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Editorial

¿SOLUCIONES PARA AFRICA O MAS BLA, BLA, BLA,?


publicado por: rafi de la torre el 25/08/2008 14:43:41 CET

TRIBUNA: EMILIO MENÉNDEZ DEL VALLE
África, la responsabilidad de proteger
EMILIO MENÉNDEZ DEL VALLE 24/08/2008



En 1991, a punto de dejar su mandato como secretario general de Naciones Unidas, el peruano Pérez de Cuéllar realizó una declaración contundente: ”El derecho de injerencia, en contraposición a la interpretación rígida del principio de no intervención, se está abriendo camino”. Apenas un mes después, en la primera entrevista concedida, el nuevo secretario general, el egipcio Butros Gali, fue preguntado sobre si la ONU debe favorecer la extensión de la democracia en el mundo. Gali respondió: ”Igual que se ofrece asistencia técnica para construir hospitales, debe existir una en favor de la democracia. Sin embargo, esta ayuda debe evitar toda injerencia en los asuntos internos”.

Hay que impulsar las capacidades de los africanos de actuar y asumir sus propias responsabilidades
Uno y otro tenían en cuenta el mismo artículo 2 (7) de la Carta: ”Ninguna disposición autorizará a las Naciones Unidas a intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados (...), pero este principio no se opone a la aplicación de las medidas coercitivas prescritas en el capítulo VII”. En dicho capítulo se persigue un equilibrio entre el respeto a la soberanía estatal y la intervención colectiva internacional que busca promover ”el respeto universal a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos”.

Después se fue abriendo paso el debate sobre el derecho (¿deber?) de injerencia o el derecho (¿deber?) de intervención humanitaria. Hoy en día se discute sobre la ”responsabilidad de proteger” y el principio de la jurisdicción universal, invocada ésta por el fiscal jefe del Tribunal Penal Internacional (TPI), Moreno Ocampo, al encausar por genocidio y crímenes de guerra al presidente de Sudán, Al Bashir.

El principio básico consiste en que los Estados soberanos tienen la responsabilidad de proteger a sus propios ciudadanos (algo que no ocurre en Sudán y, en menor medida, en Zimbabue). Como consecuencia de ello, cuando un Estado no quiere o no puede protegerlos de flagrantes violaciones de derechos humanos, la responsabilidad es asumida por la comunidad internacional.

Los Estados africanos (y casi todos los demás) son opuestos a la cesión o matización de la soberanía. Nada extraño. Los Estados de la Unión Europea han tardado décadas en acordar una renuncia parcial a la misma. No obstante, destacados ciudadanos (¿o súbditos?) africanos han comenzado a clamar contra la soberanía estrictamente considerada. Morgan Tsvangirai, líder de la oposición democrática en Zimbabue, harto del déspota Mugabe, persigue ”derribar las barreras de la soberanía estatal”.

Si bien la inmensa mayoría de los Estados africanos y su organización colectiva, la Unión Africana (UA), siguen aferrados a la no intervención estricta, últimamente se ha producido una interesante evolución. Podríamos decir que África (o parte de ella) ha pasado de la ”no injerencia” a la ”no indiferencia”, porque determinadas barbaridades han removido conciencias. Un ejemplo señero es Somalia. La UA acaba de solicitar (9-7-2008) que ”el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adopte medidas contra todos aquellos que persiguen poner en peligro el proceso político en curso en Somalia y la estabilidad de la región”. Otro ejemplo es Zimbabue. En junio -ahítos de la ineficaz, tendenciosa y condescendiente ”diplomacia silenciosa” del presidente surafricano hacia Mugabe-, Zambia, Botsuana, Nigeria y Ghana, entre otros, se mostraron especialmente críticos.

Hay, pues, en África (o había hasta el procesamiento del presidente sudanés) un relativo avance positivo, aún insuficiente, en relación con la concepción estricta de la soberanía. El procesamiento que promueve el TPI ¿va a suponer que África se quede, por ahora, en la ”no indiferencia” e incluso retorne abruptamente a la ”no injerencia”?

Hay que impulsar las capacidades de los africanos de actuar y asumir sus propias responsabilidades, partiendo de la base de que quienes mejor entienden los conflictos son quienes habitan ese continente, que, por cierto, siempre ha gozado de mecanismos tradicionales para mitigarlos. No cabe duda de que en intervenciones mantenedoras o defensoras de la paz, tropas africanas bien entrenadas y responsabilizadas tendrían la ventaja de conocer el entorno y participar de similar cultura. Cuando pase la tempestad del caso Bashir, un entendimiento, con mecanismos y supervisión adecuados, se hará imprescindible entre Occidente y la hoy agitada África. La fuerza conjunta (UAƆNU) apenas desplegada en Darfur es un posible modelo para la futura cooperación entre la ONU, las instituciones regionales y las internacionales.

Por otra parte, hay que entender que -aun después de la tormenta- África siga siendo hostil a la responsabilidad de proteger mientras no sea corresponsabilizada en la elaboración de la teoría y en la ejecución de la práctica. Es defendible que toda normativa -incluso la de la soberanía estatal- tiene sus excepciones, pero para los integrantes más débiles del sistema (los africanos) puede resultar más desfavorable no tener voz en la calificación de lo que es excepcional que no haber participado en la redacción de las normas. Hay que incorporar África al sistema.


Emilio Menéndez del Valle es embajador de España y eurodiputado socialista.

OBSERVACIONES PROPIAS A LO ANTERIOR O NOTA DE LA QUE SUSCRIBE. Hay que considerar que las teorías del eurodiputado no resultan nada novedosas. Es más, muchos nos hemos anticipado (en años) a que sean los propios africanos quienes actúen y asuman sus responsabilidades, contando en principio con la ayuda necesaria de organismos internacionales. Impulsar la democracia en paises donde no existe, es obligación, un deber ,de los Estados donde está consolidada, aún a pesar de ciertos defectos de los que adolece y observamos. No debe ser entendida esta ayuda como injerencia, cuestión bastante utilizada por los sátrapas que intentan mantenerse en el poder sine die. Y si tal como refiere Menéndez del Valle, en su artículo así aparece, que se cambie, para eso están los políticos. Para hacer y no lamentar. Para desarrollar y consensuar las mejores opciones de combatir las dictaduras con arreglo a las leyes internacionales (que las hay) sin que ello suponga restar protagonismo a los nacionales ni poner a subasta las materias primas que atesoran esos paises.

Por otra parte, debería hacer el articulista, una reflexión sobre la política seguida por el gobierno y partido al que pertenece que según ha demostrado con acciones recientes ha llevado a cabo una política bastante negativa para propiciar que los ciudadanos se liberen de una cruel dictadura. Quizá tenga que ver con su visión particular y errada (a los hechos nos atenemos) de ”incorporar a Africa, Guinea concretamente, al sistema”.
Por otro lado, el embajador y eurodiputado pone el acento en paises con los que no tenemos ninguna afinidad y omite (no se saben las causas) mencionar la grave situación que se vive en Guinea siendo este pais un buen ejemplo a citar donde el mal gobierno y todo tipo de violaciones de DDHH, son la crónica diaria. Con total y absoluta impunidad (eso, sí) a la vista de la ausencia de sanciones de cualquier tipo hacia quien las produce. España puede y debe encabezar, sin que eso suponga ningún tipo de injerencia, la democratización y el cambio de rumbo de la política guineana en cuanto a DDHH y cumplimiento de las leyes internacionales en ese país. Existen gestos que valen más que cualquier resolución. Por ejemplo: no invitar a que visite nuestro país y aún más, negarse rotundamente a estrechar la mano a quien las tiene (ambas) manchadas de sangre. España, quizás, siguiendo la teoría apuntada en el artículo de opinión de Menéndez, trata de ”incorporar al sistema” a Obiang que es como decir Guinea, desde que accediera al poder, saltándose las elementales reglas de la memoria histórica de lo que el dictador ha supuesto para su sufrido pueblo. Antes de ”incorprar al sistema” hay que exigir cambios sustanciales, tangibles, reales en una palabra y, no creer en las promesas grandilocuentes de quien viene mintiendo tan sistemáticamente al igual que viola los derechos de sus ciudadanos ante una comunidad internacional autista (se hace), con España como impulsora-sostenedora, del ”aquí no pasa nada”, ”hay progresos democráticos” y todas esas declaraciones que no responden a la realidad guineana, en función, presuntamente, de tomar parte en el esquilmamiento de los recursos naturales que ni huelen la mayoría de los ciudadanos guineanos.

Ayudar a Africa; siempre, sí. Y para empezar sería bueno que tuviera una mayor presencia en los medios internacionales con la verdad no manipulada ni omitida; los problemas cotidianos a los que se enfrentan sus ciudadanos y tratar de ayudar en todos los frentes para reconvertirlos en realidades positivas a corto plazo. Esta última, es la tarea que muchos esperan de los gobiernos democráticos de Occidente. Ayudar al desarrollo de esos paises sin que ello se convierta en una limosna con perpectivas de alguna explotación posterior de recursos; ayudas a la formación de sus gentes a fin de propiciar esa responsabilidad de su presente y futuro que se propugna solo de boquilla. No hay que olvidar que los régimenes totalitarios utilizan como primer instrumento para su superviviencia la carencia de formación y el analfabetismo sangrante de quienes somete.
¿Hay real voluntad de cambiar el mapa de las dictaduras en Africa? Pues comiencen a intentarlo con una política real de acoso y derribo a las mismas. No faltan leyes para aplicar un plan, simplemente hay que exigir a esos gobiernos que cumplan las leyes y convenios internacionales. Organismos no faltan, hay que hacerlos funcionar debidamente, sin que impere la política de no molestar por cuestiones de influencia de intereses geopolícos o económicos. Hay que exigir, ciñéndose a lo contemplado en el Derecho Internacional, las obligaciones de los gobernantes para con sus ciudadanos, de VERDAD, JUSTICIA Y REPARACION, ante los excesos cometidos contra ellos. Ese sí es un buen camino para acometer una etapa de reconciliación para los pueblos. Se parte de la verdad y de la voluntad firme de cumplir los objetivos, con fechas y tiempo de caducidad y lo que ello implica. Lo demás, son ganas de marear y crear falsas expectativas que nigún pueblo o ser humano merece.


MENOS HABLAR Y MEJOR HACER. Cada vez hay un mayor número de ciudadanos excépticos, hartos de escuchar a los políticos en un eterno, bla, bla,bla sin que se produzca ninguna consecuencia positiva en beneficio de los pueblos oprimidos, sin que se registre ni una sola acción de la que tanto hacen gala como ”expertos” en declaraciones públicas. ¡Basta ya de verborrea y pónganse a trabajar en serio, con verdadera voluntad y solidaridad tan utilizada en sus discursos o escritos y tan ausente en sus hechos o acciones!

Fuente: EL PAIS y propia.

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El contenido de los artículos publicados no refleja necesariamente la opinión de la redacción de guinea-ecuatorial.net
Véase también la declaración sobre el uso de seudónimos

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