En el anden que corresponde a los guineanos que han de coger su medio de transporte que les lleva a cualquier horizonte de los seres vivientes tiene una seria dificultad. Y es que estamos ante un país colonizado que tuvo y está inventando todos sus protagonistas. Ser querido, bien visto y considerado es sinónimo de renegarse a sí mismo y a su propia identidad viene a significar. No existe ninguna mínima excepción en los casos reales que conozco. Así lo exigió la colonia y así nos lo sigue exigiendo la dictadura, que nos lleva a un preocupado lavado de celebro que va en alza. Esta normativa colonial casi vigente cierra cualquier oportunidad a que chicos y chicas y adultos guineanos puedan llegar a ser, algún día ellos mismos. Obedientes con los desmanes coloniales, complacientes con la cultura dictatorial y deferentes con lo que no nos pertenece. ¿Es el mérito, el complejo de inferioridad o las identidades fragmentadas lo que ordena y otorga la fe ciega a todo aquello que vino a borrarnos nuestra memoria y nuestra cultura y nos condena a esta mediocridad con la ecuación mitad españoles, mitad guineanos en base a una dictadura? Quien me responda esta pregunta le han de dar un premio nobel en la ingenuidad.
Es el complejo de inferioridad que caracteriza a muchos, si no todos los guineanos. Para hacerse querer más a lo que ellos nunca serán. La gran obsesión de los guineanos es tratar de evidenciar el desapego por lo que uno es y de lo que se le conoce, para marcar el gran parecido a lo que no es, ni se le conoce, ni llegará a ser. Así, desde el corte de pelo, hasta el arreglo de las uñas, pasando por los nombres de hospitales y partidos políticos, de los ministerios a la presidencia y secretariados de estado, al modelo de corrupción y gastos públicos etc, todo es un parecido a lo que nunca somos ni llegaremos a ser, pero siempre hemos soñado ser. Lo más grave es que la mente guineana en un cuerpo africano también es medio de lo que uno no es, viciada de tres dictaduras: la de Franco, la de Macías y la De Obiang. Es una moda que, antes latente y el 12 de octubre de 1968 reconocida, inaugurada por Manuel Fraga cuando era ministro de los asuntos de fuera de España, sigue sin fecha de caducidad.
No podemos ignorar que al conseguir el efecto, lo guardó celosamente en la mente de los buenos y excelentes guineanos. El propio Macías Nguema, a pesar de su ¡imperialismo abajo!, siguió el ejemplo de los colonos y cambio el perro y mantuvo el mismo collar. En esta misma renuncia voluntaria, a lo que realmente somos, se han manifestado el resto.
Si empezamos a enumerar estas renuncias voluntarias, nos topamos que la inventada selección de Guinea Ecuatorial se llama “La Roja”, como el nombre de la selección que nunca llegaremos a ser, renunciando a su primer y segundo nombre naturales, (Basile o Nzalang), las siglas de los partidos políticos son siglas hermanas de las siglas de quienes deseamos ser como ellos, pero no llegaremos a serlo, los hospitales comparten sus identidades; para decir la paz habría que matizar si se trata de la paz de Sipopo, o la del Paseo de la Castellana de Madrid. Un adolescente de la ciudad de Ebibeyín sabe localizar en el mapa a Santiago de Compostela, pero se le va la vida situar a Basakato del Oeste en la cartografía de Bioko.
¿Cuántas veces hemos encontrado a guineanos y guineanas exhibiendo orgullosamente la ignorancia de no saber hablar su lengua materna (fang, bubi, Ndowe, anobonés, etc) ? ¿Cuántos catalanes, vascos, gallegos se sentirán orgullosos de no saber hablar el catalán, el vascuence y el gallego? Muchos guineanos y guineanas exhiben en sus vitrinas fotos de nietos, primos, primas y nietas mulatos por encima de lo que mandan los cánones de afecto y cariño familiar.
Expresarse correctamente en la lengua de lo que siempre soñamos es un requisito indispensable para comunicarse en Guinea Ecuatorial, ¿pero debería adquirir algo de lo nuestro con criterios afines? Se ha de inculturarse. El español de américa latina no es el español de Madrid y supone una riqueza, ¿Pero es que nosotros los guineanos no tenemos nada que aportar al mundo y a nosotros mismos? Cada cuál está en su pleno derecho de hacer de su vida lo que le complazca, pero cuando la impertinencia logra alcanzar a los otros, habría que ponerles algún remedio. La dictadura no ha favorecido en nada este deseo, aunque la boca se les llena de un nacionalismo vacío, pero a ellos ya sabemos a lo que luchan, pero los guineanos que desarrollaron sus capacidades intelectuales y tienen bien llenos los aforos de saber para inundar de letras a su pueblo, dónde están, ¿Qué han hecho?
¿Nos hemos dado cuenta que nos parecemos a lo que no somos y todo lo nuestro se queda en este país que deseamos convertirnos? Nuestro saber se queda en allí, nuestro dinero está en la compra de ropa, casas, objetos domésticos, coches y en los bancos de allí, nuestros recursos humanos están desperdigados en las comunidades autónomas de allí, nuestra futura generación está allí, en este país de ensueños, nuestro deporte está allí, nuestra educación está allí, nuestros sacerdotes están allí, nuestros maestros de escuela y profesores universitarios están allí, nuestros arquitectos están allí, nuestros ingenieros están allí, nuestros médicos están allí, nuestros músicos están allí, nuestros políticos están allí... y claro, nos sentimos muy orgullosos de que todo esté allí.
Un peón de postín, un alcalde de Midzobo o un tendero de provecho pueden demostrar al público las mezclas hechas de su masa gris, a nosotros no nos supone grave, pero con los guineanos que el dinero de la nación llegó a realizar una potente inversión, hijos que esta tierra tiene y alberga una esperanza; su formación, sus experiencias que hayan alcanzado y que ha costado a todos un huevo y la yema del otro, tenemos el derecho de pedirles que dejen de vivir con identidades fragmentadas y que Guinea Ecuatorial deje de ser este país inventado llena de identidades ocultas y fragmentadas.
Si la vocación de Guinea Ecuatorial y de sus habitantes no era ser independientes, podrían haberlo pensado antes del 12 de octubre de 1968, continuaríamos siendo lo que realmente somos hoy sin haberse gastado tiempo, vidas humanas ni dineros en batallarse con lo que nunca llegaremos a ser. Independientes, al menos por ahora.
Fuente: reflexiones