En Guinea, la opresión no sólo es política, sino económica y social, y una inmensa parte de la población no puede satisfacer sus elementales necesidades de supervivencia, debido a una política gubernamental marcadamente innoble, que desiste en desarrollar proyectos de justicia social y de bienestar para todos.
La esperanza de vida en Guinea ronda en torno a los 45 años y la principal causa de mortalidad tanto en niños [800 de los 1.000 niños nacidos mueren antes de cumplir cinco años] como en adultos sigue bordada por enfermedades evitables, debido a la falta de un servicio sanitario equilibrado. Allí, la malaria es endémica y el SIDA ha comenzado a producir estragos y el 16 por ciento de la población son VIH positivos. En estas condiciones, cualquier brote epidémico se propaga con facilidad y solo la selección biológica puede frenarlo.
Nota: Fuente: Afrol News / El Muni
Fuente: GOBIERNO EN EL EXILIO
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