ESTA MUERTE DA MUCHO QUE PENSAR...

Parece mentira lo que voy a contar a continuación. No. No es una mentira, sino una realidad que viví con profundo dolor y rabia.
Un amigo me llamó sobre las doce y media de la mañana del día 9 de enero de 2007 para que le acompañara al Hospital Doce de Octubre, de Madrid. Él se sentía muy nervioso e impotente, según me contó, ante la última llamada telefónica de la doctora que atendía a su sobrinita. Le comunicaba que se presentara urgentemente a dicho centro de salud. No podía ir sólo, por eso, prefirió que estuviese yo a su lado, para apoyarle en aquel momento desagradable.
La niña I.C.A.M., de siete años, había llegado a dicho centro sanitario desde hacía tres semanas y media, procedente de la República de Guinea Ecuatorial, casi medio-muerta.
Una vez que mi amigo cogió a la niña del aeropuerto de Barajas, viendo el estado crítico en que se encontraba, y temiendo que le culparan de negligente, si perdía más tiempo en llevarle a su casa, decidió ir directamente al Hospital. Cosa que le agradecieron los médicos, y valoraron su prudencia. Según decía uno de ellos: -“Me sorprende que esta niña haya llegado aquí con vida”.
En fin, esta chiquilla falleció el día 9 de enero a las 14:30 horas. La médico nos invitó a ultimar a verle en la UVI. donde estaba conectada a los aparatos que mantenían su respiración. Ella nos explicó sosegadamente que esta criatura iba expirar en cualquier momento, porque habían hecho todo lo posible sin éxito alguno. Le habían diagnosticado de FRACASO MULTIORGÁNICO (es decir, sus pulmones, riñones y el corazón se habían estropeado completamente, entre otros órganos) y NEUMONÍA CRÓNICA; y todo esto porque el virus de inmunodeficiencia humana (VIH) había matado todas las defensas que tenía.
Ésta fue la noticia-bomba que habíamos recibido: una niña de siete años muere del SIDA. ¿Qué había pasado? ¿Cómo y dónde se contagió la pobre inocente de esta pandemia? ¿Quién(es) se la pasaría(n)? Éstos fueron los interrogantes que pasaron por mi mente al recibir este frío y escalofriante mensaje de la boca de la doctora.
Según un informe elaborado en el año 2005 con la colaboración de las agencias del sistema de las Naciones Unidas en Guinea Ecuatorial, está claro que el VIH/SIDA, entre otras infecciones de transmisión sexual, “está constituyendo actualmente una de las primeras causas de morbi/mortalidad en Guinea Ecuatorial, por el inicio temprano de relaciones sexuales, alto grado de actividad sexual, promiscuidad, escasa sensibilización preventiva”. [Cfr. GUINEA ECUATORIAL. Informe sobre los objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) 2005. Pág. 21] Y añadiría, por mi parte, que la población guineo-ecuatoriana sexualmente activa tampoco toma en serio la existencia del SIDA. Unos horadan y discuten con argumentos baratos, después de ingerir sustancias alucinógenas, las conclusiones de estudios de varios años realizados por prestigiosos científicos de todo el mundo. Otros piensan que el SIDA afecta sólo y únicamente a los “oficial y notablemente” viciosos sexuales, a los que deshonran brutalmente, olvidando que se trata de una enfermedad que nadie solicita, y que tiene otras vías de contagio, a parte de la sexual. ¿Eso se debe porque “lo sexual” siempre ha sido un tema morboso en muchas culturas puritanas? No entiendo por qué la gente se mofa de los que están infectados o mueren del SIDA en nuestra sociedad. Ayer, en el siglo pasado, la lepra (que curaban en la Leprosería Central, de Micomeseng) y el sarampión (que se erradicó con la famosa vacuna de los años setenta) estaban haciendo estragos en nuestro pueblo. Pero las víctimas de esas epidemias de entonces no los fueron por llevar “mala vida”, en el sentido del puritanismo moral, sino porque dichas enfermedades campaban a sus anchas en un medio donde la higiene y la sanidad estaban ausentes y nulas.
Sin tener que objetar nada de este informe, pero me atrevo a decir que la niña I.C.A.M. no ha muerto del VIH por iniciar pronto las relaciones sexuales. Sólo tenía siete años, apenas cumplidos; ni porque le haya agredido algún “viejo verde” o “pez gordo” de los tantos que pululan en Guinea Ecuatorial, auténticos corruptores de menores y profanadores de las hijas de otros. Que en otra galaxia ganarían el calificativo de pederastas. Habría que pensar que o lo había recibido de sus progenitores, si estaban infectados en su concepción, o porque le habían hecho una transfusión de sangre infectada de ese virus maléfico en algún hospital o clínica de Malabo, donde venía la niña agonizando.
Si esta última hipótesis llegara a ser cierta, sería la vergüenza de “aquellos que se dicen ser profesionales sanitarios”, me refiero a los que habían tratado a I.C.A.M., que no sólo no saben ni pueden detectar el SIDA, sino que ya lo suministran a la gente durante la trasfusión de sangre. A los médicos de DOCE DE OCTUBRE, de Madrid les consta que esta niña, hoy difunta, había recibido varias trasfusiones de sangre. ¿Se examinó bien la sangre de los donantes? ¿Se cuidó bien las agujas de las jeringas de la extracción de la sangre? 

Jesús Rafael-Edu Eyama Achama

Nota: Este artículo fue publicado el año pasado en las Revistas de Mundo Negro y en la Gaceta de Guinea Ecuatorial. Pero aquí lo publico con unos retoques.


Fuente: Jesús Rafael

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