El conflicto entre los guineanos y Adolfo Fernández Marugan no es nuevo. Data de la época en que Adolfo Fernádez repartía los dineros a los partidos de la oposición guineanos, en lugares extraños y con criterios no menos extraños.

Hasta entonces ningún español blanco se había dirigido a los guineanos en términos tan despreciativos. Adolfo parecía, a pesar de autocalificarse de izquierda, un colonial del siglo XIX dando mamporros a diestro y siniestro a los negros. Los clasificaba y después pontificaba sobre sus partidos y sobre ellos mismos, hasta en lo personal. A más de uno llegó a decirle que era un impresentable por tener varias mujeres y por esa causa no merecía la ayuda del gobierno español ni podía ser un líder político.

Todos los que vivimos entonces las peripecias de la oposición, vimos cómo muchos partidos de la POC de los 13 iniciales -que por cierto no se han vuelto a legalizar más- abandonaron el lado de la oposición para ir a vivir cómodamente en la llamada mayoría presidencial, una expresión francesa como todas aquellas que teorizan sobre las bondades de las cleptocracias africanas.

La elección del lado gubernamental que tales partidos hicieron era el resultado de la claudicación ante la guerra despiadada desatada por Obiang contra la oposición, después de que éste se hubiera comprometido falazmente con el pluralismo político modificando su constitución y sus leyes. Un compromiso que se demostraría mortal para la oposiciópn, puesto que ésta cumplió la legalidad y los acuerdos, en tanto que Obiang, de modo despiadado, se ensañó contra los partidos después de haber llegado a conocer el alcance de éstos y las identidades de los líderes nacionales y locales.

Cierto es que puede argumentarse que una verdadera batalla política implica un sacrificio que los partidos de la oposición debían estar dispuestos a arrostrar. Los militantes de aquellos partidos guineanos que eclosionaron al anunciarse la apertura política eran personas normales y no titanes, sobre todo la militancia de base. Aquellos que no obstante no se arredraron ante las embestidas de los perros de Obiang, fueron tullidos o muertos. De esos, especialmente de los tullidos, anda sobrado el país como resultado de la guerra no declarada. Los vemos en todas las esquinas con los dedos refritos y rotos o las espaldas corcovadas, de resultas de torturas aplicadas por los asesinos del dictador. Otros jamás volverán a andar erectos por tener las plantas de los pies arrancadas a trozos o quemadas, o por tener los riñones destrozados por los alumnos aventajados de torturas etiópicas. Son todos ellos los más afortunados del vendaval inquisitorial. Los demás, nuestros muertos por la democracia, nos dejaron y se fueron a esperar a Obiang en el cruce entre cielo e infierno, para impedir que penetre en ambos lugares, puesto que el cielo es para las personas que quisieron a sus semejantes y el infierno es para las personas que odiaron sus propias almas vendiendolas al demonio que lo reclamaba tras la vida. Pero Obiang no es persona y si acaso se merece algún lugar tras su muerte, debe ser el infierno de los perros o el infierno de los monstruos.

Los guineanos sufrieron mucho entonces y siguen sufriendo las tribulaciones que les inflige el sátrapa enjuto. Algunos, muchos, claudicaron en oleadas sucesivas que coinciden con los falsamente llamados procesos electorales. Claudicar ante tanto sadismo desmedido no es signo de debilidad, si acaso de humanidad caida que busca instintivamente la supervivencia. A pesar de todo, los guineanos no son más cobardes que nadie, ni nadie es más inteligente que los guineanos. Nadie, como los españoles que esperaron a Franco bien sepulto para sacar las banderas de batallas no libradas, atribuyendose el mérito de la democracia regalada. Aquellos que cobardemente esperaron la muerte tranquilísima de Franco vienen ahora a presumir de país democrático y supercivilizado, mientras reciben al sátrapa que mata a los que no hace 40 años eran españoles o sea, gente de su estirpe histórica. Aquellos que esperaron que la mortaja del dictador fuera amortajada por el suelo de la sierra madrileña, aconsejan a los guineanos cómo deben hacer frente al jefe de estado más criminal que haya habido en la historia, el más criminal no por el número de muertos sino por la actitud y el talante claramente criminal del que dice ser jefe de estado de Guinea, aunque ejerce como un delincuente de baja estopa al más puro estilo de la camorra napolitana.

Y entre los aleccionadores inmerecidos por ellos y por nosotros, figuraba un hombre extraño que tartamudeaba al respirar e insultaba al hablar, de forma sistemática a quien no fuera de su agrado, que éramos todos menos uno.


La actitud chulesca de Adolfo para con los líderes de los partidos guineanos hizo que muchos se precipitaran hacia el lado de Obiang. Estando como estaban aguantando las embestidas del dictador, no estaabn dispuestos a aguantar las embestidas de otro dictador, español, Adolfo Fernández Marugán, que les recordaba la actitud de los colonialistas de mala ralea que en tiempos hicieron sufrir a los guineanos. ”Si hemos de ser ninguneados, preferimos que lo haga el dictador, que es guineano y además nos premia”. Esa era la respuesta de aquellos compañeros de la POC que ya estaban abandonando las filas de la oposición. Los hechos están ahí: la aparición de Marugán coincide en el tiempo con la claudicación de varios partidos y la desarticulación posterior de la propia POC. Puede ser una simple coincidencia, pero maldita coincidencia que Adolfo nunca se ha dignado explicar.

Le conocí a Adolfo Fernandez Marugán en un bar de una glorieta madrileña, una tarde noche en que llevé a unos compañeros que habían tenido un viaje agitado desde Guinea. Entre ellos se encontraba Buenaventura Mosuy, coordinador del partido en el que entonces militaba, quien, junto con otras 4 personas había atravesado el estrecho entre Baney y Limbe en un frágil cayuco y desde ahí se dirigieron a Yaunde donde alguien les facilitó los medios para venir a España, a buscar la ayuda que tan ostensiblemente necesitaban. La embajada española en Malabo les dijo que se vinieran a Madrid a recoger la ayuda que el gobierno facilitaba para la transición democrática en Guinea. La ayuda se canalizaba a través de un asociación llamada Asodegue y la persona de referencia era una tal Yosune. Puestos al habla con la tal Yosune, de alguna forma fueron rebotados hasta caer bajo el control de Adolfo Fernández Marugán, quien les sometió a una sesión de interrogatorios propios de la gestapo. Lo que no entendía bien Marugan era quíenes eran ellos y por qué habían venido a Madrid. Eso lo sé a ciencia cierta porque era lo que siempre les preguntaba, independientemente del tema y de la persona. A Marugan poco le importaba el miedo y las peripecias del rocambolesco viaje en busca de financiación para sus partidos nacientes y siempre terminaba preguntandoles quienes eran ellos y por qué estaban ahí.

Yo no acababa de creerme el espectculo que estaba viendo. Un personajillo que no parecía gran cosa en nada, estaba vilipendiando con la palabra a unos líderes políticos que iban a ser responsables de una transición democrática. Mal comienzo era aquello. Recuerdo que a Tura le dije en varias veces ”este tio se le da una ostia, cogeis el avion y volveis a Guinea pero yo no aguanto esto”. Tuve que aguantarlo. Para al final ocurrir lo que ocurrió y llegar a lo que hemos llegado, que es, un proceso que arrancó muy lentamente y nunca llegó a ser nada, a pesar de que Obiang, el gran mentiroso, dice que ha culminado la transición a la democracia y los partidos ya participan en la gran democracia de Guinea, incluyendo CPDS, el partido del cambio. Ver para creer.

Quizá estaba previsto que se llegara a esta falsísima democracia, con más gente implicada en el engaño, gente que si hubieran hecho en España el 20% de las falsas maniobras que han hecho en y con Guinea, les hubieran comido los españoles. Y entre la gente que ha participado en el gran engaño después del sacrifico que padecimos y que nos costó no pocos muertos, está la dirección de entonces y de ahora del PSOE. Y como planificador del engaño mortal insoportable, parece que las evidencias apuntan al fer fer Fernandez Marugán. Se manejaron unos dineros y se manejaron a unos partidos guineanos. Siendo que entonces no había petróleo, habría que preguntarse qué se ganó desde España para abortar el proceso a la democracia en Guinea siendo además que Obiang no aparece como único protagonista.

La historia se sabrá mas pronto que tarde. Adolfo Fernandez Marugan quedó en evidencia -como muchas veces- cuando rebotó en el foro de Guinea unos correos enviados por mí con motivo del intento de presentar a Celestino Bakale como candidato del pueblo, intento que quedó en agua de borrajas porque ni Balake, ni el PSOE, ni Marugán, ni Obiang estaban interesados de verdad en el cambio a partir de los eventos electorales. Bakale hubiera contado con el pueblo si hubira apostado por el cambio y hubieramos ganado a pesar de las trampas. Incluso si Obiang hubiera planificado las trampas, estaba previsto que un levantamiento popular exigiendo el reconocimiento del triunfo de Bakale hubiera obligado a Obiang, que entonces no tenia el poder económico que ahora posee, a reconocer la situación. Marugán nunca quiso el triunfo de la oposición, su misión en realidad consiste en abortar cualquier avance hacia la libertad y la democracia. Puede que eso favorezca solo a Obiang, en cuyo caso Marugan sería un agente al servicio del déspota o bien puede que eso también favorezca al PSOE y al PP, en cuyo caso Marugan sería una prolongación de los servicios secretos españoles con la misión de hacer el sucio papel de boicotear a la verdadera oposición guineana.

Está claro que eso que Marugán ha rebautizado como oposición democrática, sentando una vez más cátedra sin ser nada más que un soez, es una pretensió futil de invertir la imagen, convirtiendo a los traidores a la democracia en Guinea en víctimas y luchadores por la libertad. A estas alturas las conjeturas dejan de ser meras hipótesis y solo es explicable lo único que queda evidente al paso del tiempo: la democracia en Guinea se hurtó entre Madrid, Malabo y Paris para seguir usando, al menos en España, la causa guineana para obtener ventajas ocultas que habrá que desentrañar. Marugán sabe mucho y puede amenazar al PSOE y al PP.

A quien marugan dios le ayuda. Como no marugamos, dios nos tiene bajo su yugo. Esperemos que los gestores actuales de la cosa pública no pierdan el rumbo a pesar de todo y recuerden que España es una democracia y las leyes las tienen que cumplir ellos en primer lugar. A veces, sobre todo ultimamente, me asalta la duda sobre el sentido de responsabilidad de los políticos que gobiernan actualmente España. No se paran ante nada ni ante nadie.

Seguiremos reflexionando sobre Adolfo y la democracia abortada.

Nvo Zang Okenve Mituy
Presidente de Foro Solidario por Guinea Ecuatorial


Fuente: propa

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