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Editorial

Represión sin complejos


publicado por: Association de la Presse Equatoriale Guinea el 13/02/2008 20:03:02 CET

Los potentados Teodoro Obiang Nguéma en Guinea Ecuatorial e Ismaël Omar Guelleh en Djibouti, está claro que no sienten ninguna preocupación por los eventuales redactores jefes que se han vuelto indóciles. Se contentan con las adulaciones de sus medios de comunicación públicos. Todos cuantos no le cantan loas públicamente se ganan el derecho a que les abran unas diligencias personales, en la oficina del jefe de la policía o del fiscal de la República.


REPRESION SIN COMPLEJOS


LEONARD VINCENT
REPORTEROS SIN FRONTERAS
INFORME ANUAL 2008
PARIS. 13|02|08


Lo que no se atrevían a hacer antes, los gobiernos africanos lo hacen ahora. Las barreras que no se atrevían a franquear en la represión de los periodistas que molestan, han caído. Sin complejos, varios ministro de Información, se las han saltado todo el año para defender una determinada idea de Africa. La que tiene el rostro de la represión. Que la prensa es insolente, pues se la castiga. Que los periodistas reivindican, pues se les amordaza. Incluso en Mali y Benin, países que antes se consideraban modelos en el respeto a la libertad de prensa, en 2007 los presidentes Amadou Toumani Touré y Yayi Boni levantaron al menos una vez sus teléfonos para enviar a la cárcel a periodistas desagradables. En ambos casos, los jefes de Estado asumieron su decisión. El año ha sido, pues, el de la audacia en la represión y el desentendimiento consciente de los compromisos asumidos. Vamos, lo que se dice gobernar sin molestias.

Predadores habituales

Para algunos, es una costumbre. De paso por Europa, en mayo, el presidente de la joven república de Eritrea, Issaias Afeworki, culpable de haber hecho encarcelar a sus antiguos compañeros de armas, y a los periodistas que no tuvieron la suerte de escapar a la policía, dio muestras de un total desprecio hacia las preguntas de la prensa relativas a los derechos humanos en su país. Podía permitírselo porque, salvo Estados Unidos, no son muchos los que utilizan palabras duras al referirse a él. Los gobiernos democráticos se confiesan impotentes frente a su brutalidad. Durante este tiempo, Eritrea, que al correr de los años se ha convertido en una cárcel a la intemperie, continúa vaciándose de habitantes. Quienes no sucumbieron a las inhumanas condiciones de detención de los campos penitenciarios huyeron, a pie, para encontrar refugio en cualquier parte, incluidas la miseria o la muerte. Por su parte, su hermano y enemigo Meles Zenawi, Primer Ministro de la República Federal Democrática de Etiopía, ha continuado tratando a la prensa de Addis Abéba con gran condescendencia. Incluso si, presionado por sus aliados norteamericanos, aceptó la puesta en libertad de los periodistas que cayeron en la redada de noviembre de 2005, en las manifestaciones de la oposición que protestaban por el fraude electoral de unos meses antes.

En Zimbabue y Gambia, los presidentes Robert Mugabe y Yahya Jammeh no aflojaron la garra de sus todopoderosos servicios de inteligencia, que amenazan a una prensa independiente herida y humillada, a la que tienen cogida por el cuello. El presidente Joseph Kabila, en la República Democrática del Congo, nunca sintió demasiada estima por los testigos molestos, ni por los clavos en el zapato que son los periodistas. En este año, incluso los que cayeron bajo los disparos de asesinos no identificados, como Serge Maheshe, de Radio Okapi, no consiguieron otra cosa que la desdeñosa indiferencia de las autoridades. En cuanto al jefe del gobierno de transición Abdullahi Yusuf Ahmed, de una Somalia atomizada por diecisiete años de anarquía, ha mantenido la brida al cuello de sus militares, que se dedicaron a placer a detener a los periodistas que se cruzaban en su camino. Paralelamente, otros cayeron por los disparos de asesinos a sueldo pagados, desde su exilio dorado de Asmara, por los jefes de los tribunales islámicos .

En Ruanda, el presidente Paul Kagame vigila con gran nerviosismo que, los escasos periódicos que todavía no controlan su gobierno o las personas más cercanas a él, se vean lo suficientemente intimidados como para callarse. Por su parte, los potentados Teodoro Obiang Nguéma en Guinea Ecuatorial e Ismaël Omar Guelleh en Djibouti, está claro que no sienten ninguna preocupación por los eventuales redactores jefes que se han vuelto indóciles. Se contentan con las adulaciones de sus medios de comunicación públicos. Todos cuantos no le cantan loas públicamente se ganan el derecho a que les abran unas diligencias personales, en la oficina del jefe de la policía o del fiscal de la República.

La infamia y la cárcel

Si los ”predadores” africanos de la libertad de prensa no se han desarmado, algunos hombres de poder, a los que se suponía al margen de toda sospecha, han demostrado que los periodistas del continente siguen careciendo de libertad. Especialmente quienes se pensaba que estaban convencidos de que un país pobre puede obtener beneficios de la diversidad informativa, los debates públicos controlados, la trasparencia de la cosa pública y la vigilancia de unos ciudadanos exigentes. Enfrentado a una rebelión que se niega a reconocer como movimiento político, el presidente de Niger, Mamadou Tandja, hizo así encarcelar y juzgar a varios periodistas, nigerinos o extranjeros, que habían mostrado excesivo interés por esos ”traficantes de droga” que humillan al ejército en las montañas de Aïr. Él, que no quería ni oír hablar de la crisis que gangrena su frágil democracia, generó en la opinión pública internacional un amplio movimiento de interés por la cuestión tuareg.

De presidentes como José Eduardo dos Santos en Angola, Abdoulaye Wade en Senegal, Idriss Deby Itno en Chad, Omar al-Béchir en Soudan u Omar Bongo en Gabon, por ejemplo, esperábamos al menos que dejaran de gestionar el Estado como si fuera un bien personal, y de tratar a los periodistas de sus países como si fueran sus criados. Pero hay que suponer que el argumento tampoco consiguió convencerles porque, en todos esos países, los periodistas pasaron por la detención, con frecuencia brutal, la inculpación, a menudo extravagante, y la cárcel, siempre penosa. Sin embargo, esos jefes de Estado no son déspotas ni reyezuelos de opereta. Pero han violado sus respectivas Constituciones, que garantizan la libertad de prensa, las promesas hechas a quienes les prestan ayuda económica y los estándares democráticos preconizados por la ONU, con modernidad, refinamiento y gran despliegue de sofisticación administrativa. Y siempre con una justificación que esgrimir.

Los periodistas africanos - eternamente imputados de ”difamación”, ”publicación de noticias falsas”, ”imputaciones dañinas”, ”ofensa al Jefe del Estado”, ”atentado a la seguridad nacional”, ”sedición”, ”incitación a alterar el orden público” o quien sabe qué más - tuvieron que gestionar solos sus propios asuntos. Inocentes o culpables, pasaron por la mugre de las celdas carcelarias. Sus familias, cuya principal característica es que no están bañadas de oro, tuvieron que arreglárselas para suplir, con sus propios medios, la falta de ingresos durante su ausencia.

Sí, en todo el continente y especialmente en el mundo francófono, existen muchas publicaciones escandalosas, alimentadas por la corrupción ordinaria, ávidas de titulares espectaculares y « sobres ». Pero los políticos, de Madagascar a Mauritania, de Guinea a Camerún, pasando por Costa de Marfil y la República Centroafricana, son los primeros beneficiarios al servirse de los periodistas, poco y mal pagados, para arreglar cuentas con sus adversarios a base de falsas ”revelaciones”. Lo hacen porque disponen de medios para ello, y sacan buenos réditos. La infamia y la cárcel quedan para los demás. Una lógica absurda, una justicia injusta.

Impunidad económica

En 2007, la libertad de prensa en Africa resultó gravemente herida. Al menos doce veces durante el año algunos hombres recibieron la orden de abatir a periodistas. Más de ciento cincuenta veces, las unidades de policía recibieron orden de detener, no a un ministro corrupto o a un notorio asesino, sino a un periodista. Incluso los gobiernos de los países en los que Reporteros sin Fronteras había depositado su esperanza en años anteriores, utilizaron los instrumentos de la represión contra la prensa. Excepto unos pocos países, como Gana o Namibia, entre otros, el año estuvo marcado por un retroceso generalizado. ¿Qué ha pasado ?

La penetración cada vez más profunda de China, superpotencia opresiva donde las haya, ha permitido que determinados gobiernos africanos marginen a sus apoyos occidentales. Agobiados por indignadas ONG’s y virtuosas exigencias políticas, los países democráticos no dan la talla frente a los dólares, llegados con profusión, y las multinacionales de Pekín, que envían obreros chinos para dirigir las obras de infraestructura africanas, sin pedir nada a cambio. Y luego es que, en materia de represión, China se ha convertido en una experta. Hay técnicos chinos que interfieren la señal de las radios de la oposición en Zimbabue. Además, la difícil liquidación del pasado criminal de las antiguas potencias coloniales ha encontrado un nuevo aguijón en el renacimiento del nacionalismo africano. En nombre del rechazo de la ”Francáfrica”, ¿a cuantas embajadas de Francia las han enviado a sus queridos estudios cuando han intentado negocia la libertad de un periodista ? Las embajadas de China no tienen ese problema. ¿A cuantos periodistas africanos, o reporteros extranjeros, se les ha acusado de espías británicos en Zimbabue ? Sería un error no tomarse esas insinuaciones en serio. A comienzos del año 2008, un periódico fanático de Abiyán ensució la memoria de Jean Hélène, corresponsal de RFI cobardemente asesinado por un gendarme en octubre de 2003, pretendiendo que, en aquel momento, se encontraba de servicio por cuenta de los servicios franceses de inteligencia.

Los medios de comunicación de Africa, como una presa que se pulveriza, han hecho agua. Algunos tabúes se han roto con orgullo. Tras un año agotador, siguen sin respuesta multitud de cuestiones vitales para el futuro de la libertad de prensa en el continente

Léonard Vincent
Responsable de la oficina de Africa


Fuente: RSF | INFORME ANUAL

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