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Editorial

CATEQUESIS DOMINICAL


publicado por: jesus Rafael Eyama Achama el 22/06/2008 1:56:48 CET


CATEQUESIS DOMINICAL
12º DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
CICLO A

NO TENGÁIS MIEDO A LOS HOMBRES

IDEAS PRINCIPALES
Jeremías es el profeta que ha padecido el drama de su pueblo y ha tenido que soportar la persecución por ser el portavoz de Dios y por ser fiel a la misión confiada (1 Lect. Jr. 20, 10-13) No hay que tener miedo a los que matan el cuerpo porque nada escapa a la acción divina (Ev. Mt. 10, 26-33) Pablo describe la trasgresión de Adán y resalta el don de la gracia dado por Cristo (2 Lect Rm. 5,12-15)

1. Queridos hermanos y hermanas en Cristo: Continuamos con el discurso misionero de Jesús que iniciamos el domingo pasado con el envío de los discípulos. El discurso va dirigido a los cristianos comprometidos de todos los tiempos y de todas las sociedades de nuestro mundo. También a ti y a mí que vivimos en un mundo que extrema sobremanera las medidas de seguridad pero en el que cada vez nos sentimos más inseguros. Vivimos en tensión permanente con muchos miedos reales e imaginarios; el miedo nos acorrala. Tememos ser víctimas de la violencia callejera, de robos en la vivienda… Tenemos miedo de quedarnos sin trabajo, de perder la confianza de “ALGUIEN”, de perder a seres queridos; tenemos miedo a ser perseguidos y a pasar penurias; tenemos miedo a que nos envenenen; tenemos miedo a que hablen mal de nosotros; y lo que es más, tenemos miedo a dar testimonio de nuestra fe; a veces tenemos miedo a defender la verdad y la justicia que son frutos de esa fe que profesamos. Dicho con otras palabras, dudamos a la hora de expresar nuestras creencias en algunos ambientes y hablar abiertamente del mensaje liberador de Jesucristo…

2. No podemos ocultar que todos pasamos momentos de dificultad. Las dificultades vienen, como se ha podido observar, de dentro de nosotros mismos y, otras veces, de fuera: de la sociedad en que vivimos, del ambiente que nos rodea, que no nos ayudan a ser a ser fieles a la voluntad divina, sino todo lo contrario. La persecución y las dificultades suscitan en nosotros el miedo. El miedo es nuestra condición existencial: nos acompaña desde el nacimiento hasta la muerte. El niño tiene miedo, también el adolescente, el joven y el adulto. Y nos preguntamos hoy: ¿qué es el miedo? Miedo es un sentimiento de angustia ante la proximidad de algún daño real o imaginario. Miedo es recelo, inquietud y temor ante un supuesto peligro; recelo de que suceda lo contrario de lo que uno desea. Nos pasamos la vida temiendo algo o alguien, adelantándonos a los acontecimientos. Lo que no tiene sentido es vivir en el miedo imaginario.
Antes de proseguir con nuestra catequesis, hay que decir que el evangelio de hoy nos ofrece un seguro de vida a todo riesgo: el amor providente del Padre. Jesús nos dice hoy que: “NO TENGÍAS MIEDO” en sufrir por dar testimonio de la palabra de Dios.

3. ¿Por qué tenemos miedo? Podríamos apuntar tres razones fundamentales:
a. Porque somos débiles: Esta situación la tenemos siempre. No sabemos hablar, no podemos expresarnos. Nos arrollan con la palabra. Conocemos nuestras carencias, limitaciones e ignorancias. Éste fue el caso del profeta Jeremías (1ª lectura) En su juventud aceptó con trabajo el encargo de Dios de predicar. Ahora en la vejez se siente acosado. El trozo que leemos hoy refleja miedo pero también confianza en Dios que no le falló, cuando los sumos sacerdotes le acusaron ante la asamblea el pueblo de haber profetizado contra el templo. Jeremías agradece a Dios su asistencia.
b. Porque nos rodea el mal: San Pablo nos lo recuerda en la carta a los Romanos que leemos hoy. “Por un hombre entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte”. Todos los males que asolan la mayor parte de nuestro mundo y sus sociedades los suele introducir una persona o unas personas y luego se extienden como una epidemia. El mundo y sus criterios son radicalmente opuestos a los criterios de Jesús. “Vosotros no sois del mundo y el mundo os odia”. Lo que decimos choca y, por tanto, sufre un continuo rechazo. La oposición y la persecución han sido unas constantes en la historia del cristianismo. El hombre le gusta de ser amado y aceptado. El miedo a este rechazo nos atenaza en nuestra predicación. Queremos siempre que la verdad la digan otros y nunca yo. Ahora nadie quiere ser mártir por los demás…
c. Porque tememos al “qué dirán”: éste es el miedo difuso. El primero tiene una razón en nuestras limitaciones, el segundo en el ataque de que somos objeto, pero éste no tiene más fundamento del que nos podamos imaginar. Tener miedo a Dios y miedo a defender sus principios que son vida para los hombres es el miedo de la incultura y la falta de personalidad, de la inmadurez. Son personas que prefieren hablar de espaldas y no de frente.

4. ¿Por qué no tenemos que temer miedo? Que los cristianos tenemos miedo a dar testimonio de nuestra fe, a defender la verdad y la justicia frutos del Evangelio, parece claro. Que la audacia, la valentía y el aguante son tres virtudes que deben adornar al discípulo de Cristo también parece evidente. ¿De dónde debe sacar el cristiano de hoy el valor? El Evangelio nos da tres pistas. Veamos:
a. De la fuerza y verdad del Evangelio: Nada ni nadie podrá contra el evangelio que es proclamado desde la sinceridad de que cree: “No hay nada escondido que no llegue a saberse…” Podemos proclamarlo a pleno día y desde las azoteas.
b. Por la fuerza interior del que evangeliza: Nos pueden matar el cuerpo, pero no el alma. En muchas sociedades donde existe la libertad de expresión, ni siquiera nos van a matar el cuerpo. El único miedo que puede tener un cristiano es el miedo a perder la sentencia definitiva que Dios hará sobre nuestras vidas. La fuerza interior es la personalidad del cristiano, que se sabe poseedor de una verdad y la defiende a capa y espada, lo mismo que respeta la verdad de otro.
c. Porque contamos con Dios: Jeremías lo proclama en la primera lectura. “El Señor está conmigo como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará”. Al comienzo de su misión le dice Dios. “Te harán la guerra mas no podrán contigo, pues yo estoy contigo para salvarte” (Jr. 1, 19) Jesucristo en el evangelio de hoy exagera, como siempre: “Hasta los cabellos de vuestras cabezas están contados. No tengáis miedo”.

5. ¿Qué hacemos entonces el discípulo de Jesús? Definirse. El Evangelio está claro. Además lo dice en positivo y después en negativo para que no quepan dudas: “Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi padre del cielo. Y si alguno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo”. Lo cual significa que ante el Evangelio hay que tomar partido, hay que tomar una postura clara y firme; no vale mirar para otro lado cuando llegue el momento de defender a Jesús en la conversación diaria en el trabajo, en la calle, en el bar. El silencio cauteloso y prudente es malo y otorga. Eso es lo peor que se hace. Lo mínimo que se puede hacer es dar la cara y defender lo que se cree. Si lo hacemos, cuando estemos delante del Padre, tendremos un buen abogado, Jesús.

6. LO QUE HAY QUE RECORDAD TODA ESTA SEMANA

a. El cristiano no tiene que tener miedo a nadie. Va Misa porque quiere. Defiende a Jesucristo y a su Iglesia porque cree en Él. El que se avergüence de dar la cara por Jesús delante de los hombres, se verá sin defensa delante de Dios el día que se presente delante de Él. En el momento de la muerte es cuando muchos se acuerdan de Dios y de la Iglesia, esto es una búsqueda interesada.
b. El cristiano no tiene miedo al qué dirán, ni se calla cuando llega la ocasión de defender la verdad y la justicia, frutos de la fe que profesa. Tenemos que defender nuestras creencias y nuestros principios con la cara muy bien levantada. AMÉN.





Fuente: Jesús Rafael Edu EYAMA ACHAMA

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El contenido de los artículos publicados no refleja necesariamente la opinión de la redacción de guinea-ecuatorial.net
Véase también la declaración sobre el uso de seudónimos

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