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LA OTRA CARA DE LAS NOTICIAS SOBRE LA INMIGRACIÓN DE LA JUVENTUD AFRICANA HACIA EUROPA publicado por: Bony Evha el 11/10/2005 12:36:16 CET
LA OTRA CARA DE LAS NOTICIAS SOBRE LA INMIGRACIÓN DE LA JUVENTUD AFRICANA HACIA EUROPA
1. África, sociedad confusa.
Si tuviéramos que destacar alguna de las características generales de los países de la moderna sociedad africana apuntaríamos las confusión en primer lugar. Las razones de la confusión en la que se encuentran inmersas las sociedades de la casi totalidad de las naciones africanas, en general, y del África negra, en particular, son diversas.
Cuando uno se pone a estudiar y analizar las causas de la crisis integral que padece África, acaba descubriendo que la primera razón de su confusión parte del hecho de que los africanos, en buena medida, pasaron de ser actores hasta verse sometidos a meros observadores de su propia historia.
Las primeras incursiones y progresivos asentamientos de inmigrantes “sin papeles” venidos de Europa (portugueses, ingleses, franceses, belgas, españoles...) a partir del siglo XIV hasta el gran reparto de África en el Congreso de Berlín celebrado entre 1884 y 1885, llegando a las “independencias” de los años sesenta; todo ello da fe de que durante algo más de cinco siglos la explotación integral del continente pudo conducir a no pocas situaciones perturbadoras del orden social de los pueblos y habitantes del África ancestral.
La impuesta estructuración de la sociedad africana a partir del concepto euro-occidental de nación, clases sociales, etc. no correspondía ni respondía a la realidad socio-cultural de la gran mayoría de los pueblos africanos. Dicho de otro modo, el término país o Estado elaborado en la cultura occidental no tiene un encaje adecuado en la cultura del África tradicional; es más, el entramado estructural y orgánico de la sociedad de muchos pueblos del África negra hunde sus raíces más profundas en los sistemas de parentesco clánico-étnico que desborda el principio de territorialidad al estilo euro-occidental mal adaptado en África por el sistema colonial.
Otro de los condimentos para el guiso de la confusión de los pueblos africanos fue la compraventa de sus hombres. Para la producción de la riqueza en el continente americano, la principal riqueza que África aportó forzosamente a Europa fueron sus personas. El trato que entonces recibió el hombre africano no fue amigable ni mejor, en muchos casos, que el que se da a los animales. En la compra o simplemente captura de esclavos sólo se escogían a los mejores, a los más fuertes, a los jóvenes, a la gente en edad de producción y de realizaciones. En África sólo se iban quedando los ancianos, los niños, los enfermos y los “negreros” nativos que participaban y colaboraban con los traficantes europeos de hombres.
Como era de esperar, el hecho de que algunos nativos africanos participaran en la captura de sus hermanos fue desencadenó luchas fratricidas y divisiones, hasta el extremo de que los valores de la cultura ancestral terminaron por entrar en crisis. La desconfianza que desde entonces se fue sembrando entre africanos pudo nacer de las traiciones entre paisanos en beneficio de los ocupantes euro-occidentales. La situación actual respecto del trato de los ricos y abundantes recursos naturales de África y las complicidades existentes entre las empresas nacionales, mal llamadas “multinacionales”, de países industrializados y los títeres gobernantes o, mejor dicho, dictadores clientes de las naciones africanas, cuyo comportamiento no dista mucho del que tuvieron los “negreros” nativos durante la trata de las personas africanas. De una sociedad de vida colectiva y sin estamentos a la occidental África pasó a una cultura de lucha por la dominación y posesión de tierras (“la ley de terrenos”), armas de fuego para la implantación del “orden” del más fuerte o mejor armado, como ocurría en la Edad Media euro-occidental. Sin tiempo para la asimilación de la impuesta cultura colonial, luego de haber roto los cimientos de la cultura y del orden social africano, llegaron las “independencias” de los años sesenta que seguirían bajo otra forma de control que Aminata Traoré, ex ministra maliana de Cultura y una de las fundadoras del Foros Social Africano, nos describe en los siguientes términos: “a través de las instituciones financieras internacionales nuestros antiguos amos siguen decidiendo por nuestros pueblos, como en el pasado, con la diferencia de que nosotros ya no tenemos legitimidad para denunciarlos y condenarlos porque ahora pretendemos ser independientes. El voto que podría corregir tantas injusticias y aberraciones se ha convertido en una mascarada. Sólo se aprovechan de él los elegidos en las urnas, motivados por el control de los bienes públicos y de las instituciones para enriquecerse impunemente”. Por tanto, se puede demostrar que varios países de la actual Europa unida no dejan de ser, en mayor o menor medida, cómplices directos del origen de los conflictos que hoy los medios de comunicación de masa occidentales presentan a menudo como asuntos de única raíz africana. Y como intelectuales, nuestra responsabilidad es descubrir las medias verdades y la dosis de cinismo que se emite aquí a cerca de la caótica situación socio-política y económica de África. El presente fenómeno de la inmigración de los jóvenes de los países de África negra hacia la Europa enriquecida hunde sus raíces en los problemas estructurales que Francia, Inglaterra, Bélgica, Portugal, entre otros, contribuyeron a su creación en los otrora territorios coloniales de dichos países en el continente africano, territorios coloniales hoy bautizados, con alta dosis de cinismo y descaro, de “tercer mundo”. Los pecados que la Europa colonialista cometió en África, junto con la demagogia de los inapropiados dirigentes nativos que dicha Europa “promocionó” y sigue promocionando en el continente africano, han dado lugar a que en África la casa se empezase a construir desde el tejado, es decir, la realización de las reformas políticas antes que las culturales, económicas y sociales. La lástima está en que ni Europa ni sus “promocionados” en África dan señales de arrepentimiento de sus pecados; mientras tanto, la gente joven de esos países seguirá llamando a las puertas de la Europa opulenta en forma de inmigrantes “sin papales”.
2. El nacimiento de las actuales naciones africanas
Bien adentrado la segunda mitad del recién terminado siglo XX (años 60), en África empezaban a nacer países de nombres conocidos en el contexto de la organización Naciones Unidas –nacida tras la Segunda Guerra Mundial- y con arreglo a la carta de los Derechos Humanos –promulgada tras la Revolución francesa-. Dichos Estados iban surgiendo en base a las reivindicaciones de los nativos de las diferentes zonas confiscadas por inmigrantes de diversos países europeos que ahí se establecieron ilegalmente para hacerse o apropiarse de los recursos naturales de aquellas ricas tierras. En aquel entonces en África habitaron inmigrantes europeos sin que nadie les exigiera papeles ni permisos de trabajo. Tampoco tenemos datos históricos que nos indiquen que los legítimos dueños de aquellas tierras se hubieran puesto a elaborar ley de extranjería alguna por la avalancha de europeos de entraban en África para conseguir mejores condiciones de vida mediante la explotación de minerales, madera, café cacao, entre otros monocultivos de exportación, y la mano de muchísimos hijos de África que contribuyó a engrosar la seguridad social concentrada en sus correspondientes “madres patrias”. Sin embargo, uno de los grandes problemas que los inmigrantes europeos encontraron en África fueron sus propias ambiciones de ocupación y su gran afán por poner barreras o fronteras entre tierras. Esta actitud les condujo a muchos enfrentamientos brutales entre ellos mismos hasta que se celebró la Conferencia de Berlín (1884-1885) donde tuvo lugar el reparto de las tierras africanas con arreglo a la ley del más fuerte de aquel entonces. Por tanto, desde 1885 los países europeos reunidos en Berlín extendieron sus territorios nacionales en las tierras africanas que les correspondieron en el reparto. Por desgracia, el complejo de superioridad de la civilización occidental frente a otros pueblos de la tierra desencadenó la aculturación de África. El encuentro cultural entre europeos y africanos no llegó a plantearse desde la dignidad y respeto mutuo necesarios, hasta el extremo de que los administradores coloniales asignados desde las metrópolis cometían sistemáticamente aberraciones y sinsabores. La justicia, la paz y la convivencia social se plantearon desde la humillación y el desprecio a los nativos africanos hasta la pérdida de personalidad jurídica, sólo algunos “emancipados”, es decir, quienes se integraban o tomaban los usos y costumbres de la metrópoli en detrimento de su propia cultura llegaban a conseguir, en menor medida, cierta y limitada consideración. Esta falta de tacto de la administración colonial condujo y obligó a los africanos a reclamar sus derechos hasta que en los años sesenta llegaron las “independencias”, surgiendo así los países con nombres propios que actualmente nos muestra el mapa político africano. En última instancia son naciones montadas por las metrópolis europeas que se adueñaron de aquellas tierras a partir del susodicho reparto.
Actualmente la atención que reciben los estados africanos, en sus respectivas crisis integrales, desde sus antiguas metrópolis suelen ser de reacciones solidarias como espectáculo mediático y como apoteosis de la buena conciencia del “primer mundo” para con los países “pobres”, de ahí el gran juego de la proliferación de las llamadas ONGs (“Organismos No Gubernamentales”) mantenidas a base de limosnas con las que, a su vez intentan, con toda la buena voluntad que les mueve, demostrar su afán de lucha por los subdesarrollados. Mientras que, por otro lado, con el tráfico del material bélico producido en el mundo desarrollado se obtiene anualmente más de 40.000 millones de dólares.
Calificar a los africanos de inmigrantes ilegales, por ejemplo en Francia, en el Reino Unido, en Bélgica, en Portugal o en España puede resultar políticamente correcto y hasta legalmente cierto siempre y cuándo que partimos de los supuestos de la teoría política occidental; pero si desde otro punto de vista partimos de otros supuestos igualmente legales y ciertos, entonces llegamos a considerar el actual fenómeno de las “pateras” como una justa devolución de la visita no convenida que, en otro tiempo, África recibió de Europa. Y a partir de aquí no sólo deja de parecer justo, sino que además raya el cinismo el que buena parte de Europa trate de “ilegal” al efecto “pateras”. Es más, podemos demostrar, sin ningún miedo a equivocarnos, que los africanos que hoy por hoy llegan en las pateras a las costas europeas son implícitamente ciudadanos europeos “fabricados” en África, son “ingleses”, “franceses”, “portugueses”...; pues deberían ser acogidos en sus respectivos países de origen como lo sugiere Cecilia Bartolomé: “Lo mínimo que España podía haber hecho por decencia si ha dejado una situación caótica en Guinea al descolonizar, y si algunos vienen a la península, es recibirles como españoles que les ha obligado ser. Tratarles de inmigrantes, darles la patada y considerarles como apátridas, me parece algo humanamente vergonzoso... Si algo tenía que ser obligatorio en las antiguas metrópolis es la doble nacionalidad para con esa gente que han colonizado. La primera norma de justicia elemental que se debe cumplir como compensación es que tengan los mismos derechos que los españoles, puesto que estuvimos sacándoles las materias primas durante cierto tiempo. Esa sería una reivindicación que ellos mismos tendrían que defender”.
3. El desajuste de la autoridad social en África
Hemos comprobado que tanto la toma como la división de las tierras y pueblos africanos sin la participación de los nativos del continente supuso un cambio brusco en detrimento del orden socio-cultural del África pre colonial. Ello nos conduce a afirmar que si África no hubiera conocido la colonización sería otra África diferente a la que salta hoy en los medios de comunicación “primer mundistas”. Estamos convencidos de que todos los pueblos, culturas y civilizaciones han tenido y tienen inteligencia, posibilidades para transforma el mundo o el espacio ambiental que les haya tocado vivir bajo su propio ritmo e historia, con sus luces y sombras. Vamos a explicar más lo que acabamos de afirmar con el siguiente ejemplo: El orden socio-cultural del África bantú pre-colonial tenía su centro en el “Abahá” o casa de la palabra. Etimológicamente la palabra “ procede de la raíz bantuófona “abá” que significa repartir, “abahá” es centro de equidad, “abehá” escuchar. Este trío de palabras tiene un solo significado: Justicia social. Por lo que en el África Bantú para llegar a ser autoridad había que encarnar los valores de equidad y justicia social conseguidos desde el entrenamiento para la austeridad en orden a fomentar el bien común. De este modo, los jefes o los políticos de oficio del África ancestral tenían que dar pruebas de su falta de ambición de riquezas para ocuparse de la protección del bien común. En la etnia Fang el rico o el “NKÚKÚM”, del verbo “akum” que significa perseguir, de “akúm” que significa riquezas y de “nkum” que significa tronco o palo tronco seco de un árbol sin vida. Literalmente la palabra “NKÚKÚM” se traduce como “perseguidor de riquezas”. Por tanto, los ambiciosos o perseguidores de riquezas no eran aceptados para la jefatura política en la Guinea Ecuatorial pre-colonial habitada por los Fangs o por otros grupos bantús que conforman la actual Guinea E., puesto que darle el bastón de mando a un perseguidor de riquezas podía desencadenar enorme desorden en la administración del bien común. Por eso el sustantivo “NDJUÉ” o autoridad, que viene del verbo “adjuiñ” que significa perdonar o liberar, reconciliar; era quien encarnaba la generosidad, y sólo alguien esas características podía llegar a la jefatura política o gobernar.
Si comparamos el sentido de la autoridad del mundo bantú pre-colonial con la estructura social de la alta y baja edad media del mundo europeo comprobamos que en este último la autoridad se identifica con la posesión de riquezas, vasallos, tierras, castillos y una comitiva armada de caballeros para mantener el orden establecido y defender las fortalezas confiscadas en las batallas.
Uno de los grandes aciertos que las metrópolis europeas tuvieron para eclipsar la cultura africana hasta el estado actual de crisis integral fue, y sigue siendo, la captación de nativos africanos aptos para traicionar el bien común en beneficio individual. Esta situación comenzó a producirse desde la trata de las personas africanas y sigue vigente en el momento presente, su expresión más clara queda patente en la clase política gobernante cuando, en lugar de velar por los intereses, el progreso firme e integral y la vida digna de sus respectivos pueblos, se dedican a comprar armas y a realizar ilegales transferencias multimillonarias hacia las entidades bancarias de los amos de siempre para defender un poder sin poder.
En conclusión, aquí hemos querido descubrir ciertas verdades, desmontar tópicos y contrastar versiones de información que, habitualmente, nos presentan los medios de comunicación concomitantes con el poder político en la llamada sociedad globalizada ante temas actuales como es el caso del flujo migratorio de africanos hacia Europa. Lo que nos debería quedar claro es que quien sale mal parada en este caso es el continente africano, porque el fenómeno “pateras” trae a gente joven y fuerte, gente en edad de producción, gente capaz de trabajar, enriquecer a los amos como ocurrió en otro tiempo con la mano de obra forzosa que África puso en las Indias Occidentales –hoy primera potencia mundial-. Por tanto, este potencial humano que llega en las pateras no deja de ser un bien grande para Europa, por más que ciertos humos de cinismo los traten de ilegales o sin papeles, son gente que viene dispuesta a realizar tareas que un buen número de ciudadanos europeos de derecho no dejarían el paro para ocuparse en esas actividades. Es África la que vive, una vez más, bajo la amenaza de quedar sin productores ni jóvenes a la que la falta de horizontes y de oportunidades en África impulsa a tener que venir a vivir en condiciones de semiesclavitud en los mares de plásticos de los campos agrarios del sur de Europa. Mientras tanto, sus ricos países en riquezas naturales siguen convertidos en el escenario de prueba del material bélico que mide el pulso de las potencias para seguir expoliando de forma casi gratuita sus materias primas para el mantenimiento de las industrias de tecnología punta.
4. A modo de conclusión.
De la pobreza de África tienen mucho que ver los mismos africanos; pero también depende, en mayor medida, de quienes han intervenido y tienen muchas cuentas que dar en la historia de África.
La actual inmigración de jóvenes africanos hacia Europa no obedece a causas naturales, sino que es una inmigración provocada artificialmente por los intereses de perpetuo dominio del “primer mundo” sobre el “tercer mundo”. Este último es un concepto que fue fabricado cuando las colonias asiáticas y africanas empezaron a reivindicar su autodeterminación en los años cincuenta, su finalidad última hunde sus raíces en el deseo de manipulación psicológica de las masas.
Por eso suscribimos la observación de Muhammad Yunnus –economista de Bangladesh-, el inventor del micro -crédito (1974), en su Conferencia pronunciada en la Fundación del Pino decía: “Cada ser humano está dotado de una enorme capacidad, una enorme potencialidad, pero la sociedad no permite que ésta salga. Utilizo el ejemplo de un árbol bonsái. Es un árbol grande y alto, pero al ponerlo en una pequeña maceta, sólo se convierte en un árbol pequeño. No crece más porque no tiene el apoyo para crecer. Las semillas son las mismas, pero debido a que el apoyo es muy pequeño no crece. Los pobres son iguales que cualquier ser humano, con toda la capacidad que tiene cualquier otra persona, pero no tienen el apoyo de la sociedad. No tienen el mismo apoyo que los demás. Por tanto, son pequeños. Y los miramos como un poco negligentes, (“mira, no han crecido, son pequeños”). No nos sentimos responsables. La pobreza no es creada por los pobres. La pobreza es creada por el sistema que hemos creado alrededor de ellos. Por tanto tenemos que volver al principio y enterarnos cuáles son las instituciones que les rechazan, que no les prestan servicio, que no les ofrecen las mismas facilidades que a otras personas...”
El empobrecimiento de África es consustancial al sistema de relaciones políticas, culturales, económicas, comerciales y sociales establecidas entre Europa y África desde la colonización esta nuestros días. Todo problema estructural debe partir también de salidas o soluciones estructurales. Como afirmaba el filósofo católico francés Emmanual Mounier, creador del personalismo comunitario, “Me gustaría que muchos africanos cultos e instruidos se vuelvan hacia esas raíces profundas y lejanas del ser africano, no para empacharse de folclore y tropezar luego, desorientados, con el mundo moderno, sino para mirar y sentir las raíces africanas de la civilización euroafricana, con el fin de que esa elite no sea un elite de desarraigados”. En su propuesta de la nueva “civilización euroafricana” basada NO en relaciones de explotación de Europa para con África o en la economía de esclavitud instalada en este continente, sino en relaciones de igualdad, respeto y promoción estructural. Mounier añade que el continente africano ha padecido el choque de una colonización europea poco amigable.
“Los africanos –subraya Mounier– han vivido un equilibrio de vida antes de conocer a los blancos. Descubrirán otro el día que se forme, por caminos aún no previstos, la civilización euroafricana. El drama de las generaciones intermedias que ahora vive es que, desprovistas de un África histórica, inadaptadas a la Europa blanca, atraídas por ella y rechazadas por sus desprecios, permanecen irremediablemente desgarradas. Los colonos en seguida comentan el orgullo del negro, su suficiencia, su racismo en sentido inverso. Lo que no ven es que este orgullo, este racismo los hemos cultivado nosotros, lo mismo que el orgullo y el racismo judíos con nuestra propia vanidad racial. Tras esas reacciones de superioridad pueril, se mueve suplicante un complejo de inferioridad. La mayor parte de los negros se avergüenzan de serlo, secreta negrura que no asumen sino que les obsesiona hasta en su altivez. Les hemos provocado esa vergüenza y tenemos el deber de quitársela...” Cree que, de este modo y a pesar de las vejaciones y los crímenes cometidos con los africanos, existe la posibilidad de una nueva conquista de África, “una conquista de la amistad”. Pero NO parece que las actuales fronteras que Europa tiene construido frente a África están haciendo recapacitar a la esta Europa enriquecida, y lo peor NO son las alambradas visibles de Ceuta y Melilla, sino otras ENORMES FRONTERAS INVISIBLES QUE PERMANECEN HOY EN LA MENTE DE LA POLÍTICA EUROPEA PARA CON ÁFRICA.
Fuente: Propia
¡Nota importante! El contenido de los artículos publicados no refleja necesariamente la opinión de la redacción de guinea-ecuatorial.net Véase también la declaración sobre el uso de seudónimos
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