¿QUÉ ES LA MANIPULACIÓN DE LA CONCIENCIA?
EL QUE PREGUNTA QUIERE SABER” –DIJO UN HOMBRE- interrumpiendo una acalorada discusión que ya estaba a punto de acabar en una violenta pelea. Su pregunta y afirmación posterior fue decisiva; gracias a ella, los protagonistas de la querella ahorraron las energías que iban a utilizar inútilmente para medir su bravura.
Pero, ¿cuál fue el objeto de la disputa? Preguntaría, con razón, cualquier persona interesada por esta historia.
Sin muchos preámbulos, la discusión surgió a raíz de una afirmación contundente hecha en un establecimiento público situado en Comandachina, un antiguo barrio de Bata, donde, en tiempos de las vacaciones del verano del año 1998, estuve con mis amigos tomando unos refrescos; compartiendo ideas, experiencias, risas y bromas; y recordando nuestros mejores momentos de estudiantes en el Instituto Nacional “Carlos Lwanga”, de Bata.
Mientras gozábamos de ese ambiente alegre, uno de los enfrentados dijo algo así como que “muchos guineo-ecuatorianos tenían la mente manipulada, porque no actuaban guiados por su propia razón, y que siempre había uno que llevaba la voz cantante dentro de un grupo determinado y, por tanto, su opinión o parecer era más fuerte que el del resto del mismo grupo”. El otro, sin represión ni vergüenza ni un poco de sentido común, estalló en seguida. No le importó que no fueran los únicos clientes de la taberna, y que hacía falta respetar a los demás que no teníamos nada que ver con su discusión. Lejos de ello, gritaba y vociferaba para demostrarnos que era un superhombre. Tachaba a su interlocutor de revolucionario, de anarquista, de amante de la rebeldía y de la desobediencia, y seguía increpándole que sus ideas podían desestabilizar el orden de paz y tranquilidad establecido en un grupo o familia. ¡Menudos berridos daba el buen señor!
Yo no voy a entrar a dilucidar quién de los dos tenía la razón. Mi interés en este artículo es la pregunta que puso fin a la discusión: “¿qué es la manipulación de la conciencia? El que pregunta quiere saber” –dijo el compañero de los dos alborotadores-. A esta pregunta quiero yo dar mi parecer porque en aquel bochornoso espectáculo, nadie la quiso ni pudo contestar al instante.
Para ello, quiero, en primer lugar, hacer ver que estamos ante dos conceptos o palabras que merece la pena explicar: manipulación y conciencia.
Ahora bien, consultando los diccionarios ANAYA y ESPASA de la Lengua Española, la palabra “manipulación” viene del verbo “manipular”, que significa, para el primero, en su segunda acepción: “controlar la actuación de un individuo o una sociedad, determinando su conducta e impidiéndoles que actúen natural y libremente”; para el segundo, este verbo significa, “controlar sutilmente a un grupo de personas, o a la sociedad, impidiendo que sus opiniones y acciones se desarrollen natural y libremente”. Y la palabra “conciencia”, mejor definida en el segundo diccionario consultado, significa: 1) “Conocimiento que el ser humano posee sobre sí mismo, sobre su existencia y su relación con el mundo”. 2) “Conocimiento detallado, exacto y real de algo”. 3) “Capacidad de discernir entre el bien y el mal a partir del cual se puedan juzgar los comportamientos”.
Partiendo de esa base lingüística, me atrevo a decir que LA MANIPULACIÓN DE LA CONCIENCIA ES EL HECHO DE CONTROLAR SUTIL Y FINAMENTE EL CONOCIMIENTO O PENSAMIENTO DE UN INDIVIDUO O DE UNA SOCIEDAD ENTERA PARA CONFIGURARLO DE UN MODO U OTRO. Pero no me conformo con esta consideración pobre de la cuestión.
Del tema de la manipulación de la conciencia pueden hablar mejor los moralistas y aquellos que son expertos en la ética filosófica, sin olvidar que todos tenemos el deber y la obligación de profundizar en temas como el que nos ocupa ahora. Y no soy ni moralista ni filósofo. Por lo tanto, viéndome, así, limitado, prefiero dar la palabra a un experto en la moral. Y este experto se trata del teólogo moralista español, Marciano Vidal, ahora profesor emérito en la Universidad Pontificia Comillas, de Madrid, en cuyo libro, EL DISCERNIMIENTO ÉTICO, (Editorial Cristiandad, Madrid, 1980, págs. 107-125) dedicó todo el capítulo sexto para el tratamiento de la manipulación de la conciencia moral.
Creo que una breve síntesis de ese capítulo ayudaría a comprender mejor en qué consiste la manipulación de la conciencia.
Este moralista entiende la manipulación de la conciencia como “la desaparición de la dimensión crítica por parte del manipulado y la concienciación de tal acriticidad por parte del manipulador”, o sea, el manipulador sabe lo que hace; no actúa sin ningún conocimiento previo; mientras que el manipulado se encuentra en una situación de atolondramiento y distracción. Además, considera que “una conciencia es manipulada cuando ésta, creyendo funcionar bien o moralmente, sin embargo, actúa según los intereses y las orientaciones del manipulador”.
Para Marciano Vidal, cualquier manipulador, a la hora de manipular, cuenta con unos ingredientes o mecanismos que buscan un único fin: la acriticidad (=ausencia de la crítica) por parte de la víctima de la manipulación. Y éstos ingredientes son los siguientes: la ortodoxia, que es la fidelidad completa a una doctrina o ideología, sin permitir ningún intento de cuestionar ni contradecir sus principios; la eliminación de la opinión pública, para que sólo impere una única manera de pensar; y la desaprobación de la opinión de la minoría que defiende la postura contraria; una minoría que suele recibir los epítetos de revolucionarios, rebeldes, revoltosos, agitadores, disidentes, cismáticos, heterodoxos, etc.… y sus ideas suelen ser tenidas como muy peligrosas para aquellos con los que no comulgan.
No es nada difícil darse la cuenta de que estos mecanismos mencionados se manifiestan, de alguna manera, en el comportamiento de un sujeto que es víctima de la manipulación de un modo inconsciente. Por eso, la conciencia de los individuos manipulados suele quedar reducida a una conciencia heterónoma ( = otro y = ley), que es incapaz de criticar, por no tener criterios propios; todo le viene impuesto desde fuera de su conciencia; la ley se la dicta otro más fuerte que él; una conciencia masificada, que actúa por la masa o por la presión del grupo, por tanto, es la que crea marionetas y pantomimas; una conciencia autoritaria, que tiende a ser impositiva, y es la que se manifiesta en los déspotas y mandones; su gran problema es que tiene una mente estrecha, incapacitada para acoger otros pareceres; una conciencia unidimensional, que no atiende a otras razones, por lo tanto, crea individuos radicales y fundamentalistas; una conciencia intragrupo, propia de hombres cerrados y ciegos a lo que afecta a los que no son de su grupo; una conciencia legitimadora, que sólo defiende a capa y espada su bienestar; es la conciencia que tienen los típicos individuos que encarnan el refrán que dice que “si estoy bien con Dios, no me importan los Ángeles”; y una conciencia ortodoxa, que es ciegamente fiel a los principios establecidos; ésta es la que poseen los fogosos, intransigentes, intolerantes y fanáticos de cualquier sistema de que se trate.
Reitero una vez más que “el fin último de la manipulación de la conciencia es crear una conciencia acrítica y conformista para quien la maneja o para quien se beneficia de la manipulación”, según sostiene Marciano Vidal. Y nos recuerda que “las personas que procuran la manipulación son simultáneamente manipulados manipuladores por ser instrumentos de su propia instrumentalización”. Se convierten en mecanismos de la manipulación en cuanto se aprovechan de la injusticia estructural. De ahí viene la íntima conexión que vincula el poder (cultural, económico, político y religioso) con la manipulación. De alguna manera, todos estamos manipulados cuando nos encontramos imbuidos dentro de un sistema que no permite impugnar o cuestionar algunos de sus principios, si los aceptamos o los tragamos sin ninguna advertencia por nuestra parte.
Este excelente moralista termina con la propuesta de unas orientaciones para vencer o eliminar la manipulación. Éstas son:
• La creación de un nuevo tipo de hombre abierto a los demás, esto es, un hombre flexible en ideas y dialogante.
• La constante conquista de la libertad responsable y la autonomía para descubrir el sentido crítico.
• El vivir permanentemente con todos los sentidos en alerta sin ceder al engaño de los listillos.
• La búsqueda de la igualdad y de la participación en todos los campos (políticos, religiosos, culturales, sociales y económicos) porque esta praxis puede neutralizar o evitar la consolidación de un grupo elitista, es decir, el dominio de una minoría que se siente capacitada sobre la mayoría.
• Y, por último, el contraste de pareceres, que evita el dirigismo; esto requiere, pues, poseer una conciencia crítica, favorecer la opinión pública, pertenecer a un grupo concreto y no acallar la voz de nadie, es decir, fomentando la libertad de expresión en todos los ámbitos.
A modo de conclusión, quiero reiterar, una vez más, lo que he dicho antes: “no quiero jugar el papel de juez entre aquellos que me dieron la ocasión de hacer esta reflexión”. No soy quién para afirmar o negar que “muchos guineo-ecuatorianos tienen la conciencia manipulada”. Me limito a sostener con Marciano Vidal que el hombre es un ser manipulable en todas las dimensiones: biológicas o genéticas, psicológicas, culturales, artísticas, políticas, ideológicas, sociales, religiosas, etc. Dimensiones que constituyen la integridad y la maduración de la persona humana y su conciencia. Y cuando estas dimensiones están siendo influidas con un fondo de “malicia”, bajo un aspecto de aparente bondad, por un hombre prepotente e influyente en búsqueda de su beneficio, es posible la manipulación.
Hay que decir a voz en cuello que la manipulación es una violación de la libertad y la autonomía, “cosas” muy sagradas en la vida del ser humano, es una violencia y es una forma de deshumanización. La esencia misma de la manipulación de la conciencia es la ausencia de toda dimensión crítica por parte del manipulado, y la aceptación de tal acriticidad por parte del manipulador.
La manipulación de la conciencia amenaza siempre a las mentes indoctas, iletradas, ignorantes, anodinas, mediocres, débiles, miedosas, vírgenes y blancas, sobre las cuales, cualquier oportunista suele aprovechar para pintar sus caricaturas para que puedan servir a sus intereses.
Y, por último, diría, con perdón, que los manipulados sólo saben servir al manipulador al que idolatran como un “becerro de oro” y no al bien común; lo cual demuestra a todas luces que a éste no le importa aquello, sino a sí mismo.
Jesús Rafael-Edu EYAMA ACHAMA
Nota: Este artículo fue publicado por primera vez en El Patio: La Revista de la Cultura Hispano-Guineana, Nº 61, enero, 1999, pp. 10-12.
Fuente: Jesús Rafael