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Editorial

La obsesión por la seguridad de Obiang


publicado por: Celestino Okenve el 29/07/2011 14:04:36 CET

La obsesión por la seguridad de Obiang

Desde Bata, región continental, 28 de julio de 2011.

Una de las cosas que me ha llamado la atención desde mi llegada a Guinea Ecuatorial es la obsesión por la seguridad del dictador Obiang.

En realidad no es un descubrimiento. Yo ya sabía que Obiang, que es consciente de que ocupa el poder de forma ilegítima a pesar de la aparente legalidad, tiene una obsesión por su seguridad. Lo que resulta muy llamativo es que prácticamente toda la vida del país está orquestada en torno a la seguridad de Obiang Nguema.

Cuando la vida de un país gira en torno a la seguridad de una persona, ese país se bloquea. Con un país en el que la seguridad de su presidente es la máxima prioridad, los aviones pueden no salir a la hora o no llegar a su hora o puede que un niño muera por no poder llevarle al hospital por estar cortada la carretera debido a la seguridad del presidente que tiene previsto pasar por ahí en algún momento indefinido.

Cualquier iniciativa tiene que ser abordada en función de que haga peligrar o no la seguridad de Obiang. Y cuando digo cualquier iniciativa me refiero a toda iniciativa empresarial, estatal, o privada.

El ejemplo más llamativo de esto es el proyecto de cable de fibra óptica transafricano atlántico, que va a bordear toda la zona costera de Africa Atlántica, desde Mauritania hasta Sudáfrica. Guinea se negó a participar en este proyecto, que suponía una mejora enorme de la calidad y el ancho de banda, por el miedo absurdo a que las conversaciones del dictador pudieran ser escuchadas por gente extraña. No se valoró que la ampliación del ancho de banda iba a suponer enormes ventajas para las conexiones telefónicas, video y datos con el resto del mundo. Transcurrido un tiempo, alguien convenció al dictador de la estupidez de la decisión tomada y se decidió realizar por cuenta exclusiva de Guinea el ramal Malabo-Bata del circuito de Fibra Óptica, con la idea de enlazarlo con el trayecto principal ya construido que va del norte de Africa a Sudáfrica.

Este trayecto es la espina dorsal (backbone) de la red digital por fibra óptica panafricana más importante, que en principio va a reducir el coste del bit por segundo en al menos cien veces su valor actual y que incrementará el ancho de banda hasta al menos 2.5 Gigabits por segundo.

Guinea Ecuatorial es uno de los países más retrasados digitalmente y lo es porque al dictador no le interesa que la población tenga acceso a Internet, no porque no haya recursos para eso –que los hay de sobra y se malgastan en ciudades fantasmas como Sipopo y Oyala- sino porque cree que eso pone en riesgo su seguridad. Se restringe el acceso a Internet cuando todos saben que las Tecnologías de la información y Comunicación (TIC) son un factor importante para el desarrollo económico y político. Como ya ocurriera con las monarquías feudales en la edad media, el sistema de poder político guineano supone un freno al verdadero desarrollo económico al restringir el uso de las TIC. La información es una fuente de desarrollo pero la información es también un elemento de democratización en el momento en que puede circular libremente y de forma vertical y horizontal.

A mi llegada al aeropuerto de Malabo, una vez pasado el control de policía de frontera con un pequeño incidente, aparte del control de aduana, tuve que pasar la maleta por un escáner para detectar explosivos. O sea, a pesar de haber pasado la maleta por el control de embarque en Barajas donde se escanean los equipajes y las personas para evitar los atentados y los secuestros de aviones, al llegar a Malabo hay que volver a pasar el control al desembarcar, es decir, aquí se quiere evitar que un posible explosivo pueda entrar en Guinea procedente de un avión que ha sido sometido a un exhaustivo control moderno. Una acción tan inútil como estúpida. Este control del escáner a veces no se hace.

El vuelo de Malabo a Bata realizado con el avión BA146 (un cuatrirreactor de corto alcance especial para pistas cortas) es corto y agradable, unas ciento veinte millas náuticas que se hacen en apenas media hora, aterrizando en la pista 22 de Bata. Al desembarcar, nos encontramos con dos blancos que llevan el uniforme de la policía guineana, no hablan el castellano, tienen aspecto de ser de Europa de Este y tienen cada uno de ellos un perro al que obligan a husmear el equipaje de mano que llevamos.

Supongo que con las maletas se hará lo mismo, aunque no recuerdo haber visto ese control anormal. O sea, no se hace el control obligatorio de personas y equipaje al subir avión y sin embargo se hace el control de explosivos al bajar del avión y antes de entrar en la terminal, haciendo cola en la pista, expuestos al sol o a la lluvia que hubiera, que por suerte no hubo el día de mi llegada. (Es dudoso que esos blancos que no hablan español puedan legalmente pertenecer a la policía guineana al carecer de la nacionalidad guineana. La Ley no autoriza el uso de mercenarios en los cuerpos de seguridad del Estado).

Aquí las personas no son valoradas ni protegidas por el Estado. Cualquiera puede subir al avión con explosivos y matar a las personas que viajan en él. Lo que importa es que no lo introduzca en Bata, desde donde podría llevarlo al lugar donde se encuentra el dictador, según el pensamiento simple de los gestores de la seguridad de Obiang Nguema. Aquí la única seguridad que existe es la del dictador, las personas estamos desprotegidas.

Ya no se hace el fichaje de todos los pasajeros a la llegada a Bata, al final se convencieron que era una tontería que consumía recursos inútilmente. Este fichaje se hace aquí en Bata al salir para embarcar, por parte de la policía nacional. Pero este control ilegal que supone la existencia de una frontera interior, parece que está financiada por las mismas personas a las que se molesta. En efecto, hay que pagar una llamada “tasa de seguridad aeroportuaria”, que va de 500 francos para vuelos nacionales a 50 mil francos para vuelos internacionales. Esta tasa es distinta de la tasa aeroportuaria. Esta seguridad aeroportuaria no es tal, pues se limita a fichar a los pasajeros que vuelan de Bata a Malabo. No hay control sobre el equipaje o las personas mediante arco y escáner antes de subir al avión sino el fichaje mediante huellas, fotografía y datos personales en una base de datos que debe manejar la empresa privada que gestiona la seguridad del dictador. De nuevo se constata que la obsesión en Guinea es la seguridad de Obiang, mientras la seguridad y los derechos de las personas aquí no existen. Y eso resulta muy hiriente. Es una bofetada en la cara de todos los guineanos. Cuesta dinero público y además se cobra al ciudadano que no se beneficia de ella sino todo lo contrario.

Lo más llamativo es que cuando se viaja a Malabo en barco, no opera ninguno de los mecanismos inútiles de seguridad. Parece que efectivamente se activa solo para el transporte aéreo pero no es un mecanismo de seguridad para proteger a los aviones y a las personas, sino que al final se ha transformado en un dispositivo de seguridad presidencial inútil. El objetivo único que hemos constato es crear acoso a la población mediante chequeos arbitrarios.

Los acosos comienzan en el aeropuerto y se ubican en varios espacios geográficos y administrativos. Miembros del ejército, un cuerpo en principio destinado a la protección del país contra agresiones de otros países, se dedican a realizar controles en barreras fijas de las carreteras, haciendo funciones de orden público o de seguridad que en principio están encomendados a otros cuerpos, según la ley o la tradición.
Esta es una doble violación de la Ley que al dictador no le preocupa mientras crea que su seguridad bien lo merece, cosa que no es cierta porque hechos recientes demuestran que las barreras militares nada tienen que ver con la seguridad de nada ni de nadie: el robo de la paga extraordinaria de una empresa en la carretera Niefang-Evinayong, la muerte de varias personas traídas en camiones desde Ebibeyin y la fuga desde la prisión de “alta seguridad” de Evinayong del secuestrado Cipriano que consiguió llegar a la frontera de Ebibeyín, todo ello indica que las barreras militares no sirven para nada de lo que se dice que sirven, o sea, no sirven para la seguridad ni del dictador ni de la población. Solo sirven, repito, para el acoso a la población, algo de lo que sí son expertos los que mandan aquí.

Desde el día 27 de julio se ha cerrado la frontera de Guinea con Camerún por la zona de Ebibeyín. También es muy discutible la legitimidad de esta medida.

Si todo acto de la Administración del Estado es un acto administrativo y debe estar reglado, no existe ley conocida que le permita al responsable de la medida tomar una decisión tan importante con tan ridículos argumentos.

La frontera se ha cerrado porque va estar Obiang en Mikomeseng para celebrar el 3 de agosto, la fecha que en 1979 dio el golpe de Estado que le llevó al poder que sufrimos ahora. Y para los “gestores” de la seguridad del dictador se debe cerrar la frontera porque “el jefe va a estar cerca de la frontera”.

Obiang estará en Mikomeseng sólo el día 3 de agosto pero la orden de cierre de frontera se ha dado el dia 27 y se supone que estará vigente hasta el dia 3 o 4, o sea, el país estará cerrado una semana en su frontera norte por la obsesión de Obiang por su seguridad. La frontera de Camerún por Ebibeyín es la vía donde se realiza el mayor tráfico de mercancías por tierra en Guinea, pero un señor que cree ser el dueño de los guineanos se permite el lujo de cerrar ese paso fronterizo que afecta a miles de familias sin que a él le suponga ninguna pega. El acto, de dudosa legitimidad, es cruel, despiadado e inútil.

Guinea no tiene un stock importante de alimentos. Cerrar el tráfico terrestre de la via Ambam-Ebibeyin supone que algunos productos van a escasear y eso puede incluso llegar a poner en peligro la salud y la economía de muchas personas.

No hablemos de los controles militares de la carretera Bata-Ebibeyin, inundada de soldados durante estos días. Posiblemente cierren al tráfico esta carretera los días 2 y 3 “por motivos de seguridad” y algún guineano corre el riesgo de morir en esas fechas por no poder recibir tratamiento urgente en los hospitales de Ebibeyín, Mikomeseng o Bata. Pero eso no le importa a Obiang, dueño absoluto de las vidas y de los bienes de los guineanos.

Decir que “el jefe va a estar cerca” es una absoluta necedad. De Ebibeyín a Mikomeseng hay más de cien kilómetros, más de lo que hay entre Ebibeyín a Mongomo, lugar donde Obiang ha estado viviendo estos últimos 15 días al menos. El mismo Mongomo se encuentra en la frontera con Gabon ¿Por qué no se cerró la frontera Guinea-Gabon por la frontera Este “por estar cerca el jefe”?. De nuevo vemos que las decisiones, que nos afectan muy negativamente a los guineanos, se toman de manera arbitraria, no sirven para ningún fin de seguridad de nadie y solo causan graves perjuicios a la población.

Si alguien desea atentar contra Obiang no usará la frontera de Kie-Osí para entrar ni caminará por la carretera de Bata-Ebibeyín para llegar a él, eso es de sentido común. Obiang es el presidente más visible y más ruidoso del mundo, gracias a sus gestores de seguridad. Algunos de esos gestores de seguridad se han convertido en los hombres más ricos de Guinea. Pocos de ellos son capaces de elaborar un plan científico de protección de su protegido.

Los costes que sufre el país por la obsesión de su presidente a su propia seguridad son enormes. El más importante de ellos es la ausencia de una paz verdadera, porque se cometen muchos atropellos contra la población por esa seguridad que está además mal gestionada. Esos atropellos, aunque parezca que no pasa nada, dejan un poso de odio y rencor entre la población que se suma a los resquemores debidos a las infinitas injusticias que conoce este país desde que gobierna Obiang Nguema y su familia.
De Bata a Ebibeyin hay al menos 8 barreras militares, en los que el tiempo medio que se gasta es de 15 minutos, lo que hace que el tiempo total que se pierde en las barreras entre Bata y Ebibeyín sea de más de una hora y media. 90 minutos que habría que convertir en coste monetario sabiendo el precio del salario horario medio y que luego habría que multiplicar por el número de personas afectadas diariamente, que son las que viajan diariamente a Ebebibyin. Después habría que multiplicar el número de días efectivos que tiene el año.

Después habría que sumar el coste monetario que hay que pagar a los soldados de las barreras, un verdadero impuesto que paga el pueblo porque el presidente del país tiene miedo a que atenten contra él. Sea como sea, el coste económico de los controles militares es enorme y lo paga la población en forma de tiempo perdido, daño moral y pago de dinero en metálico. Por supuesto al dictador eso le tiene sin cuidado. Si tuviera empatía Guinea sería un país más agradable de vivir.

Medidas aparatosas como las tomadas estos días y que son frecuentes en este país donde se celebran fiestas con presencia de Obiang por la razón más peregrina, son más ruidosas que efectivas, pero parece que colman la ansiedad del dictador por su seguridad, ansiedad que se está convirtiendo casi en una paranoia para desgracia de todos los guineanos que lo sufrimos.

Nvo Zang Okenve Mituy (Celestino Okenve) en Guinea, en riesgo de sufrir atropellos en cualquier momento.


Fuente: propia

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