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Editorial

Guinea Ecuatorial: ¿ Otro estado africano fallido?


publicado por: José Luis Nvumba Mañana el 10/11/2010 17:19:34 CET



GUINEA ECUATORIAL: ¿OTRO ESTADO AFRICANO FALLIDO?.

Por: José Luis Nvumba Mañana. Abogado.


El 12 de octubre de 1968, fecha de su independencia, Guinea Ecuatorial, G.E., se incorporaba al acervo de naciones que constituían la O.N.U., como miembro nº 126, con el nombre de República de Guinea Ecuatorial.

Solemos afirmar que, prácticamente desde su nacimiento, G.E. ha venido a ser una mera referencia numérica en el concierto de naciones, habida cuenta que ni se ha consolidado como estado, ni mucho menos aún ha evolucionado en absoluto hacia la Nacionalidad. Considerando los antecedentes históricos que precedieron a la Independencia, hubiera sido casi un milagro que, a día de hoy, pudiéramos referirnos a este país como un verdadero Estado Republicano.

Hacemos una forzada y reiterada alusión a los antecedentes históricos porque siempre en ellos se hallan los elementos o la información que nos permiten entender o aprehender cualquier realidad humana presente. Hace ya tiempo que a los africanistas, sobre todo africanos, se nos tilda de reiterativos, llorosos y renuentes a asumir nuestras propias responsabilidades. Se pretende sostener que desde que los países africanos accedieron a las independencias, su devenir y presente es responsabilidad exclusiva de los mismos nativos. Desgraciadamente, nada es más alejado de la realidad. Reconocemos que los estados, desde las independencias, están formalmente gobernados por africanos, pero también afirmamos, al menos en el caso de G.E., que la Independencia no ha supuesto que los pueblos africanos hubieran recobrado su soberanía y libertad.

El primer dato sobre el que llamaríamos la atención es el referido a las fronteras con las que G.E. se independizó el 12 de octubre de 1968. Resulta que son las que fijaron y delimitaron España y Francia, tras firmar ambos países el Tratado de París el 27 de junio de 1900. Apenas 15 años antes, en la Conferencia de Berlín las metrópolis europeas pretendieron poner fin a sus cuitas y enfrentamientos repartiéndose el continente africano. En dicho reparto España quedó bastante favorecida ya que se le reconoció el dominio y la soberanía no sólo de las islas que le habían sido cedidas por Portugal mediante el Tratado de S. Ildefonso, de 1 de octubre de 1777, confirmado un año después mediante el de El Pardo, sino que también se le reconocieron los mismos derechos en el territorio continental que se halla enfrente de las mismas. En total, entre 300 mil y 600 mil km2. Francia no se conformó ni estaba dispuesta a ceder sus pretensiones sobre la plataforma continental y, sacando provecho de la coyuntura por la que atravesaba la España de finales del S. XIX, pudo forzar la firma del Tratado de París, por el que España mantuvo las islas, pero hubo de conformarse con sólo 26.000km2 de territorio continental. Es decir el conformado por lo que hasta hoy se conoce como Río Muni.

¿Cuáles son los criterios de que se valieron ambas metrópolis para la delimitación territorial ?. Una mirada al mapa nos ilustra de la evidencia de que, en su caso, fueron meros factores aleatorios que no obedecieron ni a la historia, ni a los elementos y accidentes geográficos, siquiera a la homogeneidad de los pobladores. En suma, los pobladores nativos de los territorios resultantes del Tratado de París fueron ajenos al hecho de que pasaran a estar sometidos a la soberanía española o a la francesa. Este hecho no es banal, habida cuenta que fueron diversos los pueblos o naciones que quedaron afectados, resultando en unos casos que un simple meridiano determinara la división de un pueblo, como es el caso de los fang, y la unión de destino con otro pueblo o nación al que siquiera conocían, caso de los bubis y los fang. Es decir, una decisión tomada a muchos kilómetros de distancia determinó la unidad de destino de fangs, bubis, ndowes, bujebas, ambos (annoboneses), y los llamados criollos o fernandinos. Además, estos pueblos constituyen verdaderas NACIONES en casi todos los casos, siquiera desde el punto de vista sociológico, habida cuenta que hasta entonces se caracterizaban por tener, al menos, un idioma, una cultura, una organización socio-política, un Derecho e incluso, en el caso de los bubis, un territorio propio perfectamente delimitado ( la hoy conocida como Isla de Bioko, antes Fernando Poó). Las políticas coloniales, por ende, no solo no fomentaron los intercambios y conocimiento entre los pueblos y naciones que habían quedado aleatoriamente sometidos a su dominio, antes al contrario procuraron impulsar y mantener el principio de su división y desconocimiento mutuo como medio de evitar eficaces alianzas anticolonialistas.

El segundo dato relevante son las políticas aplicadas por las metrópolis coloniales. Una vez reunidos en un “totum revolutum” diversos pueblos y naciones, sin que siquiera su voz hubiera sido oída, bajo la soberanía colonial, se encontraron todos ellos ninguneados en términos de su genuina identidad individual y colectiva. Las lenguas, culturas, organización sociopolítica, el Derecho de los pueblos y naciones nativos fueron olímpicamente ignorados, imponiéndose en todos los campos los intereses y concepciones metropolitanos. La excusa oficial para la colonización fue la inexcusable pertinencia de cristianizar y civilizar a pueblos “salvajes” desconocedores de la “revelación”. En consecuencia, en el caso español se partió de considerar a todos los nativos de los territorios bajo su dominio colonial, en el Golfo de Guinea, como seres inmaduros y por ello INCAPACES JURÍDICOS. Mediante un Decreto de 1904 se creó el “Patronato de Indígenas” cuya finalidad, además de una pretendida obra civilizadora, fue tutelar a los nativos y asistirles, complementando la capacidad jurídica de obrar que se les negó, en todos los actos y negocios jurídicos en que hubieran de intervenir. Para obtener la emancipación, plena o limitada, el nativo había de superar la prueba acreditativa de que había alcanzado un nivel de civilidad y asimilación cultural parangonable al nativo metropolitano. Es evidente que careciendo de capacidad jurídica de obrar y debiendo estar tutelado por esta “institución” colonial, el Patronato de Indígenas, el nativo quedaba excluido social, económica, cultural y políticamente como agente en el nuevo orden impuesto desde la metrópoli. Resulta difícil, jurídicamente, asegurar si durante la colonia el nativo era un sujeto o un objeto del derecho. Quedaría en una categoría intermedia inexistente en la que en muchos casos se vería abocado a la “cosificación”. El Patronato de Indígenas llegaría a su final en 1959 cuando la metrópoli franquista, en su afán de negar ante la O.N.U. la realidad del régimen colonial desplegado en estos territorios africanos, promulgó el 30 de junio la Ley de Provincialización en virtud de la cual se equiparaban los mismos (denominados provincias de Fernando Poó y de Río Muni), y a sus nativos, al resto del territorio nacional. No quedaba otra que desde entonces, al menos formalmente, establecer el principio de igualdad entre los originarios africanos y los metropolitanos

El mayor éxito de la “obra civilizadora” desplegada por el “Patronato de Indígenas” habrá que limitarlo, con el permiso de los esforzados misioneros claretianos, a que hoy día más del 95% de la población de Guinea Ecuatorial se define como católica o cristiana. Es así, si consideramos, por ejemplo, que no fue sino hasta unos pocos años antes de la Independencia que estos territorios, en Malabo, 1962, (antes Santa Isabel) y Bata, 1964, las dos capitales más importantes, fueron dotados con institutos de enseñanza media. Al independizarse el país, no contaba con ninguna universidad y los graduados universitarios nativos apenas superaban la docena de personas, en una población que no alcanzaba el medio millón de habitantes y se fijaba en torno a los 350.000.

Aunque se suele decir que la colonización española del territorio que acabaría, finalmente, constituyendo la República de Guinea Ecuatorial duró doscientos años (atendiendo al momento inicial en que la metrópoli obtuvo sus iniciales “derechos” sobre dichos territorios, hasta el de su formal independencia) lo cierto es que la presencia española no conoció una continuidad hasta mediados del S. XIX. Tras una primera expedición, al mando del Conde de Argalejos, a la que se encomendó la toma de la posesión de los territorios que Portugal cedió a España en 1778, en apenas tres años los expedicionarios que pudieron sobrevivir los abandonaron definitivamente. Dicho abandono se prolongó durante décadas y sólo el peligro real de que la corona inglesa se apropiara definitivamente de ellos ( es de constatar que la hoy capital del estado, Malabo, fue fundada en1827 por los ingleses que la denominaron Clarence City que después fue rebautizada por los españoles como Santa Isabel, en honor a la reina de España) , así como la presión de la opinión pública determinó que a mediados del S. XIX se enviara una nueva expedición para la toma de posesión y control de los territorios ubicados en el Golfo de Guinea. Empero, si bien ya se dio un más definitivo inicio del control y la colonización, este impulso prácticamente se limitó a la Isla de Bioko. No sería sino tras la firma del Tratado de París, en 1900, y la definitiva delimitación de las fronteras que dicha colonización se iría extendiendo por todo e territorio de la plataforma continental. Quiere esto decir que LA COLONIZACIÓN REAL Y GLOBAL APENAS SE EXTENDERÍA POR UN PERIODO DE ALGO MÁS DE 65 AÑOS. A mayor abundamiento, es de considerar que la parte esencial y hasta el final de la colonización española coincidió con el imperio metropolitano del franquismo. Es decir, se pretendió que la naciente Guinea Ecuatorial hubiera de desenvolverse como República Democrática, cuando en la metrópoli ni tan siquiera se gozaba de un régimen democrático, y a los pueblos nativos les era ajena la tradición republicana europea, que por otra parte nadie les había transmitido durante el imperio del régimen colonial que ni tan siquiera les reconocía la capacidad jurídica de obrar.

Uno de los mitos de quienes pretenden justificar la colonización española desplegada en los territorios africanos del golfo de Guinea consiste en afirmar que esta colonia siempre le supuso un gasto y casi ningún beneficio material al Erario metropolitano. Bastaría un estudio objetivo para llegar a la conclusión de que esta afirmación no se sostiene. La realidad es que con la excusa de civilizar y cristianizar a pueblos salvajes y desconocedores de la “Revelación”, la colonización tuvo como objetivo LA EXPLOTACIÓN DE LOS RECURSOS NATURALES QUE OFRECÍAN LOS TERRITORIOS BAJO RÉGIMEN COLONIAL. Así sucedió también con Guinea. Se constituyó en fuente de provisión de madera, café y cacao principalmente. Mediante su explotación en latifundios en manos de los colonos, se armonizó una economía totalmente dependiente de la metrópoli y para el abastecimiento de las necesidades metropolitanas. A ello se afectó a los nativos, en perjuicio de la afectación a la producción y provisión de sus propias necesidades de supervivencia, hasta el punto de que las más básicas necesidades alimenticias hubieron de provenir de la metrópoli, creándose de este modo otra innecesaria dependencia para la supervivencia de los nativos, además de un sutil canal para desproveerles del escaso pecunio que pudieran obtener en su desempeño laboral por cuenta del colono. Tal es la dependencia económica de la metrópoli que se armonizó que, al independizarse Guinea Ecuatorial careció, desde el primer momento, incluso de la capacidad de sufragar obligaciones como el pago de los funcionarios públicos. Se supone que la metrópoli se había comprometido a ayudar al nuevo país a sufragar su presupuesto, al menos durante su primer lustro de vida. Empero, este compromiso también se vio inatendido. Esta incapacidad presupuestaria del nuevo estado evidencia que es otro mito que sus pobladores disfrutaban de la mayor renta per cápita de toda África al inicio de la década de los sesenta del S. XX. Este dato ha de ser matizado en términos cualitativos ya que es evidente que dicha renta en modo alguno estaba, ni podía estar, a disposición de los nativos. Lógicamente supone que eran los colonos los que realmente disfrutaron de muy importantes rentas. De hecho, grande fue la sorpresa del primer Presidente del País, Francisco Macías Nguema, cuando ante la evidencia de que las arcas públicas estaban vacías y no podía atender siquiera al pago del salario de los funcionarios públicos, acudió a las reservas de la banca privada para verificar que los depósitos se habían remitido a la metrópoli pocos días antes de la declaración de independencia.

En suma, el 12 de octubre de 1968 Guinea Ecuatorial accedió a la independencia para constituirse en una República democrática centralista y unitaria, según es de verificar de la Constitución con la se dotó al nuevo estado, sin que su historia y experiencia previa tuvieran nada que ver con semejantes estructuras y sistema sociopolítico. La pluralidad nacional y popular fue obviada y se modeló un estado unitario y centralista que necesariamente había de chocar con la realidad. Dichos territorios carecían de nacionales cualificados para enfrentarse al reto sociopolítico que habían de abordar, de una viabilidad e independencia económicas para afrontar las más básicas obligaciones del estado, así como de una sociedad civil suficientemente articulada y sólida para constituirse en la base y sostén del estado y de su desarrollo. Por ende, la elite burocrática que lógicamente se hizo del poder había sido “educada” en la inmersión del franquismo y las prácticas coloniales. Claros ejemplos los constituyen los dos únicos presidentes que han regido el país, desde su independencia.
Semejante cuadro sólo podía desembocar en lo que ha sido la triste experiencia del devenir de la Guinea Ecuatorial pretendidamente independiente. El Primer Presidente, elegido democráticamente, ante la falta de talento y de capacidad para afrontar el gigantesco reto, acabó optando por el camino más obvio. La inmediata supresión de los derechos y las libertades públicas ( que apenas tuvieron tres meses de vigencia) y la implantación de una represora dictadura, que no tuviera que rendir cuenta alguna a la ciudadanía, que pasó a constituirse, nuevamente, en meros súbditos. Además, para su mantenimiento la dictadura fue adquiriendo tintes y consolidándose como un régimen clánico tribal. No podía ser de otra manera si consideramos que la colonización no dejó la herencia de la institucionalización y la estructuración socio política y, sin embargo, debilitó en grado sumo todos estos ámbitos originarios y nativos. El dictador Macías Nguema condujo al país hacia el desgobierno clánico tribal, ya que es en estas estructuras (a falta hasta de un ejército digno de tal nombre) donde podía encontrar el sostén para su vitalicia permanencia en el poder.

Tras once años de desgobierno, al primer dictador le sucedió un sobrino, no podía ser de otro modo habida cuenta la caracterización de su régimen, mediante un Golpe de palacio acontecido el 3 de agosto de 1979. El dichoso sobrino, TEODORO OBIANG NGUEMA, sigue siendo hoy día el detentador omnímodo del Poder y digno heredero de su tío, instalado en la senda del régimen clánico tribal y la permanencia vitalicia. Este señor ha introducido o completado la evolución con otro elemento caracterizador: la patrimonialización del país. Así, hoy en día Guinea Ecuatorial es la verdadera finca privada de Teodoro OBIANG NGUEMA, su ínclita y amplia familia y “amigos”.

Paradójicamente, nos encontramos de nuevo con que Guinea Ecuatorial ostenta hoy una renta per cápita muy relevante de algo así como 26.000 dólares, es decir, parangonable a la de España o Italia. Sin embargo, en términos de desarrollo humano y social comparte clasificación con Afganistán, como se ha publicado recientemente. Aquí también se ha de hacer una lectura cualitativa del dato para entender la contradicción. El 5% de la población, es decir la muy amplia familia de Obiang Nguema mas sus amigos y acólitos, acapara al menos el 80% de la renta, por lo que la gran mayoría de la población, de unos 500.000 hbtes., se mueve en los márgenes del umbral de la pobreza, mientras una minoría se desenvuelve en una abundancia material verdaderamente escandalosa. El desencadenante principal de estas cifras y del exagerado crecimiento del país en los últimos tres lustros, se halla en la explotación del petróleo iniciada a principios de la década de los noventa del S. XX y que ha alcanzado cifras de extracción en torno al barril diario por habitante, es decir, cerca de 500.0000 barriles/día.

Actualmente, nos encontramos que, tras 42 años de independencia nadie puede afirmar que Guinea Ecuatorial es un estado consolidado y encaminado a constituir una futura Nación. Por más que desde su independencia ha conocido tres “Constituciones” que, salvedad hecha de la primera, se han debido a la exclusiva y omnímoda voluntad de los respectivos dictadores, a día de hoy ni se ha avanzado en la estructuración sociopolítica ni en la institucionalización. Hallamos estructuras organizativas e institucionales que devienen meramente retóricas y formales, en cuanto vacías de contenido real, habida cuenta la absoluta concentración de poderes que ostenta el Dictador, Obiang Nguema. Nada se mueve en Guinea Ecuatorial si no es con la anuencia de la Presidencia. La pretendida democratización emprendida por el país a inicios de los noventa del S. XX, con la “legalización” de una serie de partidos políticos de la “oposición” y la celebración de diversos pretendidos procesos electorales, que en ningún caso han merecido el reconocimiento de su transparencia y rigor democrático, con resultados siempre favorables a los intereses del “Presidente” con mayorías nunca inferiores el 95%, ha chocado con la realidad de una sistemática y generalizada violación de los más elementales derechos humanos, la corrupción galopante institucionalizada y la falta de vigencia de las más básicas garantías y libertades públicas. En suma, el guineo-ecuatoriano hoy no ha alcanzado la naturaleza de ciudadano, es apenas un súbdito que sigue identificándose más con su adscripción étnico-clánica que con el Estado, de modo que el devenir futuro de una verdadera República de Guinea Ecuatorial, en términos democráticos, está necesariamente mediatizado por su REFUNDACIÓN en la que la organización sociopolítica no podrá ignorar ni la naturaleza plurinacional y popular, ni sus genuinas raíces africanas, ni los precedentes históricos, así como la realidad y retos del presente.

Barcelona, noviembre del 2010.


Fuente: propia

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