Si echamos un vistazo a la historia podemos empezar a ser sensibles a la idea de dejar de lado los principios ideológicos en los que se funda la política del llamado primer mundo, para ir e intentar construir comunidades políticas basadas en nuestras costumbres, esto no quita que podamos recoger selectivamente algunas ideas en esa dirección y adaptarlas a nuestra realidad.

 

Centrándonos en el período de la esclavitud que transcurrió entre los siglos XV y XIX, encontraremos que los pensadores blancos tenían un guión preciso para el aniquilamiento de la cultura y los principios del hombre negro para lograr la meta en la que nos encontramos viviendo hoy en día, es decir , la dependencia total del hombre negro de la cultura del llamado primer mundo, un mundo donde el hombre negro se niega a retomar lo que fueron sus creaciones, sus iniciativas para poder desarrollarlas como lo hicieron por ejemplo japoneses, chino, etc.


Observamos con la narración del entonces joven poeta Langston Hughes cómo en el proceso de la esclavitud la trata atlántica estuvo acompañada de un abominable proceso de deshumanización donde no solo se compraban cuerpos, sino que se intentaba subyugar con una narración cruel y desviada la mente de los esclavos, para desactivar cualquier forma de rebeldía y conciencia residual en ellos.

 

Al respecto, existe un documento tanto formidable cuanto aberrante de 1712 un discurso pronunciado por William Lynch, un conocido comerciante inglés de esclavos a orillas del río James en Virginia, invitado por la colonia a realizar un seminario muy útil, enseñar a los amos su método infalible para formar un esclavo.

“Le garantizo a cualquiera de ustedes que instale correctamente mi programa que podrá controlar a sus esclavos negros durante al menos 300 años, es un método que se basa en 3 principios simples miedo, desconfianza y la envidia, hay que apuntar a doblar el cuerpo y someter la mente, para implementarlo, es necesario identificar al más temido y respetado de ellos, desnudarlo frente a la comunidad, amarrarle las piernas a dos caballos que apuntan en sentido opuesto direccionalmente, cuando los caballos como mínimo le han roto las piernas, lo golpeáis a muerte pero sin matarlo, es necesario inculcarles el temor de Dios, es absolutamente seguro que esta operación destinada a destruir la imagen del macho dominante frente a toda la comunidad de vuestros esclavos, les cambiará drásticamente de actitud, veréis que las mujeres se sentirán aisladas e indefensas, prevalecerá el instinto de supervivencia y además de la obediencia incondicional hacia vosotros, vuestra esclava criará la descendencia masculina sin inculcarles ningún instinto de rebelión para mantener sus vidas firmes; y por último y no menos importante, hay que controlar lo más posible su lenguaje, aniquilar su lengua de origen es fundamental como a la vez lo es no enseñarles la nuestra, hay que limitar el vocabulario de sus esclavos al máximo, respetando lo estrictamente necesario para el trabajo; recuerden que engañarles es la piedra angular para mantener firme nuestro sistema de esclavitud”.

Es desde aquí que comienza nuestra historia, con esta paradoja, con esta palpable atención entre la noble ideología de la igualdad sobre la que se fundaba los Estados Unidos de América y la cruel realidad del genocidio de la esclavitud y la colonización.

El documento que contiene toda esta aberración fue reconocido por el estado de Virginia y hoy está vigente en muchas mentes pensantes del llamado primer mundo, tanto así que fue el guión que todos los colonos trajeron al continente negro durante la colonización y hasta nuestros días.


Es a partir del conocimiento de estas realidades y otras tantas que podemos llegar sin lugar a duda a conclusiones del tipo que un africano integro al margen de la subyugación, no puede ser socialista, comunista, de derechas, de izquierdas, etc. Si lo es hoy en día es simplemente porque fueron aniquilados todos sus principios, su visión del mundo, su concepción de comunidad, etc durante la colonización y la esclavitud para luego inculcarle con conceptos ideológicos del llamado primer mundo.


Desde aquí nuestra insistencia a que encontremos y desarrollemos las costumbres que daban un sentido a nuestras sociedades, a nuestras comunidades, abandonando los principios que nos han inculcado los colonos, de esta forma podremos dar a luz partidos políticos adeptos a nuestras realidades, porque estos si’ serian partidos políticos que surgirían sobre las bases de nuestras identidades naturales y encontrarían la adhesión inmediata del ciudadano de a pie por la simple compartición de los cauces fundantes de dichos partidos políticos.

 

Cuando nos empeñamos en organizarnos con conceptos puramente occidentales, seguiremos siendo una mera reproducción fotocopiada, como bien sabemos que una fotocopia nunca puede ser igual al original, los africanos, para formar partidos o movimientos políticos, mientras no parten de las estructuras sociales que les permitían constituir comunidades en modo natural, creo que les será difícil alcanzar un estado de derecho basado en su identidad.

                              Amancio   Edu