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ARDE PARÍS (POR DONATO NDONG BIYOGO –AL MARGEN DE LA NOTICIA, MUNDO NEGRO, DICIEMBRE 2005) publicado por: Bony Evha el 05/12/2005 12:48:18 CET
ARDE PARÍS (POR DONATO NDONG BIYOGO –AL MARGEN DE LA NOTICIA, MUNDO NEGRO, DICIEMBRE 2005)
La conmoción vivida el mes pasado por la sociedad francesa, con la explosión de una ola de violencia protagonizada por los jóvenes descendientes de inmigrantes magrebíes y negroafricanos, es un fenómeno que no debería extrañar, pues era previsible. Porque la drástica contestación ante la muerte de dos adolescentes negros perseguidos por la policía en un suburbio de París no hizo sino poner de manifiesto esa cadena de injusticias que sostiene la estructura neocolonial.
El poderío y la prosperidad de las metrópilis se basan en la desintegración de las sociedades africanas y en el empobrecimiento de nuestros Estados, labor que ya no es ejercida de forma directa por los gobernadores coloniales, sino por dictadores locales puestos a su servicio para sojuzgar a sus hermanos, imposibilitando una vida pacífica y próspera en nuestros propios países.
Los africanos que conseguimos escapar de la represión y de la miseria llegamos a Europa en busca de sosiego y prosperidad, pero sólo encontramos empleo en las labores más ingratas de la construcción del Estado de bienestar, sin gozar a penas de sus beneficios.
“Tengo nacionalidad francesa, pero Francia me trata como a un extranjero, y al otro lado de la frontera, en África, sólo hay un turista. Ay, hermano, yo no sé de dónde soy”, se lamentaba ante un periodista Doppy Gomis, quien, a sus 23 años, ni tiene estudios ni trabaja. Su padre emigró de Senegal en la década de los 60, y sólo 40 años después, ya jubilado, obtuvo la nacionalidad francesa. “Ya nadie cree en Francia –añadía el joven-; nuestros padres vinieron para construir este país, y ahora que está construido, ya no nos quieren”. ¿La razón? Ser negro o llamarse Mohamed.
Estas amargas palabras compendian la vida de millones de africanos en Europa, e ilustran mejor que cualquier otro susodicho análisis las causas de la crisis que hizo arder París y toda Francia. Ante esta realidad, suenan a palabrería hueca esos vocablos que tanto se repiten estos días, como “multiculturalismo”, “integración”, “globalización”.
Mucho antes de que apareciesen esos fenómenos, los africanos ya los conocíamos, pues venimos sufriendo sus efectos perniciosos desde hace más de cinco siglos. Ya sabemos que el “multiculturalismo” no es sino un señuelo tras el cual se agazapa la trampa del pensamiento único; la “globalización” es otro intento de poner un rostro amable a la rapiña (de la Europa colonialista), y la “integración” es una bella palabra y un noble concepto que hace atractiva la imposición de la uniformidad cultural.
La crisis francesa no puede tener otra lectura que el estallido de la indignación de los jóvenes vástagos de la inmigración. Y es una situación que puede repetirse en cualquier otro momento y en cualquier otro lugar. La receta apropiada para atajarla no es la represión –cárcel, expulsión- como sostienen los epígonos del nacionalismo ultra y expuso el ministro francés del Interior, Nicolás Sarkozy, para quien los protagonistas de la rebelión no son más que “chusma”; la solución pasa por el reconocimiento de que el descontento tiene sus causas que son el racismo y la exclusión social, y pónganse los remedios.
Sin embargo, estos fenómenos no son sino efectos colaterales de una situación estructural. Porque el mal viene del neocolonialismo, es decir, la despiadada e irracional explotación de los recursos africanos y las dictaduras que nos han sido (y están siendo) impuestas para amparar la continuidad del saqueo.
Si África –ya sea del norte o la que se halla al sur del Sahara- estuviera gobernada por aceptables regímenes de libertad que se preocuparan por el bienestar de sus pueblos, y sus ingentes recursos se destinaran al desarrollo de sus poblaciones, los africanos no tendríamos necesidad de huir de nuestra tierra y buscar el refugio en otras partes.
Si los intercambios comerciales fueran equitativos, y la respuesta a nuestra amargura no fuera la tortura y la crueldad, el africano sólo viajaría a Europa por placer. Cambiar esta situación es el remedio eficaz. Lo demás es mera demagogia para distraer al personal y solapar el verdadero problema.
Al igual que sucede con el terrorismo, ninguna persona de bien puede justificar, ni menos apoyar, el vandalismo para resolver los problemas políticos y sociales. Todos estamos contra la violencia. Pero ¿quién pondrá coto a la violencia que engendra la violencia? He ahí la cuestión.
Fuente: Mundo negro
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