22/01/06 03:00 h.Nació en Sevilla, se crió en Dos Hermanas y tiene un deje andaluz inconfundible pero por dentro de Rodolfo Bodipo palpita un enorme corazón africano heredado de su padre, uno de tantos guineanos que salió de su tierra, en su caso con 16 años, para buscarse la vida en España, por aquel entonces país todavía colonizador. Delantero goleador del Alavés y apasionado culé, Bodipo hijo tomó un día una decisión de la que nunca se va a arrepentir: auscultó sus entrañas, descubrió que quería conocer sus raíces y se dejó convocar por la modestísima selección de fútbol de Guinea Ecuatorial, renunciando por tanto para siempre a vestir la roja, como la llama Luis Aragonés. Viajó al corazón del continente y volvió con otra visión de la vida. Regresó con el espíritu crecido y aprisionado en el cuerpo. Cuando rememora sus vivencias allí, confiesa que se le hace un nudo en la garganta.
Un mundo nuevo se abrió cuando hace año y medio puso el pie en Malabo, la capital. Guinea debía medirse a Togo en partido clasificatorio para el Mundial y sus familiares le habían puesto sobre aviso: “La gente te está esperando”. Era verdad. Niños y mayores llevaban camisetas con su foto enganchada de forma improvisada, le animaban, le perseguían por las destartaladas calles del país de sus antepasados hasta hacerle sentir como en la piel de su admirado Ronaldinho: “Me trataron como un Dios sin yo hacer nada”. Guinea, acostumbrada a ser zarandeada por las selecciones mayores, ganó 1-0 a Togo, selección posteriormente mundialista, y la locura se desató. El sueño se rompió en la vuelta en un partido en el que todo valió. Cazaron a Bodipo en cada lance y el árbitro, después se supo que amenazado de muerte, pitó con el miedo en el cuerpo. Togo venció 2-0 y siguió adelante.
Pero la experiencia de Bodipo traspasó lo futbolístico. Revisar sus orígenes le permitió reencontrarse con su abuela Regina, a la que no veía desde hacía 25 años, pero también, sobre todo, le llevó a descubrir el reverso de la moneda, la cara más amarga del continente: “Me chocó la miseria. Ver pasar un Ferrari y un Porsche delante de gente tirada por la calle, muchos con cara de pasar hambre. Sentí y siento pena porque hay mucha pobreza pero cuatro o cinco tienen todo el dinero”. Ante panoramas así, hay quien se lamenta, vuelve a casa y cierra los ojos y hay quien decide actuar. Bodipo pertenece al segundo grupo.
Eran demasiadas cosas las que había visto y oído como para quedarse cruzado de brazos. Recordó por ejemplo a aquel niño, que como todos jugaba descalzo al fútbol, que le dijo, con una sonrisa enorme: “Con un campo de fútbol para entrenar yo llegaré a ser como tú o mejor”; repasó las imágenes del partido en casa contra Togo, con la gente colgada en los tejados, en los focos...; también asaltaron su memoria los enormes boquetes del campo, que sigue siendo de tierra y no de hierba, y los pequeños y estropeadísimos vestuarios. Pero especialmente conmovedora resultó ser la confesión que escuchó de uno de sus compañeros de equipo: “La semana que estoy con la selección es la mejor del año, comemos cada día y dormimos en sábanas limpias”.
Lo primero que hizo al regresar fue enviar material. Ropa deportiva de la marca Lotto, botas, balones... todo solemnizado con una entrega oficial para asegurar que fuera a parar a las manos justas. Pero eso no le llenó, así que junto a su representante Javier González persigue ahora un proyecto más ambicioso, que pasa por construir allí algún día una ciudad deportiva. “El futuro de Guinea está en sus niños”, dice. El Alavés se ha volcado en la causa y ha cedido también material a un equipo guineano que se llama y viste como el de Vitoria.
Esta tarde, Bodipo cumplirá un sueño infantil, jugar en el Camp Nou. Él, que guarda todavía el equipaje Kappa del Barça que le regaló su padre a los 14 años; él, que celebra las victorias azulgrana como cualquier culé. Antes o después del partido se desmarcará para hacerse fotos en el estadio de sus ilusiones y se sentirá como un niño guineano al que Rodolfo Bodipo guiñó el ojo
Fuente: Deportes-Marca-