El mundo ha sido secuestrado por terroristas y dictadores

En el continente africano, hay gobiernos que colaboran con los terroristas y se comportan de igual modo como auténticos terroristas y bandoleros mafiosos exterminando vidas humanas. Y la paradoja nos lleva a no entender el por qué esos gobiernos están siendo apoyados por las democracias occidentales que hoy, a su vez, se ven golpeados por el terrorismo internacional.

EL MUNI. OPINIÓN, mayo 2004.
RAMÓN N’NAR NSIE.
Solidaridad y más solidaridad, es el clamor universal que se oye en todo el mundo. La humanidad parece vivir momentos de autentica cruzada de bandas terroristas y de dictaduras contra los valores de la ética, la libertad, democracia y de paz de sociedades de pueblos de la comunidad internacional. Estamos viviendo tiempos de desconcierto y de incertidumbre a escala planetario. Por un lado los terroristas con sus camaleónicas fisonomías, cada vez aumentan su cuota de víctimas con sangrientos atentados por toda la geografía mundial. Ningún país se libra de la masacre brutal que por doquier siembra lo que se ha llamado terrorismo internacional.
Por otro lado, asistimos estupefactos el recrudecimiento de la barbarie de los regímenes dictatoriales y sanguinarios en Guinea Ecuatorial, en Zimbabwe, en Cuba, en Haití o en Corea del Norte, donde los dirigentes de esos países se emplean a fondo para ”perfeccionar” sus prácticas represivas y asesinas selectivos contra sus oponentes políticos y contra la población civil indefensa.
Jamás me he conmocionado como antes lo había hecho. La terrible noticia de los atentados terroristas en Madrid resume el drama de odios y de miserias que vive el mundo. Los terroristas han vuelto a dibujar un cuadro dantesco como su huella característica, esta vez en España. Las cifras oficiales revelan un resultado escalofriante: 200 muertos, cerca de 1500 heridos, medio centenar muy graves. ¿hay ser humano que puede quedar indiferente ante una carnicería de estas magnitudes? Desgraciadamente sí.
Los desalmados que matan con bombas y pistolas a ciudadanos inocentes e indefensos, y también aquellos que torturan y asesinan a personas por perpetrarse en el poder de forma injusta y antidemocrática, son los que se complacen con la muerte y el dolor de sus víctimas. A esos asesinos, dictadores y terroristas que menosprecian la vida humana menoscabando la libertad, la pacífica convivencia y los derechos humanos, no merecen ser considerados personas con sensibilidad humana. Son auténticos demonios con rostro humano que se disfrazan de ciudadanos.
Desolación y mucha pena son sentimientos que nos embargan en estos momentos de duelo intenso. Una vez más se cumple el dicho que reza: el hombre es un lobo para el hombre (homo homini lupum est). Sabiendo la profunda verdad que encierra este milenario refrán, ¿por qué buscamos contestaciones a los males de la especie humana, si los hombres no hacemos sino dedicarnos a mantener comportamientos que nos conducen como ciegos a nuestra propia destrucción? Es demasiado duro, pero hay que decirlo así: El mundo está secuestrado por terroristas y dictadores que marcan las reglas del juego en la escena de la actual política internacional; quieren imponer ( y lo están consiguiendo) criterios para lograr doblegar a todo el mundo, incluido las democracias de larga tradición.
Mientras nos preparamos para expresar unánimemente una repulsa contundente a los atentados terroristas, los líderes mundiales de las democracias más avanzadas, las grandes empresas multinacionales, organizaciones internacionales y hombres sensatos y de bien, deben ir preparándose ya en cómo liberar a la humanidad de la plaga de dictadores asesinos y de terroristas fanáticos, porque el mundo necesita un nuevo enfoque en las relaciones internacionales y de cooperación.
Es el hombre quien apoya a los terroristas para que sigan cometiendo atentados; es también el hombre quien ampara hoy a las dictaduras que violan derechos humanos, torturan y asesinan impunemente a sus ciudadanos. Todo se traduce en una consecuencia trágica. La muerte y el dolor no conocen fronteras, no distinguen la raza ni el color de la piel; los hombres hemos contribuido a que la mezquindad de la maquinaria del mal y de las injusticias sociales se conviertan en un fenómeno global. La conclusión es que el mundo es un infierno, un infierno que solo podemos acabar si llevamos a cabo un profundo replanteamiento de las políticas actuales a nivel mundial.
El engendro de la globalización tiene que ser enfocado desde una vertiente humana, para que el ser humano y su dignidad se miren como preocupación fundamental y prioritario de los gobernantes de todas las naciones. Los hombres que defienden los valores de la libertad y la democracia tienen ante sí motivos que llaman a la reflexión sobre si merece la pena hacer concesiones políticas o económicas a los terroristas de todo el mundo o a dictaduras como la de Teodoro Obiang de Guinea Ecuatorial, para que sigan llevando a cabo sus sanguinarios planes contra ciudadanos que quieren vivir en paz y en democracia.
Hoy son los españoles los que lloran en la impotencia más absoluta a sus víctimas de los atentados. Ayer fueron los norteamericanos los que lloraban a los suyos el pasado 11 de septiembre. Mientras el mañana nos acecha con el guiño de la incertidumbre, no sabemos dónde y en qué lugar los terroristas escenificarán sus satánicas hazañas. Lo único que sabemos es que detrás de cualquier asesinato o detrás de cualquier acto terrorista se esconden unos intereses de hombres con mucho poder capaz de inflingir daño a la libertad y al sistema de valores democráticos.
En el continente africano, hay gobiernos que colaboran con los terroristas y se comportan de igual modo como auténticos terroristas y bandoleros mafiosos exterminando vidas humanas. Y la paradoja nos lleva a no entender el por qué esos gobiernos están siendo apoyados por las democracias occidentales que hoy, a su vez, se ven golpeados por el terrorismo internacional.
ETA o Alqaeda, no importa cuál de las dos bandas terroristas se manifieste autor responsable de los atentados del 11-M; pero lo cierto es que, ya existe una situación de crisis generalizada en todo el mundo. En España, por ejemplo, los terroristas y los que les apoyan consideran y justifican sus matanzas explicando que la España constitucionalista está en crisis, la Constitución nacida en 1978 está agotada, el cambio constitucional es una necesidad y, por tanto, necesita ser reformada o replanteada desde la base del federalismo o de la división o ruptura total de territorios con el Estado español. Una tesis evidentemente inaceptable para los demócratas españoles quienes consideran que los 25 años de la democracia española no se deben desechar con la reforma de la actual constitución.
Lo que está claro es que, todas las sociedades, llegados a un cierto estadio de su vida política, económica, o cultural suelen reclamar de sus autoridades reformas a cualquier nivel y según circunstancias que requieran una renovación de la convivencia ciudadana. Pero, a veces la intransigencia de los dirigentes de turno suele provocar criterios enfrentados que pueden ser evitables si se hiciera uso de la tolerancia y el dialogo social y político como instrumentos para resolver discrepancia en democracia.
Los dictadores de baja ralea y los terroristas desalmados no cesarán en sus criminales empeños mientras tambalean los cimientos éticos y morales que sustentan las democracias en todo el mundo. Cimientos nada consolidados sobre todo en aquellos países que están siendo gobernados por sistemas dictatoriales, donde la vida y la dignidad humana no se respetan y la situación de zozobra política es perenne.
En efecto, las atrocidades que cometen los dictadores como Teodoro Obiang, Robert Gabriel Mugabe, entre otros, son actos terroristas e inhumanos perfectamente equiparados con el terrorismo internacional, es el llamado el terrorismo de Estado el que practican los dirigentes africanos que son arropados por los gobiernos democráticos occidentales. Hay una lógica incuestionable, que mientras éstos sigan apoyando a los dictadores-terroristas, el mundo difícilmente se salvará de las carnicerías humanas como las que nos ha tocado vivir en España. El mundo no debe seguir impasible mirando por el otro lado cuando miles de personas son asesinadas de forma salvaje por terroristas y dictadores en todo el mundo. ¿A caso el derecho a la vida, a la libertad y a la democracia es privilegio para unos pocos?
Es evidente que, ante calamidades como las que comentamos solo cabe una solución: que las sociedades civilizadas que son aquellas que han alcanzado alto grado en el respeto de los derechos humanos de sus ciudadanos, se movilicen de una vez por todas para acabar con los terroristas y las dictaduras que hoy constituyen una lacra y una vergüenza para la humanidad del siglo XXI.

NOTA
Este artículo forma parte de la serie de publicaciones que el periódico EL MUNI y la ASOLPEGE_libre han preparado sobre la obra periodística de Ramón N´ NAR NSIE para conmemorar el primer aniversario de su fallecimiento, el 12 de octubre de 2005

Fuente: EL MUNI | RAMÓN NŃAR NSIE

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