La palabra como derecho

...A pesar de la guerra no declarada al verbo, éste seguirá retumbando con fuerza cuando se tenga que condenar toda clase de impertinencia de los depredadores de las libertades en todo el mundo... El hombre moderno encuentra en la palabra su razón de ser, su baza para reafirmarse en la sociedad y un instrumento para expresar sus sentimientos y sus emociones solo recurriendo al libre albedrío al que antes hacía referencia. Las culturas perviven en el tiempo gracias al valor de la palabra. El compromiso del escritor con la palabra permite que las culturas se desarrollen, gracias a ese vehículo de las ideas, creadora de mitos, forjadora de memorias y expresión de la democracia.


EL MUNI, Mayo de 2004
Ramón N’NAR NSIE
Ninguna persona tiene derecho a silenciar la palabra de aquellos que tienen sed de ella; como tampoco nadie tiene derecho a quitarle la vida a otro. Porque tanto la palabra como la propia vida son un derecho para el hombre prestados desde la providencia divina. Dios, el Hacedor de todas las cosas, creó al hombre a su imagen y semejanza y le dotó de aliento (alma) y el don del verbo, como muestra de su infinito amor a su criatura. Podemos afirmar que la palabra nace de Dios y prestada al hombre para su uso responsable desde el ejercicio del libre albedrío. Solo la muerte, la única y misteriosa agente de Dios puede y tiene la indefectible misión de confiscarnos el verbo cuando nos ha tocado marchar de este mundanal ruido.
Mientras no ha ocurrido eso, mientras esperamos la muerte, todos los hombres tenemos derecho a la palabra. El uso comedido o libertino de la misma depende exclusivamente del hombre. Es decir, el hombre con la palabra puede alcanzar su propio bien y el de los demás construyendo escenario de diálogo y de entendimiento; componiendo versos de amor o preceptos que hagan agradable la convivencia humana. Pero, puede también utilizar esa misma promisión como géiser de encarnizadas luchas entre personas, como ocurre ahora. Muchos utilizan ese don de Dios para cultivar la semilla de discordias, de odios para su propia perdición y la de sus congéneres.
Conflictos de relevancia actual: Irak, Afganistán, el de los israelíes y palestinos, el genocidio de Rwanda de hace diez años y otros tantos focos de problemas, de hambre y de miseria, en muchos de los casos tienen su origen en la palabra mal empleada.
De aquí la importancia de la palabra para la vida. Es un instrumento de doble filo, la cara o cruz, a veces es una moneda de dos caras. En ocasiones provoca efecto boomerang si no se cuida la expresión, cuando no miden sus palabras a la hora de hacer uso de ellas. La dialéctica de muchos políticos es, en diferentes circunstancias causa del caos de nuestros días: Los motivos que el presidente americano empleó para justificar la invasión de Irak, podrían servir como prueba de cómo se puede llegar a manipular con la palabra para lograr con ella fines oscuros.
Algunos lideres secuestran el derecho de la palabra a sus pueblos, nadie debe hablar, pronuncian incendiarios discursos que fomentan odio y venganza. Con la palabra torturan y matan, lanzan ideas que atizan impulsos agresivos en los que las escuchan. Por otra parte, ejercerán la persecución mediatizada del pensamiento con un maléfico afán que les atrapa en la intolerancia.
Con la palabra editarán normas y leyes que restringen la libertad de expresión, el ejercicio de los derechos humanos en el mundo. Ese uso desatinado y malicioso de la palabra no hace sino acrecentar los dotes que concurren negativamente en la especie humana y de su existencia.
Pero a pesar de la guerra no declarada al verbo, éste seguirá retumbando con fuerza cuando se tenga que condenar toda clase de impertinencia de los depredadores de las libertades en todo el mundo. En una sociedad de la información es absurdo intentar acallar el susurro de las palabras que son el material de trabajo para la radio, la televisión o el Internet. Igual de irracional es cuando intentan borrar la palabra ya impresa sobre papel de prensa o sobre el papel cuché, intentando olvidar que no hay goma de borrar que puede deshacer un pensamiento impregnado de sentido crítico en el papel periódico.
El hombre moderno encuentra en la palabra su razón de ser, su baza para reafirmarse en la sociedad y un instrumento para expresar sus sentimientos y sus emociones solo recurriendo al libre albedrío al que antes hacía referencia.
Las culturas perviven en el tiempo gracias al valor de la palabra. El compromiso del escritor con la palabra permite que las culturas se desarrollen, gracias a ese vehículo de las ideas, creadora de mitos, forjadora de memorias y expresión de la democracia.
¿Qué sería el mundo sin la palabra? ¿Qué sería el mundo sin medios de comunicación social? Y ¿qué puede haber en un mundo donde la gente no puede exteriorizar sus sentimientos libremente? Solo veo una situación comparable al silencio de una tumba, bocas calladas con adhesivos negros. Es decir, el mundo dejaría de avanzar hacia el encuentro de culturas, nos alejaríamos cada vez de la ya lograda sociedad de información. Terminaría con el ejercicio de la reflexión y del juicio racional que suma en la pluralidad del pensamiento. Sin la palabra el hombre sería incapaz de defenderse frente a las agresiones que profanan sus derechos.
De la palabra nacieron monumentos literarios como “El Quijote” o la cantara religiosa “Actus Tragicus de Bach”, etc. Fue el verbo creador de la belleza infinita para el goce y disfrute del ser humano. Solo de la mano del maestro nace el consejo y la enseñanza que no tienen desperdicio ni hoy ni mañana. Son palabras que perduran.
Cuando la palabra es cuidada, analizada y consensuada no crea duda, se traduce en licencia para el fomento del entendimiento cívico. Eso da lugar a que documentos importantes como la Carta de Naciones Unidas para los Derechos Humanos o la Constitución española vean la luz. Empero, las palabras vulgares, las expresiones malsonantes, las que abundan hoy en boca de necios no provocan satisfacción alguna, ni deleitan el alma del ser humano. Son el despecho de la expresión que exalta la paz, el amor, la reconciliación y la comprensión.


NOTA
Este articulo forma parte de la serie de publicaciones que el periódico EL MUNI y la ASOLPEGE_libre han preparado sobre la obra periodística de Ramón N’NAR NSIE para conmemorar el primer aniversario de su fallecimiento, el 12 de octubre de 2005.
Ramón murió en Madrid en un día como el de hoy del pasado año 2004, cuando al término de una entrevista que él y su amigo Pedro Nolasco realizaron al político Andrés Moisés Mbá Adá, sufrió una crisis asmática que le provocó una parálisis cardiovascular, de la que no se recuperó a pesar de los esfuerzos médicos.
En el momento de su muerte, era cofundador, editorialista Director del periódico El Muni, cofundador y Secretario general de ASOLPEGE-Libre y miembro cofundador de DECAM.
Ramón mantuvo un compromiso sin igual con la libertad de prensa y de expresión. Su memoria permanecerá siempre de entre nosotros y su obra periodística seguirá siendo referente para las presentes y futuras generaciones del gremio periodístico guineoecuatoriano. Que descanse en paz.



Fuente: EL MUNI

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