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La falta de libertad y democracia, produce monstruos (incluso en Roma) (2) publicado por: Carlos Jorge Ruiz el 27/06/2008 17:27:07 CET
Nos hablan de la visita del nuevo embajador de la criminal dictadura de Gabón al Vaticano... Las severas contradicciones que se ponen de manifiesto cuando el llamado Santo Padre que vive en Roma, recibe embajadores o a sus mismos criminales dictadores, usurpadores del futuro y culpables directos de la miseria material y de todo tipo de sus Pueblos, sometidos a su terrorismo, un terrorismo ante el cual, el silencio se hace cómplice, sobre todo, cuando viene de un referente “moral”. ¿Qué dirá el Santo Padre que vive en Roma, cuando criminales asesinos dictadores, como Obiang , asesinan a su blanca paloma? ¿Con qué moral colaboran que hacen pervivir y permanecer años y años, esta situación criminal y terrorista en África, una situación que podría ser totalmente diferente si los que son referente moral, ejercieran realmente y no se dedicasen a recibir y colaborar con el terror con tal de mantener las parcelas territoriales concedidas a su multinacional vaticana? Según su propia fabulación paulina, tendría que ser la servidora del pueblo que su “profeta” Jesucristo propuso a Pedro lavándole los pies, toalla en mano. Tenemos otros precedentes que podemos utilizar en nuestra argumentación:
La tres tentaciones al “profeta” por Satanás (el Demonio, Obiang) en el Desierto son una buena referencia de dónde han caído estos “católicos” fraudulentos:
1.- Primera: Hacer que las piedras se conviertan en pan, es decir, las propuestas que les hacen desde el régimen a estos católicos oficialistas y que estos aceptan de rechazar el compromiso real y, por lo tanto, aceptar el alienar en lo espiritual por un pragmatismo cómplice del mal, del diablo, de su mismo demonio. Son el mismo demonio. Ellos, han sucumbido a la tentación por lo material, por aparentar, por ser más que...
2.- Arrojarse desde lo alto de los campanarios de las catedrales llamando a los ángeles como paracaídas, es decir, proponiendo el silencio o cuando no la alienación de lo espiritual, su instrumentalización a favor de lo falso, de un mesianismo terrenal encarnado en un poder criminal, demoníaco, terrorista, ...como el de Obiang, sin criticarlo, casi aceptando sus maldades intrínsecas y las que les son imbuidas desde el exterior.
3.-El deseo y la finalidad de posesión de poderes políticos y de riqueza material, acumulando bienes materiales en un sistema y en un régimen netamente ilegitimo e injusto, previo sometimiento y adoración al Príncipe de las Tinieblas, que recobra forma de terror inhumano, el terror de Teodoro Obiang, demonio de este mundo, ... alienando incluso lo espiritual y sometiéndolo a la teocracia y el clericalismo servil y colaborador con crimen de un poder ilegítimo, terrorista.
Su temor a perder posesiones, ventajas, riquezas, accesos a las mismas, poder y privilegios, que, por lo visto, eran y son un temor demasiado importante como para dejar el tradicional servilismo, que tan buenos resultados le ha dado a la llamada Iglesia Católica, para con los criminales dictadores fascistas, se llamen Hitler, Franco o Teodoro Obiang y sus execrables crímenes contra el ser humano en todas sus dimensiones.
Carlos Jorge de Moganda LE Frente a todo ello, seguimos con ______________________________ Pedro Kropotkin: La moral anarquista. X ... Cuando decimos: «tratamos a los demás como nosotros quisiéramos ser tratados», ¿es el altruismo o el egoísmo lo que recomendamos? Cuando, remontándonos más alto, decimos: «La felicidad de cada uno está íntimamente ligada a la felicidad de todo los que le rodean: se puede tener algunos años de dicha relativa en una sociedad basada en la desgracia de los demás, pues esa dicha está edificada sobre arena: no puede durar; la cosa más insignificante basta para destruirla, y es infinitamente pequeña en comparación de la posible dicha de una sociedad igualitaria: además, siempre que tú veas el bien general, obrarás bien»; cuando decimos esto, ¿es el altruismo o el egoísmo lo que predicamos?. Hacemos constar sencillamente un hecho. Y cuando añadimos, parafraseando una palabra de Guyau: «Sé fuerte, sé grande en todos tus actos, desarrolla tu vida en todas sus modalidades, sé tan rico como te sea posible en energía, siendo para ello el ser más social y más sociable si quieres gozar de una vida llena, entera y fecunda. Guiado siempre por una inteligencia ampliamente despejada lucha, arriésgate -el riesgo tiene también sus goces-, arroja tus fuerzas, sin contarlas, mientras las tengas, en todo lo que creas ser hermoso y grande, y entonces habrás gozado la mayor suma posible de felicidad. Únete con las masas; y, sucédate lo que quiera en la vida, sentirás latir contigo precisamente los corazones que amas, y latir contra ti los que menosprecies». Cuando decimos eso, ¿es el altruismo o el egoísmo lo que enseñamos? Luchar, afrontar el peligro, arrojarse al agua para salvar, no ya a un hombre, sino a un simple gato; alimentarse con pan seco para poner fin a las inquietudes que os sublevan, acordarse de los que merecen ser amados, ser amado por ellos, para un filósofo enfermo eso es quizá un sacrificio: pero para el hombre y la mujer pletóricos de energía, de fuerza. de vigor, de juventud, es el placer de vivir. ¿Es egoísmo? ¿Es altruismo? En general, los moralistas que han levantado sus sistemas basados en la pretendida oposición del sentimiento egoísta y el altruista, han equivocado el camino. Si esa oposición existiera en realidad, si el bien del individuo fuera verdaderamente opuesto al de la sociedad, la especie humana no existiría; ningún animal habría podido alcanzar su actual desarrollo. No encontrando las hormigas un intenso placer en trabajar juntas por el bienestar de la colonia, ésta no existiría, y la hormiga no sería lo que es hoy, el ser más desarrollado entre los insectos: un insecto cuyo cerebro. apenas perceptible con el auxilio de una lente, es casi tan poderoso como el cerebro medio del hombre. No encontrando un intenso placer en sus emigraciones, en los cuidados que se toman para cuidar su prole, en la acción común para la defensa de sus sociedades contra las aves de rapiña, el pájaro no habría podido alcanzar el desarrollo a que ha llegado: el tipo pájaro habría retrogradado, en lugar de progresar. Y cuando Spencer prevé un tiempo en que el bien del individuo se confundirá con el de la especie, olvida una cosa: que si los dos no hubieran sido siempre idénticos, no hubiera podido cumplirse la evolución misma del reino animal. Lo que ha habido en todo tiempo es que se ha encontrado, así en el mundo animal como en la especie humana, un gran número de individuos que no comprendían que el bien del individuo y el de la especie son en el fondo idénticos. No comprendían que siendo el fin del individuo vivir intensamente, encuentra en gran manera esta condición de la existencia en la mayor sociabilidad, en la más perfecta identificación de sí propio con todos los que le rodean. Pero esto no era carencia de inteligencia, falta de comprensión. En todo tiempo ha habido hombres ruines, en todo tiempo ha habido ; pero en ninguna época de la historia, ni aun en las geológicas, el bien del individuo ha sido opuesto al de la sociedad. En todo lugar han sido idénticos, y los que mejor lo han comprendido han gozado siempre de la vida más completa. La distinción entre el egoísmo y el altruismo es, pues, absurda a nuestros ojos. Por eso no hemos dicho nada más de los compromisos que el hombre, a creer a los utilitarios, tendría constantemente entre sus sentimientos egoístas y sus sentimientos altruistas. Tales compromisos no existen para el hombre convencido. Lo que hay, realmente, es que desde el momento en que pretendemos vivir conforme a nuestros principios de igualdad, los vemos chocar a cada paso. Por modestas que sean nuestra comida y nuestro lecho, somos aún Rotchschild en comparación del que duerme bajo los puentes, y que a menudo se halla falto de pan seco; por poco que nos entreguemos a los goces intelectuales y artísticos, somos todavía Rotschild en comparación de los millones que toman a la tarde embrutecidos por el trabajo manual, monótono y pesado, los cuales no pueden gozar del arte y de la ciencia, y morirán sin haber conocido nunca tan nobles satisfacciones. Conocemos que no hemos apurado el principio igualitario; pero no queremos transigir con tales exigencias. Nos sublevan contra ellas: nos aplastan; nos vuelven revolucionarios; no nos acomodamos a lo que nos subleva; repudiamos toda transacción con el armisticio, y prometemos luchar a todo trance contra estas condiciones sociales. No es posible transigir, y el hombre convencido no quiere que se le permita dormir tranquilo, esperando que esta sociedad cambie por sí sola. Henos al fin de nuestro estudio. Hay épocas, hemos dicho, en que la concepción moral cambia por completo. Se observa que lo que se había considerado como moral es la más profunda inmoralidad. Aquí, una costumbre, una tradición venerando, pero inmoral en el fondo; allá, no se encuentra más que el provecho de una sola clase. Se les arroja por la borda y se grita: «Abajo la moral». Constituye un deber practicar estos actos inmorales. Saludemos estos tiempos, son tiempos de crítica, el siglo más seguro en que se hace un gran trabajo intelectual en la sociedad: la elaboración de una moral superior. Lo que esa moral será hemos tratado de formularlo, basándonos en el estudio del hombre y en el de los animales, y hemos visto la que se dibuja en las ideas de las masas y de los pensadores. Semejante moral no ordenará nada; rehusará en absoluto modelar al individuo con arreglo a ninguna idea abstracta, como rehúsa mutilarlo por la religión, la ley y el gobierno. Dejará la libertad plena y entera al individuo; llegará a ser una simple demostración de hechos, una ciencia. Y esta ciencia dirá a los hombres: si no te sientes con ánimo, si tus fuerzas se limitan a ser las necesarias para conservar una vida grisácea, monótona, sin fuertes emociones, sin grandes goces y también sin grandes sufrimientos, no te separes de los sencillos principios de la equidad igualitaria. En las relaciones igualitarias encontrarás lo que necesitas, la mayor suma de felicidad posible dadas tus escasas fuerzas; pero si sientes en ti el vigor de la juventud, si quieres vivir, si quieres gozar la vida entera, plena, desbordante -es decir, conocer el mayor goce que un ser viviente puede desear-, sé fuerte, sé grande, sé enérgico en todo lo que hagas. Siembra la vida en tu alrededor, advierte que engañar, mentir, ser astuto, es envilecerse, empequeñecerte, reconocerte débil, desde luego; ser como la esclava del harén, que se cree inferior a su señor. Hazlo si te place; pero entonces ten presente que la humanidad te considerará pequeño, mezquino, débil, y te tratará en consecuencia. No viendo tu energía, te considerará como a un ser que merece lástima, sólo lástima. No te quejes de los humanos si tú mismo paralizas así tu actividad. Sé fuerte, por el contrario, y cuando veas una iniquidad y la hayas comprendido -una iniquidad en la vida, una mentira en la ciencia, un sufrimiento impuesto por otro- rebélate contra la iniquidad, la mentira y la injusticia. ¡Lucha! La lucha es la vida, tanto más intensa cuanto más viva sea aquélla. Y entonces habrás vívido; y por algunas horas de esta vida no darás años de vegetación en el cieno del pantano. Lucha para permitir a todos vivir esta vida rica y exuberante, y ten por seguro que encontrarás en esta lucha goces tan grandes, como no los encontrarías parecidos en ningún otro orden de actividad. Tal es cuanto puede decirte la ciencia de la moral: a ti te toca escoger.
Pedro Kropotkin
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Fuente: Foro Democrártico de Guinea Ecuatorial y GE.NET
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