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Editorial

DOCUMENTOS PARA LA HISTORIA XIV


publicado por: La Díaspora Boletín informativo para la communidad ecuatoguineano en el extranjero el 02/02/2008 18:32:41 CET

La finca de Obiang

Los benefícios del petróleo despiertan la codicia de los dirigentes y dificultan la apertura en Guinea Ecuatorial

RAMÓN LOBO

La carretera del aeropuerto de Malabo aún conserva sus baches coloniales. Cerca de la Pequeña España, un barrio de la periferia, se levanta el esqueleto de uno de los palacios del presidente Teodoro Obiang Nguema. Una verja excesiva le protege del curioseo inexistente. Enfrente se yergue otra casona. Es de Constancia, la primera dama. Son signos externos del dinero del petróleo. Èste se mantiene lejos de la población. Tan lejos que ni siquera ha llegado a las gosolineras. El litro ronda los 500 CFA-área del franco francés en Àfrica- (125 pesetas al cambio). Los benefícios de los 80.000 barriles diarios que se extraen de aguas guineanas permanecen prisioneros en el círculo del poder. Ahora, por primera vez, van a ser incluidos en un Presupuesto Nacional que se cuadruplica sin demasiada luz ni taquígrafos.

El contenido de los contratos petroleros es un misterio. La oposición democrática piensa que esa riada de millones juega en contra de la apertura. „El régimen tiene una razón nueva para no compartir el poder“, dice una fuente de la Convergencia para la Democracia Social (CPDS). „Se aferrará a él hasta que se agoten las reservas“, añade. La base es el pensamiento del ex dictador Francisco Macías (1968-1979): „En política no hay pasado ni futuro, sólo un presente continuó“. Hasta que se agote.

Un diplomático, conocedor de los vericuetos de esa compleja ciencia que es la guinealogía (y cuyo primer principio es „todo fluctúa“, y más aún los estados de gracia o desgracia), negoció con un alto cargo del Gobierno un aumento de la representación parlamentaria de la oposición (limitada a 12 de los 80 escaños del actual Legislativo). „Suban ustedes a 20. Toda oposición debe ser creíble“, dijo asumiendo que los comicios serán fraudulentos. Su interlocutor, tras dudarlo, respondió sin pestañear: „Veinte son muchos“.

Las próximas elecciones legislativas deben celebrarse este año. Los partidos democráticos, que ya boicotearon las presidenciales de 1996 por falta de garantías, se topan con un serio dilema: si no participan, el régimen, con la ley electoral en la mano, los ilegalizará. El Movimiento para la Autodeterminación de la Isla de Bioko (MAIB), acusado de protagonizar la fallida rebelión del 21 de enero, no tiene tales quebraderos: jamás participa.

Una de las claves para que esos comicios sean plurales es el censo. Nadie sabe cuántos habitantes tiene Guinea Ecuatorial. En el Consejo de Guerra Sumarísimo que acaba de celebrase contra los 117 procesados de la etnia bubi, el fiscal, comandante Roman Bibang, habló de 500.000 (100.000 más de los que acepta el Banco Mundial). Un miembro de la oposición en Malabo exclamó: „!Vaya, ya hemos vuelto a subir!“. El Gobierno, aprovechando los graves sucesos de enero (los cinco muertos en la rebelión de Luba), ha forzado alistamiento masivos en las filas de su Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE). Aquellos que no han obedecido han desaparecido de las listas censales. De este modo pretenden evitar el contratiempo de las municipales de septiembre de 1995, cuando la Plataforma de Oposición Conjunta (POC), logró según los obsrevadores internacionales, 21 de los 29 distritos, con un 65% de los votos nacionales. Tras algunas restas, el Gobierno les adjudicó sólo nueve e inició una campaña de detenciones.

„El gran problema de la oposición“, asegura Adolfo Frenández marugán, presidente de la Asociación para la Solidaridad Democrática con Guinea Ecuatorial, „es que se harta de esperar y se marcha al exilio“. Desde el Gobierno español se tiene la misma percepción. Un alto cargo de Exteriores en Madrid asegura: „Siempre tratamos de convercerles para que se queden“. Pero no es fácil. Son presa de los cambios del régimen. Con frecuencia pasan de las mazmorras a la mesa que negocia la democratización del país. „Es un proceso (el de apertura) que se mueve a impulsos. No tiene continuidad. Un día aprueban leyes de redacción intachable y al siguiente se olvidan de ellas“, dice un occidental en Malabo. Y esos impulsos dependen, por lo general de la presión exterior.

El último informe del Departamento de Estado norteamericano sobre la situación de los derechos humanos en Guinea Ecuatorial es muy crítico. Desde el Gobierno se minimiza su efecto: „Esto es cosa del Senado: en el Departamento de Estado tenemos muy buenos amigos“. Pero no es verdad. Sus amistades se reducen a la central de la Mobil Oil Company en Virginia y poco más. La petrolera se encarga de todo. Abona los gastos de la embajada en Washington y de la legación ante la ONU. Paga también la millonaria minuta de la firma Black, Manaforth, Stone and Kelly, que fue la encargada de realizar una vasta campaña internacional de imagen en el verano de 1995. La empresa tiene experiencia en África: también realizó los lavabos de cara para Mobutu Sese Seko (Zaire) y Jonás Sawimbi (Angola). Black, Manaforth...recomendó el concurso de Strategic Concepts para redactar leyes y para organizar las presidenciales de 1996. Su cerebro fue Sean M. Cleary, un experto electoral surafricano que aprendió a ganar votos en el corrupto sistema del apartheid en su país. El ridículo fue rotundo. Como en la España de Franco durante el referendum de la Ley Orgánica, hubo circunscripciones en las que el candidato Obiang logró más votos que electores habia. La imagen del régimen, lejos de mejorar, empeoró.

En el mercado de Malabo, con las apisonadoras pagadas con el dinero de la Mobil dando forma al nuevo asfalto de la ciudad, la gente se afana en sobrevivir. Junto al estadio de La Paz, en la Avenida Patricio Lumumba, se levantan esmerados puestecillos con la mercancía del día. Fátima abanica con un cartón recortado sus 25 chicharus, unos pescados de ojos mustios. Los vende a 350 CFA la unidad (unas 75 pesetas). Son muy raros de ver. Los importan de Camerún. El Gobierno de Obiang, como hiciera antes el de Macías, ha prohibido la pesca (en manos de los annoboneses emigrados a Bioko). Los cayucos (una especie de canoas con y sin motor) han sido confiscados o destruidos. „Es para que no entren armas en el país“, explica un funcionario del Gobierno.

Cerca de Fátima, con un grafitti descolorido de Mortadelo y Filemón a su espalda anunciando las bondades de un supermercado local, un chaval de nombre Ramón vende aceite español saborell. „Es bueno“, dice. Procede de Canarias y cuesta 850 CFA (unas 212 pesetas). La gente avanza o retrocede detrás una ganga llevada en una especie de oleaje humano. Huele a sudor y a especia. Los salarios no permiten dispendios. Los más afortunados cobran 20.000 CFA (cinco mil pesetas). Son los que laboran en las plataformas. Los demás se conforman con la mitad de sueldo en un país que declaró en 1997 una inflación del 4%. No hay datos de paro, pero el empleo está intimamente ligado a la política. Un carné del PDGE abre puertas, sobre todo en época preelectoral.

El trilero Carlos, ajeno a la geografia de la necesidad que le rodea, hace prestidiginación con las cartas. Le amparan no más de cuatro cómplices. Nadie cae en sus trucos de milagrero. Ni el niño Cipriano, que a sus 12 años recorre cada día el mercado con una bandeja sobre la cabeza cargada de patelitos (una especie de magdalenas). Los vende a 50 CFA (unas 12 pesetas). Las monedas le tintenean en los bolsillos y los ojos.

La presión exterior, pese a las proclamas de independencia y soberanía, hace mella en el régimen. „Lo que digan España o la prensa española nos trae sin cuidado“, repiten machaconamente los ministros de Exteriores, Miguel Oyono, y de información, Cultura y Turismo, Lucas Nguema. La realidad les desmiente. Devoran cada mañana la prensa española arrancada de Internet y auscultan Radio Exterior (para hallar nuevos motivos de odio a Rafi de la Torre, la directora de la emisión) en pos de conspiraciones codificadas. A primeros de mayo, cuando el presidente Teodoro Obiang regresó de Francia (donde le recibió Jacques Chirac), el dictador confesó hinchido de satisfacción a sus colaboradores más íntimos: „Yo ya he hecho todo por este país. Ahora os toca a vosotros“.

MÓVILES, „ferraris“ y petróleo

Los benefícios del petróleo despiertan la codicia de los dirigentes y dificultan
la apertura en Guinea Ecuatorial
RAMÓN LOBO
...Este diminuto país de 28.051 kilómetros cuadrados (el tamaño de Galicia) repartidos entre las islas Bioko, Annobón, Corisco, las dos Elobeyes y el continente (Río Muni), aún no se ha repuesto de la cruenta dictadura de Macías ni de los 19 años del general Obiang. Aislado del exterior por voluntad propia, sumido en la pobreza extrema y dependiente del socorro internacional (sobre todo español), el clan gobernante de Mongomo ha manejado el poder como si de una finca colonial se tratara. El petróleo, extraido del mar, ha enamorado a las compañías extranjeras (Mobil, Elf...) colocando al país en el mapa. EE.UU. y España, sobre todo, exigen apertura política y respeto a los derechos humanos. Francia, algo más condescendiente, trata de jugar una baza alternativa en un momento de repliegue en Runada, Zaire, Congo Brazaville...

SOPLONES Y POLICIAS

En Malabo nadie habla de política sin girar antes la cabeza. Los soplones, policias y ventajistas se amontonan en las esquinas y bares con la oreja despierta. Con las petroleras ha llegado una riada de blancos con ritmo de juerga. Las chicas, que antes postulaban por una simple cerveza o por 1.000 CFA (250 pesetas), han subido sus precios. „Estos americanos lo han jodido todo“, dice un español que trabaja en el catering de las plataformas. „Pagan 100 dólares por un polvo. Han roto el mercado“, dice. Los italianos encargados de embellecer el vetusto palacio de Obiang aprovechan la siesta para gastar sus dietas en sexo y caricias lejos de la familia.

En Guinea no hay turismo. Sin infraestructuras ni hoteles de semilujo ninguna agencia de viajes se aventura a enviar cientes al desolladero. Los últimos en pasar por Malabo fueron los holandeses. Las hermosas playas negras del sur de Bioko o las espectulares de Bata, los volcanes dormidos, la vegetación de belleza hiriente o los animales salvajes quedaron presos en sus guías, pues jamás salieron de la capital. Carecían de permisos militares. ”„No es un problema de medios, es de mentalidad“, dice un español que vive en Guinea desde hace unos meses. „A nadie le gusta que le toquen los huevos en el aeropuerto“.

Muy atrás quedan los años de la colonia española, cuando las familias adineradas de Camerún y otros paises del África central iban a Guinea a pasar el fin de semana. Casi tan atrás quedan los benefícios del cacao, que alcanzó en 1968 una producción de 38.000 toneladas y ahora no supera las 4.000, pese a los planes del FMI. Atrás en el tiempo está la España de Franco, España imperial, que dejó leyes caducas y costumbres de mando como principal herencia cultural. Pese a la mala memoria de la colonia, el periodo de persecución racial de Macías (la población blanca pasó de 7.000 españoles en 1968 a menos de 700 en 1970) y la propaganda neonacionalista de Obiang, aún queda gente que añora ese pasado. Como la anciana que se acercó inocente no hace mucho al cónsul de España en Bata (en el continente) y le preguntó: „Esto de la independencia...¿cuándo se acaba?.

Alfonso Nsue, viceministro de Obras Públicas, Vivienda y Planificación de Guinea Ecuatorial, acaba de tener una idea brillante: poner semáforos en las esquinas de las cuatro calles de Malabo. La Mobil Oil, que explota el rico yacimiento Zafiro (cerca de Nigeria), ha comenzado a asfaltar las calzadas. Los coches pululan sin concierto sobre el nuevo firme. Unos zigzagean por la derecha. Otros por la izquierda. No hay guardias de tráfico. Sólo cobradores que inventan infracciones según su necesidad. El parque automovilístico de Malabo ha crecido de forma espectacular en los últimos 24 meses. A principios de los años ochenta, tras la caida del dictador Francisco Macías, circulaban unos pocos gongogós (nivas rusos). Después llegaron una treintena de land rover de la cooperación española. Ahora, gracias al petróleo, fluyen los cuatroporcuatro, los hyundai, los mercedes, los peugeot... Los traen de Camerún. Son el nuevo signo de riqueza. La mayoría, que sigue a pie, obsreva resignada.

A pesar de esta novísima ensalada de marcas, matriculas y colores, permanece fresco en la memoria el imponente Ferrari Testarosa del cuñado del presidente Obiang. Aquel deportivo, poco adecuado para las baqueteadas carreteras del apís, se dejó los bajos en su primer viaje a Moka, en la isla de Bioko. Teodorín, hijísimo de Obiang, tampoco pierde el tiempo. Le encanta Paris. Allí se hospeda en el lujoso hotel George V, donde una ringlera de afamados joyeros hace vigilia de hasta 12 horas para venderle piezas de antología. Dicen que compra bien. Con gusto rafinado. No es el único que acumula benefícios.

El Ministro de Minas e Hidrocraburos, Juan Oló Mba Nseng(hermana de Cosntancia Mangue, mujer de Obiang), maneja las partidas del petróleo (que hasta el nuevo presupuesto nunca han figurado en la contabilidad nacional). Oló tiene un socio principal: Pastor Micha, hoy embajador en Washington (y ante la central de la Mobil, que corre con los gastos de la legación). Ambos y Constancia poseen una empresa, Soguigas (en la que aparece Teodorín), que administra el gas. Este grupo del entorno del presidente Teodoro Obiang también controla la Agencia para la Promoción y el Empleo en Guinea Ecuatorial (AGEPSA). Todo guineano que desee trabajar en el negocio del oro negro debe pasar obligatoriamente por la ventanilla de esta compañia. Le exigen el carné en vigor del Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE) y el 40% de su salario. Teodorín se dedica también a la madera. La familia Cataneo, sus socios italianos, hartos de los manejos del hijísimo , financiaron el intento de golpe de Estado de Severo Moto. Hoy son otros italianos los que hacen fortuna en Guinea.

Hace años, tras el infierno de Macías, los simbolos del poder eran muy simples: una gorra y gafas. Hoy, los ministros de Obiang hacen ostentación pública de sus móviles último modelo Motorola Tac, que en España superan las 50.000 pesetas. Un rinrineo les hace audibles a distancia. Es uno de los presentes visibles de France Telecom, que ha logrado la concesión de la telefónica nacional. Este sistema de comunicación sin hilos tiene, además del factor exhibicionista, una gran utilidad. Durante el macroproceso de Malabo, el presidente del consejo de Guerra, coronel Santiago M. Nguema, recibía llamadas desde el exterior en los momentos más importantes del juicio (tras la petición de penas por el fiscal, por ejemplo). El militar escuchaba y asentía. „son llamadas del presidente“, dijo un observador extranjero.

Guinea Ecuatorial es uno de los paises que ofrecen mejores condiciones de inversión. Lo dice en sus informes la consultora Ernst and Young. Su oficina en Yaundé (Camerún) destaca la celeridad en los trámites y ls descuentos en impuestos. Se refiere a las facilidades antes de firmar el contrato. Después llegan las peticiones extras: casa en España (en los años ochenta, en la época de Repsol) o en Miami (en la actual, Mobil), dinero en cuentas exteriores, colegios para los hijos del régimen, criados blancos, automóviles... No todos tienen la suerte de las petroleras. Un empresario de Valladolid que montó la primera discoteca de Malabo, tras la caida de Macías, tuvo que compartir la compañía y los primeros benefícios con un ministro de Obiang. Ante el éxito económico del bailongo, el gobernante logró la detención del aventurero, su apaleamiento por la policia y su expulsión inmediata del país. El socio local se quedó con todo.

El ministro de Información Cultura y Turismo, Lucas Nguema, compatibiliza su cargo con una importadora de prendas deportivas. Sólo le quedan camisetas del Barca. Las bufandas del Real Madrid se agotaron tras la victoria merengue ante la Juve en la final de Amsterdam. Nguema, quien aseguró no haberse enterado hasta la mañana del pasado domingo de la expulsión de los informadores españoles (dictada en la tarde del sábado), quiso despedirse de ellos con presentes artesanos. „Es para compensar“. Nguema entró en la tiendecilla que se levanta cerca del hotel Ureca, encargó con voz de mando esto y aquello para „sus amigos periodistas“, pero olvidó abrir la cartera. El vendedor, agrisado por el terror, obedecía engordando la bolsa de los regalos. Antes de irse, Lucas Nguema disparó: „Mañana te pago en mi despacho a las once“. Sobre el eco de sus pisadas, uno de los periodistas comentó: „Este pobre ya ha visto el dinero“.

La paranoia del régimen

Han pasado 19 años (cuando se escribió este artículo) del fusilamiento del dictador Macías. Aún hoy, cuando se oye el canto de un gallo (su animal preferido), la gente se estremece. Quien lo derrocó, su sobrino Teodoro Obiang Nguema, también. Vive enclaustrado en el palacio de Malabo, un complejo destartalado en manos de una empresa italiana encragada de embellecerlo con mármoles de Venecia. Obsesionado con lo ocurrido con Mobut y con golpes de Estado, reales e imaginarios, Obiang vigila su entorno. Éste navega en un oleaje encrespado en el que caer en desgracia es una posibilidad constante. El clan de Mongomo (en el continente) es el que ejerce el poder. Un poder cleptocrático y absoluto. Guinea es un país diminuto que se siente amenazado. Nigeria discute los límites del yacimiento marítimo Zafiro. Camerún y Gabón pelean otros lindes que esconden gas y petróleo. Dentro, la amenaza es la oposición. Y el Ejército. Los soldados que sestean en los controles militares de las afueras de la capital tienen una bala en la recámara. Sólo una. Los que entrenaron los geos en España cuidan las fronteras, distantes entre sí. „Con 40 hombres bien armados, aquí se da un golpe de Estado“, dicen los guineólogos . El régimen se protege con la vara y el miedo. La televisión y la radio son un instrumento. La brujería, otro. Cuando el rey de España visitó Guinea en diciembre de 1979, Obiang quería que el viaje incluyera Bata. ¿La razón? Según la mitología fang (etnia mayoritaria), sólo un ser superior es capaz de desplazar a un espíritu inferior. En el continente vagaba el alma de Macías. Gracias a don Juan Carlos, ésta desapareció para siempre.∎
Fuente: EL PAÍS, domingo 7 de junio 1998.



Fuente: LD/ EL PAÍS

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Véase también la declaración sobre el uso de seudónimos

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