por JAVIER MARTINEZ

Eric Moussambani acudió a Londres para presentar los Premios Nacionales de Televisión tras convencer a Obiang de que regresaría para una recepción

El súbito abandono del anonimato le ha costado un mal rato a Eric Moussambani, cuyas relaciones con la celebridad y la diplomacia no dejan de ser las que corresponden a un ecuatoguineano de 22 años que hace poco más de un mes se batía en el agua con el esmero de un principiante. Las series de los 100 metros libre de los Juegos de Sydney le lanzaron a las cabeceras de la prensa internacional y a las imágenes más granadas de las televisiones de medio mundo: 1.52:78 acreditó el neófito, tres veces más lento que elrécord universal de la distancia.

Tal demostración de entusiasmo le ha convertido en un personaje público de singular atractivo, un tipo con gancho al que se disputaron Gran Bretaña y la propia Guinea Ecuatorial el pasado martes. El rol de cicerone de la delegación olímpica que eligió para él Teodoro Obiang Nguema chocó con un compromiso adquirido por el nadador para presentar los Premios Nacionales de la televisión británica. Todo un dilema para el bueno de Moussambani, que se encontró en el aeropuerto de Douala, en el vecino Camerún, con el emisario del furioso presidente, cuando se disponía a iniciar su sueño de visitar el Big Ben.

José Miguel, uno de los hijos de Obiang, tenía el encargo de devolverle a casa, pero el muchacho no estaba dispuesto a doblegarse fácilmente ante las servidumbres de la patria. A estas alturas, ya se ha fogueado con los focos, viste un bañador integral de la marca Speedo y cuenta con una página web. Eric the swimmer (Eric, el nadador), como se autobautizó tras el episodio olímpico, ha dejado de ser el plusmarquista nacional que se entrenaba en una piscina de 20 metros.Tiene tirón hasta para provocar una pequeña cuita diplomática.

La intervención de George Boon, el alto comisionado británico en Camerún y Guinea Ecuatorial, resultó crucial. Boon, que había tramitado un visado de urgencia para el nadador, afinó un discurso convincente para atenuar la ira de Obiang. Al fin y al cabo, sostuvo el avezado diplomático, el hombre que tanta propaganda había dado a su país, contaría con una audiencia de 15 millones de personas e iba a codearse con estrellas del glamour de Chris Tarrant y Barbara Windsor, en un acto mucho más sugerente que una mera recepción doméstica.

Después de varias horas de negociación, se le autorizó a emprender el viaje, siempre y cuando garantizase que regresaría a tiempo para lucir el palmito en los ágapes de rigor. Moussambani protagonizó en el aeropuerto londinense de Heathrow una multitudinaria conferencia de prensa, como si se tratase del mismísimo Van den Hoogenband, plusmarquista mundial de los 100 libre. (48:64).

«Trataré de hacerme con el oro en Atenas», bromeó, antes de tomar un ampuloso taxi que le trasladó a un hotel de cinco estrellas en Picadilly. Allí, aparcó la chupa de cuero para calzarse un traje de etiqueta, presto para responder a la cortesía de Indigo TV. Luego habría tiempo para alzar la vista y ensoñarse con la grandiosidad del pluritransitado Big Ben.

Fuente: El Mundo 13/10/00 www.el-mundo.es

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