Humberto Riochí, 30 de diciembre 2010
”En pocos días cruzaremos una frontera más y 2010, que cierra toda una década, será historia. Y será historia especialmente para Guinea Ecuatorial que ha estado viendo morir cada una de sus fechas sin sacudirse las calamidades humanas que emborronan su futuro. El consuelo, si valen consideraciones rebuscadas, queda compendiado en algunos de los reveses que se ha llevado el Matusalén de los dictadores con la congelación de su premio especial a la ciencia, su expulsión de la EITE, la inadmisión de su persona a formar parte de la familia lusa, los nubarrones de posibles sentadas en banquillos de tribunales franceses por corrupción, o la negación de Cris Kirchner a admitir su participación en el último cónclave de la hispanidad celebrado recientemente en Argentina.
Desde los episodios anteriores, que no van más allá de pequeñas roturas y algún paréntesis en la imagen que dan el poder y la capacidad de regalar recursos, algunos optimistas antropológicos han tratado de ver advenimientos y señales de un fin de ciclo. Ni tanto ni tan calvo. Aunque, sí es verdad que evidencian que las deidades dictatoriales tienen también sus debilidades que, aprovechadas convenientemente, podrían servir para crear eclipses.
Pero el que muere es otro año más y con él, toda una década que nos lleva a una demostración extrema de la inoperancia y la caducidad en los métodos utilizados para llegar al canje de sistema y de régimen.. Los ensayos, las tentativas y los experimentos puestos en juego han saltado todos por los aires. Y Obiang sigue ahí incólume, malversando vidas y haciendas, corrompiendo pueblos, domesticando conciencias nacionales e internacionales a golpe de talonario, logrando aplausos solapados bajo consentimientos resultantes de cansancios de una libertad prometida y anunciada que no llega. Está ahí, retando el tiempo y la historia.
El Vitalicio que llegara a la presidencia del país de carambola, con corajes y esfuerzos ajenos, lleva tiempo pidiendo su sustitución. Sabe que su mediocridad es creciente y mastodóntica. Está hasta la coronilla de hacerlo rematadamente mal, pilotando el país hacia el abismo. Pero al tiempo que visualiza su medianía, se percata de que ninguno de sus oponentes los tiene tan enteros como para mandarle a unas vacaciones perpetuas, haciendo lo que él, con apoyos voluntarios que en su caso, ha estado pagando con ingratitudes.
Para cambiar el statu quo, exceptuando los grupúsculos travestidos, la oposición entera, mono étnica por imperativo estadístico, se ha estado refugiando hasta ahora en el tópico de peticionar elecciones para competir contra el que tiene amansado por elección a su militancia –cuando existe-, simpatizantes, parientes, llegando el control hasta el núcleo duro de sus siglas. Demostrado queda que este único cartucho utilizado para buscar cambios tiene la pólvora mojada y le ha permitido a Obiang tener la sartén por el mango no tanto por diablo, como por la pitopausia de ideas y proyectos que campan a su alrededor. A esto se le llama guineoecuatorismo. Una moda parida en 1968 por la que todos quedan embutidos en un dogma de querencias y deseos de estar a la sombra y al regazo de un presidencialismo patológico sin arriesgar, ni mover ficha.
Y como no puede ser de otra manera, la indigencia en todos los órdenes y la ausencia de planes de choque está laminando y asfixiando a un oligopolio oponente que ha fiado su éxito político a una verborrea sin avales ni acciones. Los sindicalistas del conformismo se están quedando sin discurso mientras esperan sentados a ver pasar el cadáver del Gran Hermano, que no enemigo, o la mano milagrera de una comunidad internacional que solo existe y actúa cuando la sangre llega al río. Pero los renuncios de Naciones Unidas, el clintonismo de Obama, la laxitud de la Unión Europea, el desnorte de la Unión Africana tampoco presagian nada bueno. Hace tiempo que entraron todos en una escandalosa amnesia con los postulados internacionales del otrora Realismo Político, la Investigación para la Paz, las profilaxis y otras mandangas. Por si no lo saben, las actuaciones de estás instancias solo se producen cuando los pueblos hacen el harakiri o entran en combustión. Entonces sí prestan raudos a intervenir, haciendo de bomberos y pacificadores especializados. Y esta evidencia es tan irrefutable como que, para ellos, los tautológicos comunicados, articulitos como éste, entrevistas y otras lindezas condenatorias utilizadas para traer democracias no tiene ninguna validez. Y más todavía si lo que se pretende es levantar del sitial al mayor donante mundial de recursos ajenos.
Pero a fuer de sinceridades, llama la atención que tanto “reino de taifa” reconocido, que se sienta a la vera de “dios padre” para elaborar planes étnicos con horizontes redentoristas no sea capaz de levantar a una decena de personas para protestar contra los derechos enchironados de muchos. Que tanta tripleta irrogadora de ciudadanías comunes (“lo que pertenece a de todos, no es de nadie”) ande vendiendo el agua, no se sabe a quién y en cestas de mimbre. Que tantos frontispicios comunitarios, sobrados de estrategas y galardonados esté imposibilitado por vocación a elaborar una sola solución que levante una ampolla. Que gigantescos demócratas esperen que les llegue el cambio mientras teorizan y sestean. Que la inmensidad del generalato avecindado en un único punto del mapa nacional esté missing mientras se le oxidan los galones. ¡Es, increíble!..
Laurent Gbabo se irá de la presidencia costamarfileña no tanto por los paseos de algunos miembros de agencias internacionales, algunos presidentes o las llamadas telefónicas de otros tantos prohombres de la política internacional. Terminará su inquilinato porque aquel pueblo, con algunos dirigentes al frente, tiene puesto en jaque mate a la comunidad internacional, al sistema y a la paz no solo de un país, sino de un área importante de nuestro continente.. En nuestro caso, la continuidad de Obiang en el sillón es un reconocimiento expreso de la incapacidad de su oposición. De hecho, las sacudidas apuntadas más arriba han sido el resultado del compromiso y el trabajo desinteresado, visible o invisible, de algunas entidades, personas e instituciones que ven en este bikursí la posibilidad de que los guineecuatorianos acabemos convertidos en cobayas humanas en manos de Terminator. La oposición, mientras se ponía en cocción aquellas protestas altruistas que trajeron los resultados aludidos, estaba de vacaciones o analizando el sexo de los ángeles; y eso cuando no haciendo cábalas sobre los gustos y disfrutes de posibles presidencialismos que por mor de mayorías creen tener monopolizados.
Y para los apóstoles del infierno: aquí no se está haciendo apología de guerras ni de terrorismos. Que no se confunda nadie. Lo que se pretende simplemente es demostrar que Guinea Ecuatorial anda ayuna y huérfana de brújulas, de líderes capaces de sacar a la población de sus casas para ocupar las calles y los espacios públicos, de movilizar a personas para que salgan en defensa de sus derechos. Porque no se puede esperar reconocimientos internos de autoridad ni consideraciones de seriedad desde instancias foráneas, con inacciones. Los creyentes en llegadas de democracias sin rebeliones cívicas, sin reclamaciones de derechos, sin manifestaciones de un inconformismo que se siente como un sinapismo, van listos.
Seguir en el sempiterno sinsentido de reclamar elecciones para acabar perdiéndolas por sistema, justificando directa o colateralmente a un impresentable, ya no vende. Rezar por que lleguen comicios, cazuela en mano para que caigan algunos milloncitos regados con sangre, es una ignominia para los esperanzados guineanos que un día sí, y otro también, peticionan que la disidencia tenga algún valor añadido. Hacer discursos grandilocuentes desde el exterior, sin mover un dedo, o estar en parlamentos en plan “Solo contra Roma” ya no convence. Y si como remate se utiliza como argumentario ideológico doctrinal la pretensión, sin haber tocado poder, de construir un país desde la unidad a la fuerza, con patentes de corso otorgadas por mayorías numéricas incapacitadas para hacer temblar mínimamente los cimientos totalitaristas de un país en bancarrota, ¡Apaguemos y vayámonos!
Los damnificados políticos, los excluidos de las sentadas fang y las Conferencias nacionales, los convidados de piedra, los otros pueblos y alguna provincia triturada de Río Muni, nos sobran motivos para no tener que esperar la llegada de Petit Doc, colado ya en la penúltima peana del Partido Diabólico de Guinea Ecuatorial. La situación se ha hecho tan apremiante que no tenemos porque aguantar que Papa Doc complete su testamento. El mundo se mueve; los disparates concedidos a África como herencia empiezan a ser revisados porque las verdades coloniales que nos trajo Occidente no han dado resultados.
¡Bienvenido seas 2011!”
Fuente: bosila
Seguir a @guinea_net
