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Editorial

Maiz dulce para mi sobrino


publicado por: Celestino Okenve el 07/04/2007 18:20:01 CET

Maiz dulce para mi sobrino

por Nvo Zang
con permiso de Mitoha Ondo´o Ayekaba

Me llamo Santi, para servir a Dios y a usted.
Hace tiempo ando descorazonado por lo futil de mi trabajo como empleado de la FAO en Fullard de Bamasi. A menudo me pregunto, cada vez con mayor insistencia, si nuestro trabajo tendrá valor para aliviar las penas de los hombres y mujeres de esta nación que despidió a sus colonizadores hace ahora 15 años.

Antes mis paisanos vivían de los alimentos recolectados en sus huertas por las mujeres, pero ahora teníamos que pedir remesas de granos de maiz y alimentos envasados para la subsistencia de la gente. Cuando digo antes me refiero a antes de la era Nguema, cuando los extranjeros salmantinos gobernaban Fullard, mi tierra.
Para Salamaca Fullard no era más que una colonia lejana que les aprovisionaba de esencia de vainela, un producto muy apreciado por los habitantes de sus ciudades.
Incluso en la época de los salmantinos se notaba ya cierta escasez de alimentos, porque nuestros padres estaban obligados a producir la esencia de vainela en lugar de los granos de maiz y raices de yuca que nos servían de alimento. Recuerdo haber visto en la casa-cocina de mi abuela un enorme recipiente de alma de nipa que llamaban angun, de dos metros de altura, que estaba casi siempre vacío, pero mi abuela aseguraba que antes se llenaba con granos de owono cuando la cosecha era abundante, en los años en que aparecía la estrella Tolo en el firmamento oscuro. En esos años también era especialmente abundante el grano de fon.

Tengo el título de capataz agrícola por la escuela de Banapá y fui uno de los últimos graduados, antes de la desaparición de la escuela en el año 1 de la era Nguema. Trabajé un año para los salmantinos antes de que los barcos con nombres de ciudades les llevaran más abajo que el gran rio mar. A mí siempre me extrañó que ese lugar, el país de los salmantinos, fuera conocido como Nkeñ, Abajo, entre mis paisanos. Pero Abajo quería decir río abajo, a donde iban a parar los ríos, que por supuesto nacían arriba, de donde procedíamos casi todos nosotros en nuestro peregrinar hacia el país de nuestros muertos, situado en Nkeñ. El sol salía desde el lugar que hay más arriba -okuiñ en la lengua fullardi- y se iba todos los días buscando a sus muertos hacia río abajo -nkeñ-. Nuestros antepasados sabían que los que morían iban rio abajo y es ahí a donde había que ir para volver a verles. Ellos se fueron antes que nosotros y nos dijeron que les siguíeramos más tarde para poder gozar de la felicidad del rencuentro.

Así durante siglos nuestros antepasados estuvieron caminando, con largos años de descansos, para ir hacia el lugar que nuestro padre original había ido tras su muerte. Nuestro padre se llamaba Fang y de él descendemos todos nosotros. Cuando morían, todos cumplían la misión de seguir caminando hacia nkeñ, el país donde esta nuestro ésesaa, el padre de los padres. Para los vivos, no era difícil encontrar el camino: los ríos y el sol señalaban el mismo camino hacia el pais donde habían ido nuestros ancestros y ésesaa, quien salió antes que todos ellos y antes de todas las eras.

Una vez, un sabio bulu que convivió con el autor de ”dulu bong ba afrikara” me explicó la imposibilidad de alcanzar a los muertos en esta tierra, por mucho que fuéramos río abajo. Dijo que ya habiamos llegado al límite, al gran río que no podiamos cruzar para ir más abajo de él. Dijo que los salmantinos y otras personas que venían de Nkeñ efectivamente parecían estar más cerca de los muertos por tener la tez blanca. Ya se sabe que los muertos be-kôn son pálidos y casi transparentes. Dijo que por eso nuestros antepasados recibieron con agrado a los salmantinos cuando llegaron en sus barcos, al creer que habían sido enviados por nuestros muertos o por lo menos por vivir cerca de ellos en las tierras brumosas y frias sin sol. Añadió el sabio bulu que la tierra gira - sí da kien- y que nosotros giramos con ella porque somos materia, pero cuando se muere, el muerto no sigue a la tierra ya que ya no pesa ni está ya atado a las leyes terrenales. Los muertos se quedan por tanto en el lugar que estaban justo antes de convertirse en kôn mientras la tierra se aleja y continúa girando y trasladándose alrededor del sol, de modo que es imposible encontrarlos de nuevo mientras seamos materia que pesa. El sabio añadió que a esa conclusión había llegado después de haber estado investigando más de 30 años, habiendo estado Arriba y Abajo sin que nadie tuviera referencias de su abuelo muerto. Yo después estuve de acuerdo con sus tesis cuando en la escuela me enseñaron que efectivamente la tierra giraba y que todo lo que era materia pesaba y sigue a la tierra cuando gira en su eterno deambular. Me parecía entender ahora que los kôn no puedan ser vistos de forma normal de acuerdo con las tesis del sabio bulu. Solo pueden realizar esa proeza los que son capaces de convertirse en espíritu o cuando se está en sueños. Los que tomaban eboga podían abandonar el cuerpo y viajar al país de los ancestros. Todo parecía encajar.
Ze Medang y Akoma Mba fueron dos de las personas que viajaban con frecuencia al país de be-kôn a buscar consejo, cuando se encontraban con una enorme dificultad. Ellos vivieron en Engóng, en la tierra de Ekang, nuestro país antiguo, al norte del río Uele en Bhar el Ghazal. Por eso les llamaban Ekang-bôt. Aquellos que quieran encontrar nuestro origen deben seguir al río Uele, el grande, que forma el Ubangui y que forma después el Congo, en cuyo honor bautizamos nuestro actual rio Uele.

Mi padre había sido guardiacolonial, esimba, cuando la dominación de los salmantinos. Ahora sé que esimba procede del nombre antiguo con que se designaba a los guerreros, un nombre que tenía que ver con simba, el leon en nuestra lengua ancestral. Nosotros habiamos quitado la ”b” y decíamos esima pero nuestros hermanos ye-wondo y nuestros primos bulu siguen diciendo esimba. Ya nadie se acuerda del original que hacía referencia al león, pues cuando salimos de las estepas en Bhar el Ghazal, desapareció el león de nuestro lenguaje y de nuestra memoria. Los esimba eran agresivos y crueles. Si alguno de ellos te pegaba una bofetada, caías al suelo y solo podia levantarte un salmantino con el grado de comandante y con diez esimba y uno.
Los esimba estaban al servicio de los salmantinos. Desfilaban cuando éstos celebraban sus fiestas en honor de la guerra entre hermanos habida en esa tierra que se hallaba más abajo que el mar, atok-etam.
Mi padre tenía que vestir de paisano fuera del cuartel cuando no iba de servicio. Pero desde que estamos en la era Nguema, el pais está lleno de esimbas de muchos uniformes que no son tan uniformes. Esto lo digo porque a veces veo a unos que llevan la camisa y el pantalon igual pero en la cabeza llevan unos una boina, otros llevan un gorro y otros la llevan desnuda. El caso es que a pesar de haberse llenado el país de esimbas, las cosas no han mejorado, especialmente la alimentación. Ahora hay muchos guardias de esimba: guardia de aduana, guardia mora que cuida al guardia colonial, guardia marítima, guardia municipal, guardia nacional, guardia gendarme, guardia terrestre, guardia de aviación y guardia raso.

Por cierto que siempre encontré normal que tuvieramos hermanos que fueran del clan ye-wondo, porque los habia también de otros clanes YE como ye-mbian, ye-sii, ye-nkéng, ye-mvam. Lo que nunca entendi, a pesar de mis estudios de capataz es que la capital de los ye-wondo se llamara Yaunde.

Mi hermano se ha ido a Nkeñ para estudiar pero yo ya no voy a hacer más esfuerzos. Con haber superado el examen de la FAO ya tengo bastante. La FAO pidió capataces agrícolas pensando que ibamos a mejorar la producción de alimentos, pero ahora solo nos dedicamos a traer granos de maiz (fôn) para darlo a las mujeres plantadoras de fincas de alimentos. Y como no hay suficientes alimentos con esas plantaciones, a veces distribuimos alimentos que nos llegan enviados por los hermanos de los salmantinos, a los que llaman uenos. A ellos les sobra todos los años leche y mantequilla. En cambio a nosotros nos faltan todos los años granos de owono y fön. Nuestros antepasados no comían mantequilla ni leche de vaca. Ahora comemos leche, mantequilla y pan, las sobras de los uenos. Nuestro gobierno no alienta las plantaciones de owono y fon sino plantaciones de esencia de vainela, porque ha recibido de los uenos dinero para plantar más y mas vainela. No hace falta recordar que no comemos esencia de vainela, ya lo dijimos una y mil veces a los salmantinos cuando nos impusuieron su cultivo y lo único que conseguimos fue la cárcel para el gran Motuú m´ Abégue, el jefe Nzomo que habitaba Mbe.

Por esa escasez alimentaria me encargo de distribuir grano de maiz a las mujeres. El grano que nos envían las Naciones No Divididas es de maiz dulce, algo que nunca se ha comido aqui y que no sirve para preparar ebá-fôn, que exige un maiz neutro en sabor dulce. Tampoco sirve para mbwet porque nuestra maizena es salada y se come con cucharras de hoja de plátano pasadas a la llama. Podria servir para hacer esas menudencias que comen los uenos cuando se sientan a ver peliculas en salas gigantescas, pero aqui no hay películas, tampoco hay salas de cine ni gigantescas ni pequeñas, ni chicas rubias que vendan palomitas con sonrisa profiden. Aqui solo hay mujeres que lloran agua de lágrimas para las flores, como mi cuñada.

No importa. Mientras las mujeres lluevan de sus ojos agua para las flores, el grano dulce servirá para alimentar a nuestros sobrinos que duermen bajo el platanar, mientras esperan que sus padres vuelvan de Abajo sabiendo producir esencia de vainela para el deleite de los salmantinos y el hambre de nuestra gente.
Y así siempre ha sido, desque que llegaron aquellos hombres enviados falsos de nuestros antepasados be-kôn.

Gira y gira la fatidica rueca de aquellos que abandonaron las antiplanicies simbas, buscando inutilmente al padre de los padres hacia el ocaso del sol. Ahora contemplan su propio ocaso bajo la égida de Nguema Segundo, el esclavo de los salmantinos y un esimba con malas artes y mal corazón.



Fuente: propia

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