Hay cosas en Guinea Ecuatorial y en los guineanos que son tan normales que en otras latitudes pueden resultar incomprensibles. Guinea Ecuatorial, la actual, es un país que crea y recrea ciencia y virtud, claro a su medida; invierte el orden de las cosas. Lo que es negro en el mundo mundial, es totalmente blanco en la república bananera de Guinea ecuatorial. Los conductores parecen daltónicos, los ciegos parecen videntes y los videntes se sienten ciegos; los encargados de velar por el mantenimiento y el cumplimiento de la ley son los que violan sistemáticamente las leyes y los que más alteran el orden público; los niños parecen más responsables que los adultos, a medida que uno es niño, piensa mejor y actúa mejor, pero una vez que adquiera mayoría de edad, se vuelve tan simplón y cicatero que sus mayores. Los presidentes de consejos de poblados gobiernan mejor que los delegados de los distritos y estos, a su vez, lo hacen mucho mejor que los gobernadores y estos, son más aceptables que los directores generales, ministros y así sucesivamente.
Es un mundo al revés, donde el jefe obedece y el súbdito manda; el profesor universitarios cobra menos que un policía de aduanas, o lo que es lo mismo decir que tiene menos poder adquisitivo un médico profesional que un Bandzi (animista). Los lumbreras están más fuera del país que dentro y los ignaros asumen responsabilidades que están por encima de sus capacidades. Allí, en este país, uno tiene coche, pero no tiene asegurado un plato de comida diario; tiene en su casa hijos ajenos, mientras sus propios hijos deambulan por lugares que ni siquiera conoce. Es el país donde nadie disfruta de sus bienes sino de los bienes de otros. Dicen que produce 800.000 barriles de petróleo al día, y su PIB (producto interior bruto) es de unos 25 mil millones de dólares USA en 2008, es decir, en este año que estamos, pero dicen que de éste país hay solo algo más de medio millón de personas, o sea, si papá Obiang quiere, podría ‘dar’ a cada guineano 50 dólares cada día. Porque un barril de petróleo cuesta unos 132 dólares. Sus ciudadanos son espectadores de su propia realidad.
Un país de ensueño, allí existen facultad de derecho, pero nadie conoce a ciencia cierta cuales son sus derechos ni sus obligaciones. El filólogo imparte clase de matemáticas y el químico enseña Teología, el político reza y el cura enarbola la antorcha del PDGE; el cura es polígamo, mientras el padre de familia guarda estrictamente el octavo mandamiento y el voto de castidad. Hay ejemplos y ejemplos reales que puedo seguir plasmando en este papel y que son reales, y no solo eso, sino que ocurren a diario en este patético país que vivo desde que nací.
En éste país de contrastes, que son demasiados contrastes y desde luego coincidentes, vive un género contradictorio de galán; el rufián engatusador, tramposo o algo así como demagogo. Es el típico guineano que seduce a todas las chicas, muestra buena cara, metrosexual, elegante o no, piel despigmentada. Manipulador afectivo, se siente más hombres cuanto más novias acumula. Cuando tiene atado y bien atado a una chica en casa, es decir, sentimentalmente, sale fuera en busca de otras. Son los asesinos sentimentales. Es un arte, el arte de la mafia sentimental, extorsionan, engañan, falsean, traicionan a sus parejas. Nunca aman de verdad, viven con sus parejas simplemente por cuestión de tiempo y de dinero. Se dan cuenta que el tiempo de vivir juntos no perdona ni a uno ni al otro; nadie puede jugar con la psicología humana. Cuando quieren parecen verdugos, pero a tiempo parcial, se vuelven víctimas, por lo menos por dentro, aunque les cuesta exteriorizar lo que viven.
Yo tampoco creo en los porcentaje, amigo Carlos, pero algunos son y están para creérmelos, por mucho que nos duela. Acabo de cenar en la casa de una amiga que vive en Moganda (Bata), ella me dice que no volverá a salir con ningún guineano, que todos somos iguales, no valoramos nada, no tenemos afecto, no sabemos lo que es querer a una mujer, bla, bla, bla, pero todo tan verdad como la vida misma. A mi amiga la quiero mucho y es uno de mis mejores amigas que tengo en mi vida, le cuento todos los avatares que he tenido y ella me cuanta a mí las suyas, a veces parecemos marujas cuando nos sentamos juntos y eso que todavía no hemos cumplido los treinta años.
No hay manera de convencer a mi amiga que no todos los guineanos son así, que hay algunos que no ajustan con este prototipo de personaje; ‘hombre gigolo’. Seguro que hay muchos guineanos honrados, que creen en el amor, que saben amar, que son fieles hasta el final. Desgraciadamente, notaba que estábamos matando la tarde, que mi amiga Pili, no está convencida. Sé buenamente que ella habla a veces por la rabia que acumula, se le nota en la mirada agresiva, en sus ojos fuliginosos, en la voz llorosa. Porque acaba de sufrir un desengaño amoroso de su chico que tanto quería. Pero dice toda la verdad y mucha verdad. Cuando estoy con mis amigos, algunos ya casados, parecen personas que no tienen ningún compromiso afectivo o sentimental con ninguna mujer. Son más sueltos, echan continuamente piropos a cualquier mujer que encuentra. Les veo más pretenciosos que cualquier solterón. Nadie está exento y el que está libre de pecado que tire la primera piedra.
Este estado de cosas, ha creado una especie de rifirrafe o de contienda afectiva, tú me das y yo te doy, o te doy antes de que tú me des a mí. O se ha creado en los guineanos una especie de sospecha o suspicacia mutua. Los hombres echan la culpa a las mujeres y ellas a su vez a los hombres. Cuándo daremos cuenta que estamos perdiendo la esencia de la persona, que es el AMOR. Una persona que no ama o que no sabe amar, está enfermo por dentro y por fuera, es raquítica, infantil, ruin, simplón, prepotente, es una persona que odia y se hace verdad esta frase de Fasto “el amor abre todas las puertas; el rencor las cierra. Si el afecto, el cariño, el amor se hipoteca, las personas no crecen, la vida se hace difícil la convivencia entre las personas se vuelve imposible. Dice Bécquer “los suspiros son aire y van al aire. Las lágrimas son agua y van al mar, dime mujer, cuando el amor se olvida, ¿sabes a donde va?”. Estamos muy cerca de volver a lo que nos une y a lo que nos hace crecer como personas y como país, porque la distancias no es cuanto lejos estamos, sino la distancia más amarga es si no volvemos.
Fuente: OPINIÓN
Seguir a @guinea_net
