Opinión
UE - Africa
China mete prisa
Por: Xulio Ríos (especial para ARGENPRESS.info)
Fecha publicación: 13/12/2007
Acabó la cumbre africana de la Unión Europea en Lisboa sin muchas novedades sustanciales, aunque dejando en evidencia varios asuntos de gran calado. Primero, la constatación de que si bien la historia pesa lo suyo en las relaciones entre los dos continentes, las reglas comerciales que desea imponer la UE a los países africanos provocan tanto o más descontento. Segundo, Bruselas sigue aplicando diferentes varas de medir en relación a los derechos humanos, en función de consideraciones poco inocentes (todos denuncian lo que acontece en Sudán o en Zimbabwe, pero ni una sola mención, por ejemplo, a la Guinea Ecuatorial de Obiang -quien controla aquí el petróleo?-, por citar sólo un caso). Tercero, en relación a otros actores, a corto plazo, las dificultades evidenciadas en esta cumbre no permitirán a la UE mantener su supremacía en Africa.
La promesa de establecer de cara al futuro un marco de cooperación de igual a igual, es un anuncio del que desconfían muchos países africanos. A nadie se le oculta que, ante tanta asimetría, hablar de igualdad no deja de ser un eufemismo cargado de ironía. El compromiso, lastrado por décadas de relaciones conflictivas y una colonización que, pese al tiempo transcurrido, no salió aún de la agenda bilateral, tuvo su contrapunto en la dificultad de llegar a acuerdos comerciales que ahondan en la desigualdad. A Bruselas no le importa aumentar los euros de la cooperación, pero a cambio reclama más liberalización y acuerdos más restrictivos en materia de inmigración.
La UE, que elaboró en 2005 una nueva estrategia para Africa, es el primero socio comercial de este continente, pero teme verse desplazada muy pronto por esa China que ya lo señaló como una de sus prioridades diplomáticas, especialmente desde noviembre de 2006, cuando se celebró en Pekín la Cumbre China-Africa. El avance experimentado en los últimos años en presencia inversora, mano de obra, capacitación, comercial, etc., disparó las alertas occidentales. Si EEUU, sin mucha imaginación pero con evidente afán hegemonista, decidió promover un nuevo comando militar (Africom), Europa, casi a la desesperada, convoca esta cumbre, siete años después de la reunión del Cairo, aceptando “moderar” sus exigencias en materia de derechos humanos o de buen gobierno y haciendo la vista gorda ante la presencia de Mugabe, presidente de Zimbabwe y demonizado expropiador de los latifundios blanco-británicos, quien tiene formalmente prohibida la estancia en territorio de la UE. Esta cumbre debía haberse celebrado en 2003 y fue retrasada en varias ocasiones, justamente, entre otros, por este motivo. Los africanos acabaron ganando el pulso que le echaron a la UE.
Contrarrestar la influencia creciente de China es la motivación de fondo que animó este intento europeo de establecer un nuevo marco de cooperación con Africa. El comisario europeo de desarrollo, Louis Michel, dijo que Europa debe dejar de lado la visión caritativa y moralizante de Africa, pero, a la sombra de las buenas intenciones, los inmensos recursos naturales y no las dificultades de sus mil millones de habitantes son, lamentablemente, la principal causa de la competencia y el flirteo de EEUU y China, seguidos de Japón, que el año próximo también celebrará una conferencia internacional sobre el mismo tema. ¡Pobre Africa: todos a “ayudarla”!
Sócrates, primer ministro portugués, propuso una asociación estratégica cómo expresión de la nueva relación política, pero tropezó con los acuerdos comerciales que a juicio de muchos países africanos aumentan las dificultades económicas en perjuicio de los más pobres del planeta. Reclaman, no sin razón, acuerdos comerciales más equilibrados y justos. De momento, solo 13 estados africanos están dispuestos a asumir la propuesta inicial de la UE. Pero Senegal, Sudáfrica o Nigeria se opusieron radicalmente, dando otro toque de alerta a los organismos comunitarios y financieros multilaterales que hasta hace poco ignoraban las demandas africanas. Esa falta de acuerdo es, también, una buena noticia para China.
Muchos líderes africanos detestan el discurso sobre derechos humanos, buen gobierno y responsabilidad, conceptos que no están en boca de Pekín que sigue incrementando su influencia económica y financiera a pasos agigantados, sin que, por el momento, sean notorias las alarmas en las capitales africanas por la dependencia política que también van generando. Los chinos dan el dinero más rápido, tanto que nadie puede rivalizar con ellos; son menos exigentes en la burocracia (aspecto en el que no es difícil ganar a la UE), y no hay controles parlamentarios que investiguen que fue del dinero empleado. Para muchos, especialmente para aquellos países inmersos en procesos de reconstrucción después de duros conflictos internos, es el socio ideal: ponen dinero, ponen empresas y obreros, y van rápido, aunque la calidad a veces deja que desear. Difícil competir con ellos.
Cincuenta años después de poner fin al proceso descolonizador, Europa, bajo la forma que sea, tiene complicado mantener su posición dominante en Africa, laminada desde hace tiempo por el igualmente poco escrupuloso interés de EEUU. Pero los africanos no reciben al Tío Sam con los brazos abiertos. Basta ver las dificultades de Condi Rice para encontrar un país donde instalar la sede del Africom. China, sin ser la panacea, ofrece otro modelo. En lo económico, gestionando directamente buena parte de la ayuda, condonando deudas, ofreciendo oportunidades de formación con retorno y abriendo progresivamente las puertas a los productos africanos sin imponerles planes de ajuste. En el político, concediendo prioridad a la lucha contra la pobreza sin arrogancias ni imposiciones. Después, que cada quien decida por sí mismo. Sin desarrollo no hay futuro. Pero con la soberanía hipotecada, tampoco.
Xulio Ríos es director del IGADI.
Fuente: ARGENPRESS.info